CAPÍTULO IX

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A la mañana siguiente todo estaba tranquilo, me levanté con más animo de lo normal, creo que éste día será mejor.

Entré al baño y me di una ducha rápida, cuando salí me dirigí a mi armario y elegí un conjunto que consistía en un vestido corto negro y una chaqueta de cuero rosa encima de éste, además de mis converse blancas, mi cabello lo dejé suelto y me puse por último un poco de brillo labial.

Tomé las llaves de mi auto y bajé las escaleras de prisa.

—¡Hey! ¿No vas a desayunar? —Preguntó mi abuelo.

—Desayunaré afuera, gracias. —Contesté con una sonrisa que me la devolvió.

Tomé mi bolso, salí de la mansión, subí a mi deportivo rojo y fui rumbo a una florería.

Compré unas margaritas y girasoles, las favoritas de mi madre y me dirigí al cementerio.

Cuando estuve frente a su tumba no pude evitar sentirme mal, los extraño tanto, necesito de ellos mucho más de lo que creen.

—Mira mamá, te traje tus flores favoritas. —Hablé mientras dejaba las flores a un lado—. Papá, con el abuelo estamos bien. Jack aún no ha despertado, sigo con la esperanza, yo sé que despertará y me insultará como siempre. —Una sonrisa salió de mis labios al sentir una lágrima caer por mi mejilla—. Y yo..., me voy a casar.

Más que nunca sentía el cementerio silencioso, sentía que nunca había estado más en silencio que esto, solo podía escuchar los latidos de mi corazón bombeando sangre a todo mi cuerpo.

—Sé que es pronto, pero no sé qué hacer, lo prometí al abuelo y no puedo romper mi promesa.

Me levanté perezosa mientras me limpiaba mis mejillas de las lágrimas y me fui de allí, me dolía leer esos nombres en aquellas lápidas, no los podía ver.

Conduje hasta el hospital y fui directo a la sala de mi hermano, seguía igual que siempre, inmóvil en esa cama, conectado a todos esos aparatos que lo mantenían con vida.

—Hey, hermano. —Le di un beso en la frente y me senté a un lado de él mientras tomaba su mano entre la mía—. ¿Cuándo despertarás? Ya te extraño mucho y sabes cómo me cuesta decir eso. —Reí—. Ya en serio, por favor, te necesito demasiado. Ya no sé cómo podré seguir sin ustedes, por favor.

Bajé mi cabeza por mis brazos sin soltar la mano de Jack y me recosté allí, pasaron diez minutos y pasó algo que le dio alegría a mi corazón, él presionó mi mano con la suya y levanté mi cabeza sorprendida.

Presioné el botón para que venga la enfermera quién en un segundo llegó a la sala.

—¿Puedo ayudarla? —Habló serena.

—Él presionó mi mano. —Dije alegre—. Podría despertar.

—Ay señorita, no quisiera romper con sus esperanzas pero él suele hacer eso, el cuerpo humano tiene reflejos y tics, pudo ser solamente eso. —Me explicó.

—Pero, él puede... —Mis ojos se llenaron de lágrimas—. Él puede despertar ¿no es así?

—Es muy baja la probabilidad, pero la esperanza es lo último que se pierde ¿no es así? —Alentó y yo asentí mientras ella se retiraba.

En verdad creí que era un avance, creí que por fin tendría de vuelta a mi hermano conmigo, pero todo fue una ilusión.

—Jack, si me escuchas, por favor, tienes que saber que jamás te abandonaré, estaré aquí siempre para ti, adiós hermano. —Dije por último antes de volver a besar su frente y salir de aquella sala.

Al salir del hospital mi estómago empezó a hacer ruidos así que fui a una cafetería cercana para tomar mi desayuno.

—¿En qué puedo ayudarte? —Habló un chico guapo, rubio de ojos verdes y era alto.

—Un café clásico y una dona con jalea, por favor. —Pedí mientras él anotaba mi pedido en una libreta.

—Está bien, le traeré su pedido enseguida. —Dijo mientras me miraba con una sonrisa la cual le devolví.

A esta hora de la mañana los clientes frecuentes empezaban a llegar con sus caras de cansancio y más camareros salían a atenderlos.

—Aquí tienes, y muchas gracias. —Dejó mi pedido y volvió a ponerse detrás del mostrador.

Acabé con mi desayuno, lo cual tengo que decir que estaba delicioso, y me dirigí al mostrador para pagar mi cuenta.

—Estuvo delicioso, creo que me volveré habitual de aquí. —Dije mientras pagaba.

—Que suerte que le gustó, señorita... —Alargó para que responda.

—Elizabeth, pero me puedes decir Liza. —Sonreí y él también.

—Pues fue un gusto Liza, espero volverte a ver pronto. —Sonrió.

—Gracias, nos vemos luego. —Asintió y yo salí de aquel lugar.

*

Fui a casa y con mis amigas estábamos viendo qué podría ponerme para ésta noche.

—¿Por lo menos sabes a dónde te llevará? —Preguntó Carla.

—No, solo me dijo que hoy saldríamos a cenar.

—¡Pero cómo no te dirá a dónde! ¡¿Cómo se supone que te iras vestida, y si no vas adecuadamente?! ¡Llámalo! —Hablaba histérica Hasley.

—Pero... —Quise replicar pero me callaron.

—¡Hazlo! —Gritaron al unísono.

Llamada telefónica

¡Mi amor! ¿estás lista para esta noche? —Preguntó animado.

Sí, ese es el problema, no sé qué ponerme. —Rió al otro lado de la línea.

—Estarás perfecta con lo que te pongas. —Iba a responder pero Hasley me sacó el teléfono de la mano.

No es momento de cursilerias, solo dinos a dónde la llevarás para que podamos arreglarla. —Habló brusca y oí cómo se reía detrás de la línea.

—Está bien, ¿Conoces el restaurante que está frente a la playa?

¿El que tiene los ventanales?

Conocía ese lugar, era hermoso, me encantaba sentarme cerca del ventanal para ver cómo la luna se reflejaba por el agua de la playa, era tranquilizador.

Ese mismo.

Está bien, ya tenemos una idea.

Fin de la llamada.

Las chicas me estuvieron torturando toda la tarde, hasta que por fin estuve lista.

Me miré al espejo y mi imagen me sorprendió, iba vestida con un vestido rojo corto, las mangas me llegaban hasta las muñecas donde allí presionaban, por mis pies unos zapatos de tacón grises y mi cabello lo dejé suelto con ondas, mi maquillaje era simple, un labial rosa y delineador en los ojos.

—¡Estás hermosa! —Exclamó Carla.

—Gracias. —Dije apenada.

—Mason te espera. —Habló emocionada Hasley.

Bajé de mi habitación al recibidor y allí estaba él, traje negro, camisa de color gris y una corbata roja igual que mi vestido, estaba tan guapo.

—Cuidamela, hijo. —Pidió mi abuelo y yo sonreí.

—Por supuesto, señor. —Habló Mason.

Me despedí de ellos y salí de la casa acompañada de Mason, ¿quién sabe qué me deparará esta noche?

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