CAPÍTULO V

2K 75 3
                                    

Las chicas me miraban expectantes, esperando a que les diga que era una broma o por lo menos decirles más de lo que acababa de decir.

—¿Es una broma? —Pregunta Carla indignada.

—Quisiera que sí. —Miré mi comida, no tenía hambre pero ellas me obligaron a comprar algo.

—¿Nos vas a contar más o te quedarás ahí callada? —Preguntó impaciente Hasley, pero apenas terminó de formular su pregunta sonó de nuevo en timbre que daba inicio al segundo periodo de clases.

—En casa se los contaré todo. —Ellas con el ceño fruncido asintieron no muy convencidas.

[...]

Las horas de clase pasaron más rápidas que de costumbre, muy a pesar mío.

Es todo, después de esta tarde ya veré qué me depara mi destino, maldita sea la hora en que invitamos a los Vartlory a nuestra fiesta.

Salí acompañada de Carla y Hasley, para caminar hasta donde se encontraba Eddie.

—Hola, Eddie. —Él, al verme sonrió cálido ya que venía con mis amigas luego de semanas de distanciamiento.

—Hola Liza, veo que tu exilio terminó. —Dijo divertido mientras las tres subíamos al auto—. Chicas. —Saludó de la misma forma.

—¡Hola, Eddie! —Saludaron ambas al mismo tiempo.

El camino fue corto y llegamos a la finca en menos de cinco minutos.

—¿Quién es ese? —Preguntó entusiasmada Hasley.

Cuando miré lo que ella estaba señalando con fascinación, mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no de felicidad sino de impotencia.

Mason se encontraba frente a las escaleras que daban a la puerta principal de la mansión, con un ramo de rosas rojas y vestido de traje.

Al verme mal, Eddie gruñó de impotencia y las chicas estaban absortas de lo que ocurría.

—Tienes que bajar. —Aconsejó Eddie con dificultad.

—No quiero. —Solté un sollozo.

—Créeme princesa, yo tampoco pero no puedes ir en contra de tu abuelo. —No me miraba, sabía que algo estaba mal con él, pero no quería preguntar.

Bajé del auto perezosa y sin ganas de nada, pero a él parecía no importarle.

—Elizabeth McWarll, he estado pensando esto por mucho tiempo, de hecho desde que nos conocimos me encantaste y con el paso del tiempo nos fuimos conociendo más. Ahora con seguridad puedo admitir que me has vuelto loco, es por eso que... —Se arrodilló por una rodilla y del ramo sacó una cajita negra—. Quería preguntarte si ¿quieres ser mi esposa? —Boom, todo se cayó encima mío como un balde de agua fría.

Me rompí a llorar, no de felicidad como debería de estar pasando, el sueño de toda chica es encontrar al amor de su vida y casarse con él..., ¿pero yo? Mi familia ha muerto, mi abuelo ya está viejo, mi hermano está en coma y desprecio al hombre que tengo frente a mí.

—Sí. —Con un nudo en la garganta y mirando para otro lado hablé a mi pesar.

Él tomó mi mano y colocó un anillo de color dorado como el oro, con un diamante incrustado en medio de éste y rodeando a la enorme piedra se encontraban unas más chiquitas, era hermoso, eso debía de admitirlo pero aún no estaba lista.

—Me haces el hombre más feliz del mundo, mi amor. —Lo único que siento cuando me abraza y me besa son arcadas—. ¡Esto hay que festejarlo!

—Hoy no. —Lo corté y él me miró con atención—. Mis amigas vinieron y no estoy de humor.

—Con más razón debemos de festejarlo, con ellas también. —Declaró feliz.

—¡Sí! —Festejaron ellas y yo les lancé una mirada que congelaría a el mismo infierno.

—Es un hecho, avisen a todos nuestros contactos.

—No, hoy hagamos esto familiar y otro día lo anunciaremos al público. —Dije molesta con el ceño fruncido.

—Como tú quieras, mi amor. —No parecía que le molestara mi comportamiento, es más se hacía del indiferente.

Corrí a mi habitación a encerrarme, no quería nada de esto, yo no quería que esto pase pero ya hice una promesa a mi abuelo y no puedo romperla.

Yo sola me he condenado.

—¿Liza, qué sucede? —Preguntaron mis amigas entrando en mi habitación.

—Ustedes no lo entienden. —Solté un sollozo.

—Déjanos entender. —Dijeron.

—Él..., él..., ¿saben qué? Déjenlo así, ya no tiene caso. —Me incorporé con la cara apagada para adentrarme al baño.

—Liza... —Quisieron replicar pero las corté.

—No es necesario, es un caso perdido, olvidenlo. —Dije detrás de la puerta.

Me metí a la bañera tratando de que el agua me ayude a limpiar toda esta tristeza y decepción que llevo encima.

Cuando salí envuelta en una toalla mis amigas ya no estaban en mi habitación, así que lo crucé y me metí al armario para elegir algo para ponerme.

Pero cuando moví unos atuendos, sentí que me miraban así que di vuelta y allí estaba para mi sorpresa Mason.

—¿Qué haces aquí? —Pregunté temerosa mientras apretaba más fuerte la toalla que me rodeaba.

—Te ves increíblemente sexy. —Dijo con un brillo en la mirada mientras se acercaba peligrosamente a mí.

Con cada paso que daba y retrocedía uno, hasta que ya no pude debido a que me topé con la pared.

—Aléjate de mí. — Extendí una mano para mantenerlo más lejos de mí.

Grave error, la tomó y de un tirón jaló de mí, perdí el equilibrio y debido a eso se me soltó la toalla.

—Mírame. —Demandó, no quería verlo, cerré los ojos con fuerza al momento en que cayó la toalla.

—No. —Negué.

—Mírame. —Estaba molesto, no quería abrir mis ojos y ver aquel rostro mirando mi cuerpo con deseo, me resultaba asqueroso.

Sentí que una de sus manos iba tocando la cicatriz de mi vientre, entonces me sacudí con más fuerza.

—Sueltame. —Sentía las calientes y espesas lágrimas caer por mis mejillas.

Él soltó uno de mis brazos y me secó las lágrimas.

—Desde ahora me perteneces, así que tendrás que acostumbrarte y algún día tendrás que abrir esos ojitos. —Lo único que me causó fueron arcadas.

Me soltó y antes de irse me propinó una nalgada que hizo que suelte un respingo.

Lo odio, es asqueroso, repugnante y todos los adjetivos malos que puedan existir.

Respiré aliviada cuando abrí un ojo y me di cuenta que ya estaba sola, tomé la toalla lo más rápido que pude y me la coloqué de nuevo.

Con dificultad por las lágrimas tomé el primer atuendo que encontré y me lo puse.

Era un vestido largo de color negro, con una espalda abierta pronunciada y con un cuello de tortuga en frente, lindo, sin embargo ahora ya nada me importaba.







ObsesionadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora