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Caminaba a paso lento, a veces arrastraba sus pies porque estaba un poco desanimada. Luego de la conversación que tuvo con ellos se siente avergonzada.

"Sabemos que no estás  estudiando".

Recordar esa frase le dio escalofríos.

Ella sabía que ocurriría esto algun día, pero no pensaba que sería tan pronto. Por lo que en el siguiente año tendrá que retomar sus estudios, por obligación  de sus padres.
Y no faltaba tanto para el otro año.

"Sabiamos que no ibas a poder llevar el trabajo y el estudio al mismo tiempo, vamos a pagarte la universidad".

Llegó a la puerta principal de la casa, buscó sus llaves en el bolso que traía ella. No estaban ahí, asi que se comenzó a preocupar. Las buscó en los bolsillos que tenia en cada prenda de ropa puesta, pero tampoco estaba.
Buscó en su móvil el número de Mingi, para llamarlo pero luego se arrepintió y no lo llamó, no quería molestarlo. Buscó nuevamente, pensando que buscó mal, pero no. Las había perdido.

La casa en la que vive Sorim no es como las actuales, que se ingresan con clave. Era una casa algo vieja, pero muy linda; pequeña, con un patio principal con mucho césped y flores en algunas esquinas. Tenía muchas cosas pero no un sistema de claves para ingresar.

Las malditas llaves.

Por unos minutos se rindió y se sentó al lado de la puerta que no podía abrir.
Podría llamar un cerrajero, pero quería esperar a que aparecieran ya que podrían hacerlo en cualquier momento, como si tuvieran patitas.

Esperó un par de horas, pero ya se rindió. Quería comer porque la situación le provocó ansiedad y también deseaba estar dentro de casa.

Se levantó y sacudió sus pantalones, tomó el móvil y buscó un número de cerrajero. Mientras estaba en eso, alguien se le acerca, cautelosamente, como un gato.

-Disculpa...

Esa voz... ¿Dónde la escuchó antes?

Ella eleva su mirada cuidadosamente, al frente de la castaña estaba el chico de la mañana, el chico del gato perdido. Sus orejas se pusieron rojas de vergüenza, lo bueno es que no llevaba su cabello tomado porque probablemente lo notaría.

La castaña hace una pequeña reverencia y el chico lo hace de vuelta. Ella pensaba que estaba ahí para recibir disculpas por lo sucedido anteriormente.

-L-lo siento, no me disculpé...

-No, no es eso. Está bien -interrumpe, el se dio cuenta de que estaba algo nerviosa.

-¿Entonces?

El muchacho pelinegro saca de su bolsillo unas llaves con un pequeño perrito de llavero en él. Las llaves y el adorable canino de metal se balancean de un lado a otro, la cara de Sorim era de sorpresa. Sus ojos parpadearon dos veces seguidas, no lo podía  creer.

-Al parecer estabas tan atrasada que no me escuchaste, se te cayeron cuando chocaste conmigo -explicó. Le entregó  las llaves.

-Muchas gracias, espero no haber sido una molestia -dijo apenada.

-No es nada, cuidaste a mi gato mientras yo lo buscaba -ella lo mira sorprendida, el se rasca la nuca incómodo-. Supongo que esto es como devolverte la mano.

Luego de lo sucedido, Sorim ingresó a su casa después de todo el tiempo que pasó  a fuera.

Fue a su habitación y se lanzó a la cama, sin creerlo. Al menos no debe gastar el tiempo en llamar a un cerrajero.

Efecto mariposa(San)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora