Diecinueve.

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MARÍA.

PREDESTINADA.

Con rapidez como unas tostadas mientras vierto café en una taza. Steve me cuenta sobre la transferencia de Sharon y me es imposible reprimir una risa.

—Lo siento, no pude evitarlo—digo al ver su rostro, no le hacía mucha gracia que literalmente lanzara a Sharon del edificio.

Pepper, Amanda y Anthony entran al comedor, las dos mujeres hablando un poco.

—¿No tienen que irse ya?—Pepper pregunta al percatarse de nuestra presencia.

—María tenía hambre—responde Steve.

La rubia se me acerca y me abraza.

—Todo saldrá bien—susurra en mi oído, sólo asiento.

Al parecer esas son las únicas palabras de motivación que quedan. A mi pequeño Anthony lo tomo entre mis brazos y reparto múltiples besos en su rostro apesar de que se opone, cosa que me hace reír. Mamá pasa por mi lado sonriendo solo un poco en mi dirección.

Dejo a Anthony en el suelo y me dispongo a colocar leche en la taza de café. Exquisito.

Sin embargo, mi vista y mente comienzan a desorientarme.

En la taza de café, justo en el líquido humeante, destellos de colores comenzaban a formarse en una especie de remolino.

Lo peor no fué la terrible punzada de pánico en el pecho, sino lo que en mi mente se proyectó después.

« ¿Dónde estoy? Me pregunté en medio de la boscosa oscuridad que me rodeaba. No había ruido, no había luz, no había señales de vida, ni siquiera una brisa golpeando mi cabello.

Giraba sobre mis talones constantemente percantandome de que ramas comenzaban a crujir a mis pies.

Presa del miedo trago saliva con fuerza y en un intento de desespero por ver alguna especie de luz moví mis manos un poco para lograr que la nebulosa azulada brotara de ellas.

Fué un fracaso.

Nada salió.

Nada se proyectó.

Unas simples palabras ocacionaron que brincará en mi posición y un chillido saliera de mi garganta.

María Stark.

Mi corazón bombeó a mil por horas al escuchar la pronunciación de mi nombre. Fué una voz que fácilmente pude reconocer porque ya la había escuchado en un par de ocasiones, lo sabía.

¿Jarvis?titubeé perpleja mirando a mi alrededor.

¿Desde cuándo la voz robótica podía entrar en mi mente? Es totalmente absurdo.

No, no lo soy—responde con la tranquilidad que a mí me faltaba.

Quién sea que seas tú ¿Puedes aparecer?—sigo esperando alguna luz, o tal vez otro ruido que no sea esa Voz y las ramas a mis pies.

No creo que sea buen momento. Pero, por ahora, quisiera mostrarte algo—su voz se hizo más cercana.

¿De qué demonios estás hablando?espeté al borde del colapso nervioso, mis manos y piernas comienzan a temblar.

Hay algo dentro de tí, que también hay en mí, pero sólo con la diferencia de que usted está en carne y hueso.

Fruncí el ceño.

La hija de Stark •2•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora