CAPÍTULO II

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La fiesta por fin terminó y Mason desapareció en cuanto recibió una llamada o él la realizó, ni idea pero es mejor que se haya ido, ya me estaba empezando a dar miedo.

Jack como dijo no se separó de mí en toda la noche, hasta me acompañó a saludar a todos los presentes y eso que él odia este tipo de encuentros porque no quiere socializar, dice que hay algunos que se creen la gran cosa.

Ahora ya con todos los invitados que se fueron solo quedamos mis padres, hermano y también el abuelo, así que fui junto a él.

—¡Hey, abuelo! ¿qué tal la has pasado? —Pregunté con una sonrisa.

—Me ha encantado, todos se veían felices y hubo un momento en el que desapareciste al igual que el joven Vartlory. —Intuyó mientras subía y bajaba las cejas rápidamente.

—Abuelo, yo... —Cuando le iba a contar lo que pasó llegó mi padre junto a nosotros y no pude decir más nada.

—Padre, ya es hora de irnos. —Dijo mi papá al abuelo y él asintió mientras se levantaba.

—Nos vemos mañana en la finca. —Dijo por último antes de dirigirse a la camioneta que lo trajo.

—¿Nos vamos? —Preguntó ahora mi padre dirigido a mí.

—¿No podemos quedarnos en casa del abuelo? Total mañana tendremos que volver. —Aconsejé, ya era muy tarde y la carretera estaba muy oscura.

—Lo siento linda, pero no podemos porque mañana muy temprano tengo que ir a solucionar un asunto en el trabajo antes de venir.

—Está bien. —Resoplé.

Estábamos de nuevo en camino a casa y quise dormir así que me senté en medio del asiento de atrás y recosté mi cabeza por el hombro de Jack, cuando alcanzamos el acantilado de nuevo, todo mi cuerpo se tensó al ver a una camioneta viniendo en sentido contrario.

Lo siguiente pasó muy rápido, un impacto y caímos por el acantilado, la camioneta dio vueltas, vi a mi alrededor y todo estaba borroso, los vidrios se rompieron y me cortaron la cara, hasta que un punzante dolor en mi vientre hizo que perdiera el conocimiento.

[...]

Blanca, una luz blanca iluminaba justo arriba de mis ojos que hizo que los volviera a cerrar.

Tenía una venda alrededor de la cabeza, y gasas me rodeaban el vientre, además de poseer múltiples rasguños en mis piernas y rostro.

No entendía nada, ¿dónde estaba? ¿qué fue lo que pasó?

—¡Por Dios del cielo! —Exclamó mi abuelo que venía con ojeras en sus ojos, pero su grito hizo que me diera una punzada justo en la cabeza.

—¿Abuelo, qué fue lo que pasó? —Lo miré confundida mientras llevaba una mano a la cabeza.

—¿No recuerdas nada, Liza? —Pregunta cauteloso.

—No, iluminame. —Dije divertida, grave error eso hizo que me de otra punzada en la cabeza.

—Tuvieron un accidente en el acantilado, no sabemos qué fue lo que pasó, el vehículo cayó por él y según dijeron los doctores tú estabas en el único asiento más seguro. —Eso quiere decir que...

—¿Mi..., mis padres? —Él negó y eso fue lo que faltó para que me suelte en un mar de lágrimas, en este momento no me importa el dolor que pueda sentir en mi vientre o en la cabeza—. ¡No!, ¡No puede estar pasando! ¡No! —Gritos desgarradores salían de mi garganta como si fuera que eso podría hacer que el dolor disminuya.

—Tranquila Liza, estamos aquí para ti. —Trató de tranquilizarme.

—¿Y mi hermano? —Por favor no.

—Jack está en coma, tú despertaste hoy, tres semanas después de el accidente. —No, no, no ¿por qué?

—Quie..., quiero ir a verlo. —Dije tratando de levantarme pero el abuelo me detuvo.

—Liza, tienes una grave herida en el vientre es muy profonda. —Dijo él tratando de calmarme un poco.

—No..., no quiero que nadie se entere de esto, por favor abuelo. —Dije sollozando.

—Descuida hija, ahora debes descansar. —Me dijo con pena y preocupación.

—Tú también, pero quiero ver a Jack, necesito llorar a mis padres, por favor sácame de aquí. —Con los ojos cristalizados.

—No puedo mi pequeña, no quiero hacerte más daño. —Y se fue.

Me dejó sola para llorar en paz la muerte de mis padres y el coma de mi hermano, todo se juntó de terrible manera.

Una semana después.

Todos era gris en mi vida, mi hermano seguía en coma, a mis padres ya los habían enterrado y yo ahora estaba viviendo con el abuelo en su finca, no he ido al instituto, mis amigos me han mandado sus pésames y yo no he tenido cabeza para nada.

—Señorita McWarll. —Llamó la ama de llaves—. El señor la espera.

—No quiero hablar con nadie. —Alegué mientras seguía viendo hacia la ventana de mi balcón, mi voz había cambiado, era en un tono apagado y también estaba ronca de tanto llorar.

—Pero el señor me ha dicho que tiene que bajar. —Rodé los ojos pero asentí.

—Dígale que enseguida bajo. —Ella asintió y se fue dejándome nuevamente sola.

Me metí al baño y me lavé la cara, luego me cambié de mi pijama a unos pantalones negros y una blusa del mismo color.

Bajé con la cara apagada, ya no me importaba nada en este momento.

—¿Me llamaste, abuelo? —Pregunté entrando a su despacho, pero cuando vi con quién estaba me quedé paralizada.

—Liza, el joven Vartlory vino a saludarnos. —Mencionó mi abuelo y el estimado me miró de pies a cabeza.

—Mi más sentido pésame, sé que debe de ser muy difícil para usted. —Dijo con pena.

—No lo diga. —Dije mirando para otro lado, no quería que él estuviera aquí y menos tan cerca de mí.

—La muerte de mi hijo y de su esposa nos tomó por sorpresa, estamos devastados. —Dijo mi abuelo mirando para el suelo—. Pero para alegrar un poco mi corazón no se llevó a mis nietos.

—¿Nietos? —Preguntó curioso.

—Sí, Liza y Jack. —Dijo y vi cómo en sus ojos volvía a aparecer eso que alguna vez no pude entender.

—Si me disculpan, no me siento muy bien. —Dije y ellos asintieron.

Salí de aquel despacho y me dirigí a mi habitación, me paré frente al espejo de cuerpo completo que había allí y levanté mi blusa.

La herida estaba ahí, el recuerdo de  todo lo que pasó, un recordatorio de cómo mi vida se había destruido en un segundo.

Ya no veía las cosas como antes, con esa alegría en la cual vivía, es como si fuera que desde el accidente mi vida ha ido en piloto automático y no sé hasta cuando.

ObsesionadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora