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Había un silencio, en el que a veces era interrumpido por el constante ruido del lápiz deslizándose por la hoja de la mujer que se encontraba sentada frente a la castaña, mientras ella se mantenía acostada sobre el sofá que resultaba mas cómodo que mi cama.

Hoy ha conversado sobre muchas cosas con ella, que la hora se estaba haciendo interminable. Miró disimuladamente el reloj que colgaba en la pared, solo unos minutos y ya finalizaba la sesión.

Sus manos entrelazadas reposaban sobre su estómago y a veces miraba hacia el cielo de la sala, completamente blanco que le provocaba un sentimiento de melancolía.

Ese sentimiento acabo cuando salió del recinto luego de pronunciar sus ultimas palabras con la señora y caminó por las frías calles de Seúl, pues hace poco había comenzado la época del otoño, los tonos cafés y anaranjados de las hojas de los árboles se notaban por todos lados.

Guardó las manos en los bolsillos de la chaqueta y apresuró el camino a casa con ganas de no salir de ahí hasta que sea necesario.
Sin embargo, una tienda de conveniencia es puesta en su campo de visión y la mente le propuso ir por un poco de ramen instantáneo.

Dispuesta a ir hacia allá, caminó mientras pensaba en lo satisfactorio que sería comer.
Buscó el paquete, cuando lo encontró lo sacó de su lugar. Se iba a dirigir hacia la derecha donde estaba el pasillo que daba con la caja, sin embargo, algo o mejor dicho alguien con rudeza agarra su antebrazo hacia la izquierda.

Ella abre los ojos sorprendida por lo repentino que fue, su respiración se aceleró un poco. Mira a quien ahora la sostenía.
Un chico exageradamente alto para ella y con su destacado cabello naranjo y pequeños ojos. Su expresión facial se relaja al igual que su respiración y se ve un tanto molesta luego de reconocer de quien se trataba.

-¡Ay bebé que haces acá! ¿Es ese ramen? -pregunta el chico con su característica voz grave, ella abraza el paquete de fideos como si fuera lo único que existiera.

-Yah... ¿Acaso eres estúpido? Me acabas de...

El muchacho le señala discretamente con la mirada hacia al frente y ella le hace caso. Una chica pelinegra estaba en frente de ellos. Sorim vuelve a mirar a su amigo y frunce el ceño, ya estaba comenzando a comprender el contexto en el que se encontraba y no le parecía nada agradable.

-¿Eres tonto? -le regaña la castaña luego de lo sucedido. La chica le pegaba con sus puños mientras caminaban en la calle y el chico se quejaba- ¡Me usaste para fingir que era tu novia!

La chica finaliza con los golpes y el deja de maldecir, ahora se acariciaba su brazo luego de los puños que le había proporcionado su amiga.

-Era realmente molesta, lo siento -se disculpó. Rascaba su nuca preocupado y apretaba los labios como muestra de arrepentimiento.

Song Mingi, el chico de cabello anaranjado. Su amistad con el lleva casi cuatro años, terminaron sus estudios escolares juntos y luego ingresaron a la misma universidad, solo que este año, Sorim decidió detenerse porque el dinero que ganaba en su trabajo era insuficiente para pagar la mensualidad.

Luego de la discusión, Sorim y Mingi quedaron en silencio mientras caminaban. A veces el ruido de las hojas crujiendo por ser pisadas cada vez que daban pasos y el sonido del viento fresco chocando con las hojas quitaban el silencio existente. Sin embargo, este fue interrumpido por la voz de uno de ellos.

-¿Que tal la visita? -pregunta Mingi.

Sorim, quien mantenía su vista en el suelo concentrada viendo las hojas mientras las pisaba, estiró la comisura de sus labios, sonriendo levemente y contestó:

-Bien, como siempre.

La calle por la que ingresaron era un poco estrecha, y no transitaba gente por ahí asi que eran solo ellos dos.
Ellos viven cerca, Mingi vivía en el siguiente pasaje, en un pequeño edificio de tres pisos y ella en una casa en la que solía vivir su tía soltera.

Como el lugar por el que pasaban era tranquilo y silencioso, se podía escuchar algún que otro ruido. En ese caso, algo proveniente de un arbusto que estaba a fuera de una casa les llamó la atención, más que eso, los alarmó.
Se miraron entre ellos y luego al arbusto que se volvió a sacudir.

Sorim se acerca curiosa, con su mano lista para husmear en la planta leñosa, pero Mingi le toma la muñeca y niega repetidas veces. La castaña cierra sus ojos con calma y le susurra:

-Déjame averiguar.

Song, resignado acepta y deja que su amiga siga con lo que estaba haciendo.
La chica mientras mas se acercaba, mas ansiosa se ponía por saber que era lo que había. Mordió su labio inferior y cerró sus ojos pensando que lo que iba a descubrir ñe podria hacer daño.

Cuando metió la mano, sintió algo peludo y se sorprendió. Frunce el ceño y mete la otra mano para seguir averiguando.

-Miau...

La pequeña criatura sale del arbusto con tranquilidad. Los ojos de Sorim se iluminan al verlo.

-¡Es un gato! -exclama emocionada.

Mingi, quien estaba un poco distante de ella, se acerca y se agacha como su amiga para ver al animal.
Era un gato siamés, con ojos celestes y un pelaje suave. Cada vez que Sorim lo acariciaba la criatura cerraba sus ojos y ronroneaba.

-Nunca lo he visto por acá, ¿tu sí? -le pregunta la castaña a su amigo pero el niega.

-Es primera vez... Debe tener hambre ¿Y si su dueño o dueña lo perdió? Pueden estar buscándolo -murmura Mingi preocupado.

Sorim vuelve su mirada hacia el gato y sonríe.

-Probablemente.

Mingi le dice a Sorim que se quede con el gato mientras el iba a la casa de ella -que estaba literalmente cerca- por un poco de leche.

Al felino le gustaba ser acariciado así que no tenía ningún problema con que la chica lo hiciera.
Kim Sorim recibió un mensaje en su móvil, por lo que descuida de la vista al gato, que se puso a jugar con los cordones de sus zapatillas.

Efecto mariposa(San)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora