—¿Elsa? —siseó él, detrás de la puerta.
—Por favor vete Hipo —pidió la rubia.
No se había levantado de la cama en casi toda la mañana, su humor estaba por los suelos, no se le antojaba hacer nada, ni siquiera comer.
Y por supuesto, el dueño de aquella casa lo notó en el instante en que vio la cocina vacía.
—¿Qué tienes? —preguntó, con su voz de infante.
—Nada que te interese, por favor retírate.
—¿Estás enojada conmigo? —sonó tan dolido, que la rubia no pudo evitar sentirse culpable.
Con esa vocecita de niño a cualquiera manipula.
Suspiró derrotada, se levantó con lentitud de la cama y caminó a la puerta. Para luego quitarle el seguro y abrirla.
—No Hipo, no estoy enojada contigo —contestó, y se regresó a su nido.
—¿Entonces? —dijo, parado en la entrada.
—Estoy triste, eso es todo, no pasa nada —tomó su cobija, y se enrolló en ella. Dándole la espalda al joven, que ya estaba a un lado de su cama.
Se sentó en la orilla de la cama, y ladeó la cabeza confundido.
Ayer parecía enojada con él por haberle pedido esa canción en especial, pero ahora decía que sólo estaba triste. En su cabeza, donde sólo había blanco y negro, se preguntaba si eso era posible.
No pueden ser las dos cosas... ¿O sí?
—No lo entiendo —susurró él, en tono bajito. Sin embargo Elsa lo alcanzó a escuchar.
—¿Qué cosa? —se destapó el rostro, ganándole la curiosidad.
—En un rato, estás gritándome y diciéndome que levante los juguetes, luciendo enojada. En otro, estás llorando y no quieres salir, y dices que no es enojo, pero tampoco se ve como tristeza cuando golpeas las almohadas con fuerza.
Elsa exhaló ruidosamente, buscando una explicación sencilla para ello: hallándose así diciendo que...—A veces son las dos cosas. Se mezclan en un remolino de emociones y no sabes exactamente cuál sientes, pero sabes que lo sientes. Sabes que te duele. Hay grises en esta vida, Hipo.
El mencionado soltó un pequeño "oh", en forma de sorpresa y a la vez entendimiento.
—¿Y cómo curas eso?
—Lo sacas, dejas que te ahogue o en compañía de alguien más —se encogió de hombros la ojiazul, hablando por su experiencia, era mejor contárselo a alguien.
Anna era buenísima en esto. Pensó, sintiéndose peor.
—Espera aquí —dijo el castaño, y segundos después salió corriendo de ahí.
La joven frunció el ceño, algo confundida. Poco después negó con la cabeza, "importándole poco" lo que fuera a hacer.
El otro llegó, con una bandeja de plata, en donde habían dos vasos llenos de leche, y unas galletas, por supuesto, con maní.
—Tal vez esto te haga sentir mejor —susurró, y se lo puso alado de la joven. Ésta lo miró incrédula.
—No era necesario, Hipo.
—Claro que sí. Tú eres necesario para mí, no sé qué haría sin ti.
Las mejillas se le pusieron rojas de la incomodidad.
¿De verdad se lo dijo?
Rió con nerviosismo, y comenzó a embarrar la mantequilla de cacahuate en la galletita.
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Hannya Guzman
Personal: hany.guzman
Ediciones: helsaweterfordDisculpen la tardanza. Ya había acabado el capítulo y que se me borra, me enojé mucho y dejé la app unos días, JAJAJAJA. Sorry. Ojalá lo disfruten, aquí ya vamos viendo que Elsa se va abriendo más con Hipo. Al igual que él.
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Hιρσ: Eʅ Nιñσ II
Fanfiction❌ HISTORIA CON POSIBLE CONTENIDO SENSIBLE PARA MENORES DE EDAD, NO LEER SI ERES -15 ❌ Después de que la verdad saliera a la luz, Elsa se verá obligada a mantenerse fuerte y firme, ante aquel desconocido. La ayuda llegará, pero habrá de tardar seis...