CAPÍTULO XVIII

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Desde ya, disfruta tu lectura.

LA GERENCIA ;)

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Eddie abrió la puerta antes de tomar el papel que se había deslizado por debajo de ésta, creyendo que encontraría al responsable de dicha acción mas no se encontraba nadie en los alrededores, así que volvió a entrar y cerrar la puerta de nuevo con seguro antes de tomar el dichoso objeto blanco que reposaba en el suelo.

—¿Qué dice? —Pregunté con curiosidad cuando desdobló el papel.

—"Tenemos que hablar, es importante, mañana en la cafetería frente al parque." —Hizo una pausa antes de pronunciar con un toque de amargura—. Firma "H".

Ya ambos sabíamos de quién se trataba.

*

Luego de esa inesperada carta, el ambiente quedó tenso y cada uno fue a su habitación dando por finalizado el día.

A la mañana siguiente, desperté y preparé unos cafés con huevos revueltos para el desayuno, el cual con su aroma logró despertar a Eddie.

—Buenos días. —Saludé de manera alegre.

—Buenos días, Liza. —Dijo de la misma forma que yo.

No sabía cómo abordar el tema, porque sabía que se molestaría conmigo. Movía mucho mis manos y las frotaba entre sí para secar el sudor por el nerviosismo.

—No vas a ir. —Como si leyera mi mente, Eddie pronunció de manera tajante su decisión.

—¿Pero si es importante? ¿Y si algo pasó? —Traté de convencerlo.

—Ya dije que no. —Vociferó severo.

—Lo quieras o no, iré. —Insistí.

—¡Es por eso que te pasan todas esas cosas, no eres consiente del daño que te hacen y ahí vas de nuevo tú como una tonta dando oportunidades! ¡Date cuenta, Liza, joder! —Me sobresalté en mi asiento por el golpe que dio a la mesa—. ¡Que tonta eres!

—Muchas gracias por decirme lo que piensas. —Me levanté sin decir nada más y sequé una de las lágrimas que había derramado por sus palabras.

Diga lo que diga iré, podría ser importante, ya sea que Eddie me acompañe o no, iré.

Me puse un abrigo que había comprado ayer junto con un gorro negro y salí de mi habitación para ir a la cafetería. En el camino a la puerta Eddie se interpuso en mi camino, obstruyendo mi paso.

—Déjame pasar. —Dije sin mirarlo a la cara.

—Lo siento, Liza, perdóname. —Se disculpó.

—Bloqueas mi camino. —Mantuve el mismo semblante.

—Iré contigo. —Levanté la mirada para buscar en su rostro algún rastro de mentira pero solo había arrepentimiento y sinceridad—. Por favor, perdóname.

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