Capítulo 4 | 8:00 a.m.

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𝐂𝐎𝐍𝐒𝐓𝐑𝐔𝐂𝐂𝐈𝐎𝐍

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Se da cuando hay dos ondas de frecuencia idénticas o similares (ambas tienen movimientos igual a un número par de similongitudes de onda) y superponen la cresa de una con la cresta de la otra. Estos efectos se suman y hacen una onda de mayor amplitud.

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David se encontraba frente al amigo de Jonathan, en lo que apuntaba a ser su oficina. Este hombre puso misteriosamente algunos inciensos sobre el escritorio que que estaba en el centro de la habitación y cerró las cortinas, hundiendo el lugar en oscuridad. Sólo les iluminaba una lámpara de mesa y el castaño no pudo evitar sentirse nervioso.

El nombre del amigo de Jonathan era Miguel. Después de haberle ofrecido un desayuno modesto, él le dijo que lo leería; David no sabía a qué se refería el tipo bonachón con eso, aunque el pelinegro le aseguró que estaría bien.

El trigueño pasó la mano por su nuca y sintió las vendas que él le había puesto para cubrir la herida que se había hecho en la madrugada.

—No te toques, lo estropearás —le regañó Miguel con molestia—. Puede que no sea la mejor curación pero el curso que tomé hace años tampoco lo era. Agradece que Jonathan te trajo, nadie te habría atendido sin meterte en el psiquiatra.

David seguía preguntándose si realmente era una clase de médico como Jonathan le había dicho horas antes. Lo dudaba, todo este ambiente esotérico y las imágenes le decían que se dedicaba a otras cosas.

—¿Usted sabe por qué perdí mi memoria? —le preguntó mirando a su alrededor una vez más.

—No, el doctor era mi padre y la psicóloga mi madre. Y háblame de tú, un amigo de Jonathan es mi amigo.

Miguel se puso a rebuscar entre los muebles buscando algo. Finalmente, dio con una caja de madera, de ella sacó varias cartas y las empezó a esparcir por la mesa. Era una baraja de Tarot.

—¿Y sabe por qué tengo sueños raros? —le cuestionó.

—¿Sueños raros? ¿Cómo son? —le preguntó tomando asiento—. Podrían ser útiles para que consigas desbloquear esos recuerdos que... que están bloqueados, pues. 

Entonces David le explicó todo lo que había soñado: las constelaciones con formas animales, la habitación que se llenaba de líquido negro y las pinturas, así como al final cuando se llenaba de sangre y lo atacaba un monstruo.

—Las constelaciones me llaman la atención, precisamente porque no me dicen mucho conceptualmente —explicó Miguel pensativo—. Pero, las pinturas... ¿podrías describirlas nuevamente?

—Eran antiguas... —hizo un esfuerzo por recordar y la imagen de las obras se plasmó en su mente— ¡Lo tengo! ¿tienes una pluma y donde apuntar?

En una libreta, el trigueño escribió los años que profesaban las placas de cada pintura.  En ese momento entró Jonathan y les preguntó qué hacían, ninguno respondió porque Miguel estaba buscando en internet lo que parecería ser la respuesta al sueño.

—¿Eres fan de las obras de Caravaggio? —preguntó el robusto hombre.

—No lo sé, ya te dije que no recuerdo nada salvo mi nombre —le respondió.

—Pues debiste serlo porque las pinturas que describiste, así como los años que me diste coinciden con distintas obras de este artista.

—¿Ah, sí? —cuestionó Jonathan sentándose junto a David y observando el tarot disperso en la mesa—¿Habías visto antes estas pinturas?

Crónicas I: David y Jonathan [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora