Capítulo 9 | 6:00 p.m.

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𝐃𝐄𝐌𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀


"¿Qué tan sana es la mente? ¿Qué tanto puede retorcerse hasta hacerte cometer la peor de las barbaries? No respondas porque te darás cuenta que es más sencillo de lo que crees. Puede parecer un estado mental sin sentido, como una LSD que alteró tu ser y lo convirtió en una chispa neón, una neurona perdida en un mar de electrones buscando su camino."


Tres balas silenciosas atravesaron la puerta y se estrellaron en una pared, como si el matón hubiese querido a David detrás de la puerta. Él, por otro lado, se levantó y corrió a su habitación. Por más que quería evitar entrar a ese lugar, era el que parecía más seguro.

Una patada en la puerta y esta se abrió en un estruendoso movimiento que sobresaltó al castaño mientras buscaba su recipiente de gas pimienta que debía estar en algún lugar del maldito mueble junto a la cama.

Pasos pesados recorrían la sala, así que David lo tomó como una oportunidad para correr y cerrar la puerta de la habitación. Desde ahí pudo observar el peinador, ¡el spray estaba allí! Un recuerdo fugaz cruza la mente del trigueño, él rememora haber discutido la noche anterior con... Jonathan, sobre si debía llevarlo o no al club por la inseguridad de las calles.

La puerta de la habitación fue golpeada así que, después de tomar el gas pimienta, David entró en silencio al baño que conectaba al cuarto con el pasillo. Escuchó un golpe y la caída de la metálica perilla, Vazaldua había logrado entrar al cuarto. David salió cuidadosamente del baño, esta vez por la puerta del pasillo y corrió hacia la puerta de entrada con intenciones de escapar.

El hombre comenzó a disparar varias veces en su dirección, por lo que este se lanzó al suelo y se arrastró hacia la cocina. Las botas de Gerardo sonaban al caminar, el castaño sabía que él estaba cerca. David deslizó su mano por uno de los cajones junto a la estufa y de allí obtuvo un cuchillo. Sus manos tiemblan al sostener el arma blanca con una mano y el gas pimienta con la otra.

Una mano toma con fuerza el hombro del joven y lo empuja contra el suelo. Estando boca arriba pudo observarlo sobre si, Gerardo le apuntaba en la sien con su pistola. Para safarse de su agarre, le dio un rodillazo en su entrepierna y este se apartó adolorido. Inexperto, David le golpeó en la mano con el cuchillo, simplemente picándole. El hombre calvo soltó el arma y se quejó pero el chico no descansó hasta dispararle el spray en el rostro.

—¿Por qué? —gritó David con desesperación, alejando la pistola de él. En respuesta, él se puso a reír— ¿Por qué haces esto?

—Si vas a matarme, hazlo antes de que yo te haga lo mismo —articuló él entre carcajadas—. Antes de que todo se pierda.

—¿De qué estás hablando? —le preguntó con sus ojos enrojecidos, señalándolo con el cuchillo.

Él no contestó. El piso empezó a removerse con un temblor. Los objetos en los estantes caían al suelo y, desde la calle, gritos se hacían presentes. Un estruendo se volvió mayor. Por la ventana, David pudo ver al condominio al otro lado de la calle derrumbarse , ¿era un terremoto?

—Goliat siempre va a un paso más adelante —mencionó Gerardo con una arrogante sonrisa.

La estupefacta mente del joven analizó sus palabras, analizó todo lo que había sucedido en las últimas horas. Repasó sus memorias para entender lo que sucedía. Él era David, amante de Jonathan, su deber era exterminar a Goliat, y Gerardo era ese Goliat.

El corpulento hombre se lanzó contra él, tratando de arrebatarle el cuchillo. David se alejó de un sobresalto y soltó el arma. Gerardo la tomó y se acercó hacia él arrastrándose en el suelo. El chico, por otra parte, trastabilló hacia atrás, encontrándose con la pistola que le había quitado anteriormente.

La levantó del suelo, se puso de pie y le apuntó con ella, Gerardo aún trataba de llegar a él pero su visión no le dejaba ir rápido. Las ventanas del edificio se rompían por el sismo, pero David no se inmutaba, seguía señalándolo con el arma.

—Mataste... —trató de hablar pero las emociones liberaron sus lágrimas— Mataste a Jonathan. Estás matando a todas esas personas —le gritó señalando el exterior—. Eres un monstruo.

—¡Entonces dispárame! —le gritó devuelta— ¡Jala el gatillo y deshazte de mí! Debes acabar con Goliat para salvarlos a todos, ¿no?

La agonía humana en el exterior no dejaba lugar a la concentración, su propio dolor y sed de venganza nublaba mi vista y no le permitían respirar, justo como las cenizas apocalípticas que entraban por la ventana.

Gerardo se levantó de golpe y se abalanzó contra él llevando el cuchillo en sus manos, por instinto David activó el arma y le disparó a la altura del pecho. Él se cayó de espaldas y su sangre se dispersó lentamente por el suelo.

—Jonathan no volverá nunca —dijo el matón mientras la sangre salía de su boca—. Eres un idiota.

—¡Silencio! —le amenazó con el arma mientras trataba de escuchar si el desastre había terminado, pero las paredes de la cocina le confirmaban lo contrario mientras se agrietaban— ¡Haz que pare!

Él trató de reírse, pero en su lugar soltó una enfermiza tos acompañada de elixir rojo.

—Nunca va a parar, ¿acaso no lo entiendes? —su barba estaba bañada en sus fluidos mientras le observaba desde el suelo sin parpadear— Para acabar con esto debes ir al inicio y matar —deliró él—. Matar... matar, matar, ¡matar! Pero no tienes las bolas, ni tu novio maricón las tuvo. Por algo ambos están muertos.

Su voz al gritar asustó a David y lo único que este quiso fue acabar con eso de una vez. Se acercó a él mientras otras partes del apartamento se derrumbaban poco a poco.

—Él era más hombre de lo que tú serás.

David le apuntó con el arma y jaló el gatillo. Cuando su cuerpo dejó de moverse, el edificio también lo hizo. El chico miró a su alrededor aterrado, había matado a alguien, ¿era esa la tercera pintura? ¿David vencedor de Goliat?

Como un trueno, la estructura del condominio se derribó por lo que el joven salió del lugar a toda prisa. Al llegar al exterior, vio el caos en el que la ciudad se había convertido. El cielo pintado de naranja amenazaba a las personas cubiertas con su manto.

La tierra rugió en un estrepitoso temblor, las calles se abrían en grietas gigantescas y las personas corrían de un lado al otro. Las construcciones colapsaron frente a él mientras los coches se incendiaban en la desesperación humana.

¿No debía detenerse el apocalipsis tras matar a Goliat? ¿Era Gerardo realmente Goliat?

La confusión solo empujó a David hacia adelante, las palabras de Gerardo lo llevaban a un sólo lugar. "Para acabar con esto debes ir al inicio y matar", dijo él en su lecho de muerte. Entonces al Orfa debía ir.

Crónicas I: David y Jonathan [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora