CAPÍTULO XIV

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Harvey me miraba, trataba de calmarme.

—Liza, cálmate, mira tu tobillo, está sangrando. —¡Y una mierda!

—¡No me interesa! ¡¿Cómo pudiste, Harvey?! ¡Maldición! ¡¿Tienes una mínima idea de todo lo que me hizo?! —Estaba fuera de mí—. Debiste sentirlo, ayer —solté una risa amarga—, mi espalda está llena de pequeñas cicatrices por su maldita culpa. ¡Me arrastró! ¡Me golpeó! ¡Me mandó al hospital! ¡Me hizo mucho daño!

—¡No tengo otra opción! No sabes de lo que es capaz. —Mi mente estaba trabajando tan rápido que unía cabos sueltos.

Harvey sabe de él.

¿De dónde lo conoce?

Parece conocerlo muy bien.

—Trabajas para él. —Estaba atónita.

Se acostó conmigo sabiendo que Mason me quiere. ¿Qué clase de persona hace eso?

—Sí, pero debes tranquilizarte, ellos vendrán en cualquier momento. —¡¿Qué?!

—¡Me entregaste! —Me alarmé alzando la voz.

De pronto, en un rápido movimiento Harvey me sacó la pistola de la mano y me tiró al suelo con él, tapandome la boca con su mano. No me quedaba de otra que tratar de liberarme.

—Me vas a escuchar, Liza, no quiero hacerte daño ¿por qué crees que escapamos ayer de los matones? Porque bien podía entregarte

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—Me vas a escuchar, Liza, no quiero hacerte daño ¿por qué crees que escapamos ayer de los matones? Porque bien podía entregarte. Quiero que estés a salvo, Mason es muy peligroso. Hizo cosas que ni siquiera te lo imaginas. Por favor, confía en mí.

Su tono era agitado pero a la vez me calmaba.

—Entonces, ¿por qué Mason te estaba llamando esta mañana? —Pude hablar después de que haya golpeado su mano para sacarla.

—Mason quiere que le dé razones, ayer después de que escapamos, me llamó, le dije que era la única forma de ganar tu confianza, que te iba a hablar maravillas de él y así vuelvas sola a casa sin que él te obligue. —Eso tenía sentido—. Debemos movernos, Mason de seguro mandó a sus hombres a buscarnos porque no lo contesté.

Yo solo asentí algo desconfiada y nos volvimos a incorporar pero al sentir mi tobillo no pude evitar hacer una mueca.

—Harvey, mi tobillo. —Me quejé.

Él me miró y luego sonrió, me tomó como un saco y me puso sobre su hombro.

—Que buena vista tengo. —Aseguró y yo no pude evitar reír.

—La misma que yo. —Alegué antes de dar una palmada en su trasero.

Al cabo de unos minutos después de pensar mucho hablé de nuevo.

—Harvey, llámalo. —Se tensó ante mis palabras.

—Fiuf, creí que la sangre ya había bajado a tu cabeza, estabas muy callada. —Dijo mientras me acomodaba esta vez frente a él y yo me sostenía de su cuello—. Está bien, pásame mi teléfono que está en mi bolsillo trasero.

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