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— En Australia, fueron la razón por la que vine a Corea — las dos señoras apreciaron como Felix comenzaba a dejar pequeños besos en su hombro derecho. Acariciaba con ternura su espalda, proporcionando la fuerza que comenzaba a echar en falta.

El alfa, mientras tanto, reunía todo el valor para retornar a aquellos recuerdos que tanto le habían hecho daño. Sin embargo, al dar un pequeño vistazo, la familia no despegaba su mirada de él. Sus ojos eran la descripción visual de preocupación. Y con una pequeña sonrisita, hizo la comparación entre su novio y sus madres.

— Nunca tuve una relación muy estrecha con mis padres. Tampoco me dieron razones para seguir forzando la situación — las señoras, sincronizadas, se miraron dubitativas —. Mi padre es un empresario de renombre, siempre estaba muy ocupado en el trabajo; estaba estresado, prácticamente, siempre — Chan, incómodo, se rascó la nuca —. Mi madre, por otro lado, no le importaba. Me preparaba la comida y desaparecía, dejándome encerrado en mi habitación por horas, hasta que ella se dignaba a aparecer — el alfa, compungido, comenzaba a torturarse con las deplorables memorias que aún perduraban, después de tantos años.

Recordaba levantarse con ilusión para poder desearle los buenos días a su padre, además de buena suerte. Rezando para evitar que ese día llegara enfadado. Aunque el progenitor siempre hacía muecas de asco al verlo correr hacia él. Era reacio a darle abrazos, y mucho menos, a aceptar el besito de despedida. Por lo que, aquel hábito de intentar conseguir cariño por el que se hacía llamar "padre", era un proyecto que no tendría en cuenta en los próximos años. Mientras tanto, su madre, a pesar de tener más posibilidades de propiciar una situación típica, hogareña y acogedora, se limitaba a escapar del edificio, como si estuviera maldito. Intentaba mantener el menor contacto con el pequeño Chan, apenas le había enseñado a cómo utilizar diferentes cosas de la vivienda. Lo único que recordaba era mirar por la ventana a los niños felices, jugando con sus amigos, a la vez que él hablaba con el silencio, el único que le acompañaba todos los días. En eso se pudieron resumir los primeros años de infancia.

Por lo que fue un respiro, ya con seis años, sentir que alguien le importaba su existencia. Sus abuelos, con los brazos abiertos, esperaban su aparición tras la puerta cada mañana. Le daban de comer una dieta equilibrada, para que pudiera desarrollarse como él debía. Los bracitos esqueléticos de Chan habían comenzado a ganar grasa, y su carita ya no estaba tan hundida como antes. Es cierto que las primeras veces había resultado un caos, una pelea constante entre los ancianos y los padres, sobre quién debería de ser el que cuidara al menor. Le costó acostumbrarse a que su abuelita le acariciara el pelo, sin tener la intención de hacerle callar. Al igual que su abuelo, alzara la mano para "chocar esos cinco", y no para hacerle daño. Poco a poco, en la mente del alfa, se fueron creando los conceptos normales que todo niño debió de haber tenido desde un principio: amor, cariño, querer, importar, respeto... Todos los valores que se le habían inculcado estaban siendo derrocados por las personas que más respetaba en el mundo.

Su padre le había prohibido mantener una conversación con cualquier niño, porque según él: "es un candidato para beta u omega". Él no entendía por qué no podía jugar, si también quería divertirse con ellos. Así que, la primera vez, logró escaparse con éxito. Sin embargo, su madre puso el grito en el cielo, cuando lo vio junto a otros niños jugando con la pelota. La señora no solo comenzó a poner seguro en toda la casa para evitar que se escapara, sino que su padre, esa noche, le hizo mantenerse despierto a base de gritos, para que recordara los límites. A la pobre criatura no se le había enseñado nada de las "categorías" en el colegio, así que no entendía nada de lo que se le estaba culpando. Aquello solo fundamentó su odio hacia los otros niños, no por ser lo que eran, sino porque había sido golpeado y gritado por su culpa. Ellos eran los culpables, no Chan. Por eso, a partir de ese duro día, en el colegio, no tardó en excluirse de sus compañeros. Aborreciendo a cualquier crío que le dirigiera la palabra.

Too Sweet -ChanLix-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora