Capítulo 10 | 8:00 p.m.

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𝐃𝐄𝐒𝐓𝐑𝐔𝐂𝐂𝐈𝐎𝐍

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Superposición de dos o más ondas de frecuencia idéntica o similar que, al interferirse crean un nuevo patrón de ondas de menor intensidad.

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David caminó entre las calles, el humo no le permitía ver qué estaba delante de él; sin embargo, sabía que no había nada detrás de él. Los vidrios se fragmentaban aún más bajo mis pies, el sonido le creaba una sensación incómoda en su espalda y la recorría de arriba hacia abajo como uñas en una pizarra. Pero él seguía hacia adelante, portando el arma de Gerardo como su única defensa.

A su alrededor varios carros se iluminan en llamas, ardiendo como jaulas con personas hechas brasas dentro. Se tropezó con algunos cuerpos vacíos tirados en el suelo, David no sabía cómo el mundo se había alejado tanto de lo que creía conocer. Sentía frío, igual que la noche anterior, pero esta vez no tenía la oportunidad de portar el saco de Jonathan para abrigarse, la oportunidad de oler su perfume por última vez se había quedado en la casa de Miguel. Sin embargo, eso no lo hizo querer regresar, tenía un destino que cumplir.

El aire le asfixiaba porque respirar veneno y muerte no era placentero. El silencio le aterraba aunque las chispas eléctricas murmuraban blasfemias entre los edificios que, deshechos en sus cenizas, posaban sobre sus constructores.

A lo lejos, sumido en la oscuridad, estaba el conocido "Orfa". Le sorprendió al chico aún se encontrara de pie dadas las circunstancias. El estacionamiento estaba hecho un rompecabezas de concreto, automóviles y personas. David no sentía nada al verlos, sólo una extraña melancolía porque ya había estado allí antes. Atravesó el lugar como si fuera un campo minado, habían vidrios y metales afilados por doquier. Así, llegó a la entrada del club nocturno.

Las luces externas no estaban encendidas, porque terminaron en el suelo, pero las interiores parpadeaban casi intactas, pero sí fuera de orden provocando más aturdimiento que diversión. Las bocinas que rodeaban el lugar emanaban un leve pitido que tocaban sus tímpanos como plumas de cuervo rozarían las nubes, esforzándose para llegar a ellas.

El chico se dirigió a la barra de bebidas y se sirvió de una botella un poco de tequila en un caballito, respiró hondo y lo bebió de un trago. El sabor a madera le hizo comprender que esa bebida era más sofisticada de lo que creía.

Escuchó un par de tacones llegar desde lejos, por lo que su primer impulso fue esconder el arma debajo de un sillón. Esta persona bajó de la zona VIP y se sentó en un banquillo junto a él para servirse un trago del mismo tequila.

—Veo que has vuelto —Alina le miró con intriga, su cabello reposaba sobre sus hombros mientras menea el tequila en sus manos.

—Veo que no has muerto —respondió David con seriedad.

—No puedo decir lo mismo de Jonathan —respondió antes de tomar su bebida.

David estaba a punto de hablar pero fue interrumpido por el dedo de Márquez, quien la pidió silencio hasta que pudo terminar con su tequila y lanzar el vaso al suelo.

—¿Por qué lo hiciste? ¿Cuál es tu razón para causar toda esta destrucción? —cuestionó cuando Alina se lo permitió.

—Ya deberías saberlo, querido. Lo has vivido en carne propia —ella le miró con apatía y señaló vagamente un cuadro en la pared del bar. La pintura de David con la cabeza de Goliat estaba allí—. Ya sabes... matar antes de que te maten. 

—¿Cómo supiste que yo lo haría? Ni siquiera yo lo sabía —le cuestionó, ella se agachó y recogió un pedazo de vidrio del suelo y jugueteó con él.

—Me di cuenta anoche, cuando tiraste mi bebida. Todos hablaban diciendo que estabas loco por haberte desmayado en medio de mi fiesta. Fue ahí cuando me di cuenta que algo andaba mal, culparía al alcohol por volverme tan paranoica pero supongo que fue la emoción y el miedo a que todo mi plan se desmoronara, después de todo llevo siglos planeándolo y a este punto de mi vida puedo decir que nada es una casualidad. Envié a Gerardo a vigilarte y te observó coquetear con Jonathan, o más bien te escuchó decir que tenías amnesia, otra cosa que me resultó sospechosa. Después todo cobró sentido, eras ese David y él era tu Jonatán, tu deber era matarme. Sabía que debía alejarte del club por si las moscas, así que le pedí a Gerardo que te siguiera, con órdenes de matar a Jonathan cuando se lo dijera.

—¿Por qué a él y no a mí? —le pregunto al borde del quiebre.

—Si te mataba a ti, él vendría a confrontarme porque él es más fuerte y más decidido que tú... o lo era. Matándolo a él te alejaría a ti, porque el dolor más peligroso que alguien puede escuchar es la colisión de un corazón y su destrucción masiva —contestó poniéndose de pie y dirigiéndose a la pista —Pero calculé mal y viniste directo a mí, aunque eso no te hace menos débil, así que sólo adelanté mis planes del fin de semana para hoy —ella sonrió cínicamente, refiriéndose al apocalipsis de afuera.

Una vez en la pista de luces y vidrio, dirigió el trozo de cristal hacia su propia garganta y recorrió su cuello, cortando su piel. Sangre escurría sobre su cuerpo pero no le importaba porque estaba más concentrada retirando la parte superior de su piel, mostrando su verdadero rostro.

Siempre había sido ella.

Alina Márquez era Goliat.

Crónicas I: David y Jonathan [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora