CAPÍTULO I

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-¿Has escuchado los rumores?- comentó una mujer a otra, caminando por las calles polvorientas del pueblo.

-No - respondió la otra mujer.

-Sabias que después de la muerte del rey, su único hijo tomo el trono ¿verdad?. - La otra mujer asintió.

-A los pueblos más cercanos a la ciudad real se han estado esparciendo los rumores.- La mujer miró a cada lado con cautela, antes de seguir hablando. -Se dice que el nuevo rey es un despota y un tirano. Los pueblos cercano se quejan de que los impuestos han subido, la comida a escaseado por causa de que todo es llevado al castillo, además de que muchos omegas han sido raptados. Se dice que la antigua guardia renunció y ahora son unos ladrones y bandidos los que hacen parte de esta.

-¡No puede ser!- dijo la mujer sorprendida.

-Por ahora estamos a salvo, al estar tan retirados de la ciudad real. Pero tengo mucho miedo cuando todo eso llegue aquí. - dijo preocupada.

-Yo había escuchado que varios reinos rompieron alianzas y que lo más probable es que se avecine una gran guerra.- dijo otra mujer uniéndose al par inicial.

-¡Dios no me asustes así!- dijo una con la mano en el pecho.

-Muchos altos mandos estan reuniendose pero al parecer el rey no los toma en cuenta. -Siguio hablando.

-Solo nos resta esperar.- dijo la otra.

Un pequeño de largo cabello negro caminaba en el bosque, recogiendo frutas a su paso

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Un pequeño de largo cabello negro caminaba en el bosque, recogiendo frutas a su paso. Vestía unas sencillas ropas y su cuello era cubierto por un collar negro.

Su madre le había dado permiso de salir un rato con la condición de no alejarse mucho. Vivian en una pequeña cabaña en el bosque. Solo eran tres, su madre, una hermosa omega que se dedicaba al hogar y su padre que era el médico del pueblo y él.

Iba caminando tarareando una canción, llevando una fresa a su boca. Se detuvo en seco al sentir un aroma en el aire. No venía de lejos. Olía a alfa y a ... sangre. Su curiosidad lo llevo a seguir el aroma. Llegó cerca a un arroyo y ahí vio un cuerpo tirado.

Se acerco con cuidado.

La persona llevaba un gran abrigo de piel. Sus cabellos negros y humedos. Cuando estuvo lo suficientemente cerca pudo notar que era una niña quizas unos años mayor que él. También pudo ver como el agua que bajaba, era manchada por la sangre de la joven. Rápido se acercó y giró el cuerpo, notando así, la piel palida de la alfa y a un costado una fea herida.

-¡Oh dios, resiste!- dijo el pequeño pelinegro.

La pelinegra arrugo el ceño y abrió lentamente los ojos. Su vista estaba borrosa, pero pudo distinguir una mata de cabellos negros y unos ojos grandes de un hermoso color café. Gruño al sentir el dolor insoportable a su costado.

-¡Iré por mamá!, ella sabrá que hacer. Solo espera ¡no te duermas! - dijo apresurado el pelinegro.

La alfa miró por donde se había ido el pelinegro. Trató de levantarse pero su cuerpo no respondía. Había perdido mucha sangre. Fue descuidada e imprudente al meterse a territorio enemigo de esa manera. Lo último que pudo captar antes de quedar inconsciente, fue la voz del pelinegro, el cual por su aroma sabía que era un omega y la voz preocupada de una mujer de la misma casta.

Su cuerpo dolía y se sentía pesado. Su garganta seca y el dolor a su costado era menor. Abrió los ojos con pesadez. Parpadeo varias veces para poder quitar la niebla que cubría sus ojos. Vio el techo de madera. Volteó su mirada, paseandola por la habitación. Al lado de la cama había una vasija con agua y unos paños humedos. Había una ventana por la cual podía ver el sol que alumbraba fuerte ese día. Trato de recordar como llego a ese lugar, pero lo último que se acordaba era de unos ojos café. El sonido de la puerta la sacó de sus pensamientos.

-¡Por fin despertaste!- dijo un emocionado pelinegro.

La azabache lo miró. El omega tendría un aproximado de 8 a 9 años.

-¡Voy a decirle a mamá y a papá!.

-¡Espera!- dijo la azabache, pero el niño había salido corriendo.

Trató de sentarse pero el dolor a su costado la hizo quedarse quieta. Se quitó un poco las sábanas que le cubrían y levantó la camisa, dejando ver el vendaje que tenía puesto.

-Es bueno saber que ya despertaste.- La alfa miro al hombre que había entrado en la habitación. Era un alfa de cabello negro muy apuesto. -No te preocupes estas a salvo- dijo el hombre- me llamo Wei Changze y el que te encontró fue mi hijo, Wei Ying . Si me permites quiero revisar como están sanando tus heridas.

La pelinegra lo pensó por un momento para después asentir. El hombre se acercó y quitó el vendaje.

-Parece que va todo bién pero demorará unas semanas en sanar por completo. Es bueno que sea una alfa, si no esto hubiera sido fatal. - Volvió a cubrir la herida. El hombre cambió su expresión a una mas seria. - Por tu vestimenta puedo decir que no eres de aquí.- la pelinegra volvió a asentir con la cabeza. - Nadie sabe que estás acá y por lo que se habla es mejor que nadie sepa. Puedes quedarte el tiempo que quieras.- dijo para ponerse de pie.

-A nosotros no nos importa el bando, como médico no puedo dejar a nadie morir. Por lo tanto mi casa está abierta para que te recuperes. - Le sonrió a la alfa.

¡Oh gracias al cielo!- dijo una mujer de cabello negro y lacio que estaba con una bandeja con comida. -No sabes como nos tenías preocupados.- se acercó a la cama- me llamo Cangse Sanren soy la madre de Wei Ying te traje esto ya que debes estar hambrienta.- atras de la mujer aparecio el sonriente pelinegro .

La pelinegra miró a todos.-come antes que se enfríe- volvió su mirada a la comida, donde una sopa de costilla de cerdo y un pan la esperaba.

-¿Como te llamas?- pregunto el pequeño pelinegro.

La joven alfa lo miró.

-Wen Qing- respondió esta.

-Bueno Wen Qing ahora serás mi hermanita. Yo cuidaré de ti. -Dijo Wei Ying- Cangse Sanren sonrió por el comentario de su hijo.

-Amor, ella debe tener una familia.- dijo la mujer.- pero la podremos cuidar el tiempo que sea necesario. Cangse Sanren miro a la alfa. -Wei Ying no se ha separado de tu lado.

El pelinegro inflo los cachetes con las mejillas ruborizadas, a Wen Qing se le hizo tierno.

La alfa comenzó a comer.

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