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ALICE
—¿Ey ya has vuelto? Pensaba que cenarías con Ian
—¿Sabri recuerdas a su amigo? ¿El que estaba en la biblioteca el otro día?
—Pues no mucho, solo lo vimos de espaldas
—Era él, el que me salvó, no nena no me mires así, se que parece una locura, pero ese chico es mi ángel.
—Alice escucha, sabemos que esa noche alguien te salvó, pero... —no la dejé terminar, me acerqué a mi mesilla y del fondo saqué una caja, en ella tenía mis bienes más preciados incluyendo una pluma, grande y negra.
—Esto es suyo, él me lo dio. Sabri, lo sé parezco una desequilibrada, pero lo vi, apareció de repente al lado del coche, arrancó la puerta y me sacó volando del agua. ¿Como explicas que un chico cualquiera pueda arrancar la puerta del coche? Además hoy cuando lo he visto con Ian, tenía el mismo aspecto que hace 5 años.
—Alice deseo creerte, pero sabes que soy un poco más escéptica que tú. Me cuesta un poco pensar en según que cosas, pero nunca dudaría de tu palabra.
—Lo sé.
En ese momento alguien llamó a la puerta, cuando abrí me encontré con un Ian no muy contento (aunque intentara simular lo contrario)
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IAN
—Espero no molestar, pero como me dijiste que estabas muy cansada para cenar fuera he pensado en traer algo de comer, pero si molesto me voy —parece que interrumpía algo.
—No, para nada. De echo Alice me decía que tenía mucha hambre, pero yo me marcho, ¡he quedado!
—Pásalo bien Sabrina —sin dar más tiempo salió por la puerta, mientras su amiga guardaba cosas en una caja.
—¿Te ayudo?
—No hace falta, pon la comida si quieres en esa mesa yo voy enseguida.
—Alice no quería molestarte, si quieres que me marche —entonces la vi, una pluma negra igual a las de Matt o las mías, tenía que disimular pero también averiguar qué sabía de aquella noche —¿y eso?
—Nada importante Ian, además de que no molestas, al revés me alegra que hayas venido.
—Gracias pequeña, pero para no ser importante la guardas con mucho cuidado —creo que tenía que aprender a ser más sutil
—Yo... déjalo —parecía que quería contármelo pero tenía miedo —no me creerías.
—Prueba, soy muy crédulo además no tengo porque dudar de nada de lo que me digas.
—¿Prometes no reírte de mí? —seguía dudando así que le respondí que si con la cabeza —eso no lo soportaría, sino me crees tan solo dímelo, pero no te rías por favor.
—No lo haré, lo prometo puedes confiar en mí.
En ese momento Alice me contó todo lo que recordaba de la noche en que murieron sus padres, incluyendo la parte en que Matt la salvó de aquel coche.
—Ya puedes reírte
—No pienso hacerlo, te creo, puedes confiar en mí en todo lo que necesites y quieras —No me lo podía creer, recordaba todo lo sucedido y sabía de nuestra existencia, pero con una diferencia, pensaba que éramos ángeles.
—Debo contarte algo más. Tu amigo, el de esta tarde, él fue quién me salvó.
—Alice debo decirte algo. Bueno dos cosas, Te quiero, y lo otro —cogí aire —no somos ángeles, somos demonios

En ese momento desplegué mis alas

Quiero estar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora