Capítulo XXI

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-- ¿Qué? -exclamo. Cayo curva su labio hacia arriba.

-- Traedlo -ordena.

Veo como las tres esposas se marchan en silencio, como espectros confundiendose con la oscuridad de sus capas negras como la noche. Uno de los vampiros sale de la sala y al cabo de un minuto ya esta de vuelta. Demasiado tiempo teniendo en cuenta su velocidad.

Veo que trae algo a rastras, fijo mi vista más y reconozco que es. Un cuerpo.

Lo deja al lado de Cayo y este levanta la cabeza del sujeto agarrandole por el pelo oscuro enmarañado. Mis ojos se encuentran con los suyos y es entonces cuando su mirada de horror me atraviesa el alma. Tiene barba de varios días pero lo reconozco perfectamente. No puede ser. Por favor, no.

-- Dallas -susurro.

-- Ante todos ustedes, el gran general Wess, jefe del ejercito de los Alas Negras. O más conocido por su familia como el simple Dallas -anuncia Aro a un público inexistente.

Los ojos de mi amor estan clavados en los mios y me miran con terror. Pero no por él, sino por mi. Teme por mi.

-- Dime Sophie, ¿te unes a nosotros o dejas morir a tu amado? -me pregunta con una sonrisa sadica.

Maldito niñato de las narices. Los Alas Negras no nos asociamos con monstruos. Ni ahora ni nunca.

-- ¡Meg no! -exclama Dallas.

Pero un vampiro le da un golpe haciendo que se golpee contra el suelo.

-- Parece que el general no está muy dispuesto a cooperar. Quizá deberíamos matarlo y provar con el niño -dice uno de los siervos con la capa más oscura.

¿Qué le van ha hacer a mi bebe?. Como se atrevan a ponerle un dedo encima los matare a todos.

-- Está bien -acepta Aro.

Miro horrorizada como cogen a Dallas de las asilas y luego me apartan haciendome a un lado.

Colocan a Dallas en el centro de la sala.

-- Esto es lo que les pasa a los que nos llevan la contraria -dice Cayo.

Observo como sacan unos clavos y de un golpe se lo clavan en las extremidades. El olor de su sangre inunda la sala. Esa esencia que siempre me ha llamado y que he provado tantisimas veces. El pobre no puede moverse por culpa de que lo han clavado al suelo y se ve obligado a estar boca abajo. Aguanto las lágrimas todo lo que puedo, ellos no merecen que llore delante suyo. Lo van a matar. Y yo apenas tengo fuerzas para mantener los ojos abiertos.

-- No, por favor -suplico en apenas un susurro.

Pero me ignoran y siguen adelante.

Veo como un vampiro saca un látigo de puas de metal. Con lo debilitados que estamos seguro que no se podra regenerar y su piel se ha vuelto débil como el papel. El primer estallido suena en el aire. Dallas aguanta el dolor con los dientes apretados. Llega el segundo y luego seguidamente el tercero. Cayo se acerca a mi y levanta mi cabeza para que pueda ver mejor lo que le estan haciendo a una de las personas que más quiero en este mundo.

-- Así es como se castiga a los criminales -murmura en mi oido.

-- Meg, cierra los ojos -me ordena entre dientes.

Su mirada está fija en mi. Su rostro congestionado por el dolor me atraviesa el alma como si de mil agujas se tratara.

Las lágrimas comienzan a correr por mis ojos sin que pueda evitarlo y los cierro para intentar eliminar todas esas imagenes. Pero ninguno de los Vulturis parece querer darme cuartelillo. Cayo me agarra del pelo y alza más mi cabeza para que no pueda simplemente ignorar lo que esta pasando. El sonido del látigo rompiendo el aire e impactando contra el frágil cuerpo de mi esposo se me graba en el cerebro con fuego.

Holmes "El Angel de la Muerte" [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora