░3░

765 79 10
                                    

-Hoy es miércoles, así que toca limpiar el baño -balbuceaba, buscando los detergentes bajo el fregadero de la cocina-

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

-Hoy es miércoles, así que toca limpiar el baño -balbuceaba, buscando los detergentes bajo el fregadero de la cocina-. ¿Pero lavaré los dos o nada mas el de arriba? -se sentó en el piso con las piernas flexionadas, pensando en cuántas ganas tenía de haber limpieza. No eran muchas pero tenía que mantener el orden de ese lugar.

-¿Elsa? -sabía quién era, pero lo que la desconcertaba es que no era la voz chillona e inocente que había escuchado anteriormente. Ésta era nueva, diferente.

La rubia carraspeó un poco, antes de poder contestar: -Estoy aquí, ¿qué necesitas? -se había acostumbrado un poco a las exigencias que el hombre tenía. Igual a las del muñeco.

-Ven -pidió el otro.

-No puedo, debo limpiar la casa, y vaya que es muy grande -aquello último lo dijo entre dientes.

-Por favor -en su timbre se podía apreciar la súplica. Y aunque no pudiera observar su cara (probablemente haciendo pucheros) igual funcionaba en ella.

Sopló con resignación: -Está bien, vamos -cerró las pequeñas puertas que guardaban la parte inferior del fregadero, y se puso de pie.

Guiada por el hombre, llegaron hasta la biblioteca. En el escritorio habían bocadillos y una pila de libros por leer.

Poco después de que ella se adentrara a la habitación, la puerta detrás de la rubia se cerró, provocándole un respingo.

-Tengo algo para ti -una tercera voz brotó de la garganta de Hipo, quien estaba parado entre la joven y la salida.
La obligó a avanzar dándole empujones leves, hasta llegar al escritorio.

Sacó la silla, y con un suave cabeceo la invitó a sentarse. Elsa no sabía lo que sucedía, estaba algo asustada, pues el humor que él cargaba era volátil. Nunca llegó a lastimarla, no, pero eso no le quitaba el miedo. Sus sentidos se habían agudizado a tal sentido que, cuando movía apenas un músculo, ella ya estaba lista para correr.
Claro que el castaño lo había notado, era muy obvio, pero nunca lo mencionaba. De hecho ni hablaban bien, más que un par de cosas triviales, como que la comida estaba rica o que se pasó de sal.

También tomó asiento a su lado. Y entre aquellos libros, buscó algo en específico.
En lo que lo encontraba, la ojiazul tomó uno de los bocadillos, curiosamente sus preferidos: galletas que, juntas, creaban un sándwich de maní. Comer algo le bajaría los nervios. Debía mostrarse fuerte ante el desconocido.

-¡Sí! -escuchó que el ojiverde celebró bajo la porcelana, y le tendió una libreta, forrada de cuero, listones y una que otra letra en su cubierta.

-¿Mhm? -preguntó la chica, aún masticando.

Abrió la libreta, pasando con cuidado cada una de sus hojas, usadas para sus dibujos. La mayoría eran objetos comunes, como lámparas o juguetes. Otros eran paisajes que pudo reconocer fuera de la mansión.

Pero habían unos que captó de inmediato su atención.

Era ella, sentada en un sillón. Era ella, acostada en su cama leyendo un libro. Era ella, cantando con el muñeco a su lado.
Y el que más le impactó, fue el que solamente enfocaba su rostro, con sus ojos cerrados y sus labios entreabiertos. Al parecer durmiendo. La cantidad de detalles era impresionante, sin duda la había dejado shoockeada.

-Wow, dibujas... Increíble, no tengo palabras para describirlo -dijo, luego de unos minutos en silencio.

-Sabía que te gustarían -por un minúsculo instante, vio alegría en aquellos ojos verdes que casi siempre se encontraban apagados.

Malinterpretó el momento, pues cuando se dio cuenta que algo no andaba bien, ya se hallaba besando la fría porcelana de su máscara. Lo empujó lo más lejos posible que sus débiles brazos le permitían de su rostro, y caminó rápido a su habitación, con un nudo en la garganta y el corazón palpitándole erráticamente.

Sólo para recordarle, los capítulos no tienen un tiempo en específico, lo único que deben de saber es que suceden entre la partida de Tadashi hasta el epílogo (seis meses después, para ser exactos). Y no tengo una cantidad de letras determinada, así que puede variar conforme la situación.
-Hannya.

Hιρσ: Eʅ Nιñσ II Donde viven las historias. Descúbrelo ahora