Quince.

2K 147 28
                                    

María Stark.

Ajetreada y monótona.

Así describiría a la ciudad de Nueva York a éstas horas de la mañana. 

Personas de aquí para allá para ir a sus trabajos, padres llevando a niños a sus escuelas, hombres de traje pidiendo taxis, autos esperando que los semáforos cambien al color verde.

Seguiría describiendo ésta gran ciudad de innumerables edificios pero el hombre a mi lado logra que mi atención caiga en él sin poder evitarlo.

Su cabello rubio era cubierto por una gorra y a sus despampanantes ojos azules los cubría unos lentes oscuros.

Yo también portaba esos objetos rogando y esperando no ser reconocidos por las personas que estaban más ocupadas en llegar a su destino como para preocuparse de que el Capitán América esté paseando por las calles de Nueva York junto a la "difunta" hija de Tony Stark.

¿A dónde nos dirigíamos?

Pues, anoche le pedí a Steve que me trajera a un lugar dónde solíamos recurrir antes, ya que un extraño recuerdo llegó a mi mente sobre pan y café.

El día de ayer no fué muy agradable. Tuve la compañía de todos de ves en cuando pero los dolores en mi cuerpo parecían empeorar con los minutos. Casi tuve que obligar a mí sistema a que se levantara de la cama para poder salir con Steve. Claramente él se resistió y quizo que me quedara descansando y mejorando, pues había vomitado dos veces más sangre. 

Prácticamente obligué al rubio a "escapar" de la Torre para que yo pudiera pasar un rato tranquilo junto a él, y poder también hablar un poco más. Lo necesitaba.

Todos estaban preocupados por mí y eso comenzaba a fatigarme aún más. Lo más extraño es que ha pasado mucho tiempo —por así decirlo— cómo para que siga recordando cosas y lo admito, también estoy un poco preocupada. Y aunque intento pensar absolutamente en nada, todo parece querer que siga pensando y recordando hasta el punto de darme escalofríos y una extraña sensación de que nada irá bien. No es muy reconfortante. 

Ya mañana sería la fiesta. Me iré con Thor y el Cetro y veremos qué sucede después. Pero de alguna manera u otra ésto debe terminar.

La mano de Steve cerrándose en mi muñeca izquierda hizo que saliera de mis pensamientos y me enfocara en lo que estaba ocurriendo. Abrió la puerta de vidrio de un local permitiéndonos entrar.

El olor a pan y café inundó mi nariz logrando así sentirme embriagada, el calor y la sensación familiar me golpeó fuertemente.

Steve no me soltó sino hasta cuándo escogimos una mesa en una de las paredes de vidrio, dándonos la vista de las personas y autos que concurrían las calles.

Mi vista aún repasaba el cálido lugar lleno de algunas personas para la hora del desayuno.

Quité los lentes oscuros de mi rostro reflejando así cómo las lágrimas comenzaban a golpearme junto a varios recuerdos con Steve.

Recuerdos lindos, juguetones. Parecíamos ser felices y estar en tranquilidad con la compañía mutua. Éste hombre fuera de época parecía importarme tanto. Y aún así hay espacios en blancos e indescifrables.

Lo miré tragando el nudo de mi garganta, él por su parte ya me miraba, intrigado y serio. 

«¿Éstos escasos recuerdos pueden hacer que mi corazón te quiera, Steve? ¿O jamás ha dejado de hacerlo y el no recordarte sólo es una venda que necesita ser removida para que éste amor se expanda por todo mi ser?»

La hija de Stark •2•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora