El cambio se siente, creo.
Se siente en la brisa, ya no golpea mi rostro con la misma frescura.
Se siente en el color del cielo, de las hojas de los árboles y del pasto, más brillantes para mí.
Se siente en el sonido poco audible al mirar hacia un sitio fijo de aquella casa.
Se siente en el sabor amargo del golpeteo constante de mi corazón contra mi pecho.
«¿Es éste el día?», extrañamente la voz de mi mente resuena cómo un susurro. Un susurro lánguido, preparado.
La textura de la madera de la escalera no es igual. Es más, fresca y tersa. Muy diferente a lo que esa noche se había proyectado en las yemas de mis dedos.
Trago saliva con fuerza escuchando muy a la lejanía la voz de Steve, Tony y el hombre de parche con el nombre: Fury.
Mi respiración se torna un poco densa y menos rápida. Se podría decir que sólo llegaba a inhalaciones medias.
Bajo las escaleras por fin con los ojos más abiertos que de costumbre. Fury me dirige una mirada que no me molesto en observar, ya que —para sorpresa de Tony— sujeto su mano posicionandome a su lado.
No me interesa nada alrededor más que la sensación de calma que su mano me proyecta. No me interesa nada más que observarla entre las mías cómo si fuera la cosa más extraña e interesante que jamás haya visto.
Enfoco mi atención en pasar uno de mis dedos por su palma trazando líneas imaginarias, cómo si fuera el juego más entretenido.
—No hacías eso desde que tenías siete u ocho años quizás—la melancolía y la mala vibra de su voz sólo me certifica el pesar que lleva aferrado dentro de sí.
«¿Lo hacía de pequeña?», suelto una pequeña risa de sólo imaginar a una niña de siete años jugando inocentemente con la mano de su padre.
—¿Que pasa, María?—da un paso más hacia mí apartando su mano ligeramente con un poco de inseguridad a cuál sea mi reacción en el momento que quiso tocar uno de mis hombros.
Niego con la cabeza para ahuyentar sus pensamientos. Me lanzo a abrazarlo, a estrujarlo. A demostrarle que pase lo que pase, esa niña de siete años, sigue con él.
—Disculpame ¿Bien?—murmuro, mis ojos picando en lágrimas—. No tienes la culpa de nada ¿Me oyes?, No tienes la culpa—repito varias veces, asegurándole que no la tiene—. Al contrario, te lo agradezco. Te agradezco tú preocupación, te agradezco todo.
En un momento me ví soltando un sollozo repentino que hizo alertar a los presentes. «Arde», Me separo de Tony con consternación.
Miro mis manos con rapidez sintiendo el ardor yacer y extenderse por ellas. Mis venas se iluminaron justo como en el momento que Banner estaba dando los resultados de los exámenes.
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La hija de Stark •2•
Fanfic✓No sabes lo fuerte que eres hasta que ser fuerte es la única opción que tienes... [•Bob Marley•] ©2da Temporada de 'la hija de Stark'.