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—El taxi pronto llegará, debo llegar allá antes de que me vea salir de aquí —rió con nerviosismo

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—El taxi pronto llegará, debo llegar allá antes de que me vea salir de aquí —rió con nerviosismo.

Debía admitir que regresar al mundo real le propiciaba algo de inquietud, hacía más de dos meses que no hablaba con alguien concretamente. No dejaba de pensar en cientos de escenarios, que involucraban a Tadashi, la policía y su hermana.

¡Diablos! ¡Tal vez ella está buscando! Pensó.

Mientras tanto, Hipo sólo se limitaba a asentir o negar con su cabeza, Elsa sabía que tenía tanto miedo como ella, y le asombraba la valentía con la que enfrentaba esto.

—Traeré muchas golosinas, ¿okay? —le susurró a la altura del pecho.

—Dime que vas a regresar —empezó el muchacho, acercándose demasiado a su rostro—. Dime que volverás conmigo —gracias a la cercanía que había tomado, la nariz de la máscara lograba tocar la de la niñera.

Ésta sonrió con calidez. 

—Volveré, Hipo. Para el final del día estaré aquí cocinando carne y puré de papa, con gaseosas en chistosas copas de vino y helado de postre —se puso de puntillas, agachó la cabeza del hombre y le dio un beso en la frente de porcelana. 

Tomó la bolsa con fuerza, y avanzó de camino a las rejas de metal que dividían la propiedad del público. Se pellizcó varias veces para asegurarse de que no estaba soñando. Le parecían distantes los primeros días de su estancia en la mansión Haddock, no recordaba que la vegetación tuviera ese hermoso color verde y tampoco cómo se sentía estar en paz con el mundo, ese que su ex novio le privó amargamente. La tranquilidad, el aroma a humedad y el viento chocando con su cara le desaparecieron el miedo y le despejaron la mente. Ya podía andar con normalidad. 

No caminó mucho cuando el auto amarillo llegó.

—¿Señorita Margaret? —preguntó el chofer.

—Así es, buenos días —abrió la puerta trasera, y se subió al coche. Claro que se había inventado un nombre, no quería revelar su ubicación. Estaba cien por ciento segura de que su hermana estaba moviendo cielo y mar para encontrarla, y si aún no daba con ella era porque Tadashi estaba manteniendo el secreto, el trato que habían hecho con tal de que la pesadilla acabara. 

—¿A dónde la llevo? —dijo el hombre, viéndola por el espejo retrovisor.

—Al supermercado, por favor —y con esto, emprendieron viaje.

Hipo sentía que el corazón iba a salírsele del pecho, estaba enloquecido. Esas molestas voces le impedían pensar con sensatez. A cada segundo las escuchaba, diciéndole cosas desagradables.

Idiota, la dejaste escapar. Cuando vea hombres mejores que tú no va a querer regresar.

¿Entonces quién nos cuidará?

—¡Cállate! Ella va a volver, estoy seguro. Porque ella lo prometió, y siempre cumple una promesa —se dijo, en un pobre intento por controlar al adolescente violento reprimido en su cabeza.

(Apenas noté el error, ¡disculpa!).

Ay Hipo, sigues siendo tan iluso. La voz femenina hizo acto de presencia.

—No voy a escucharlos, ya no más. 

Se metió a las paredes, buscando refugio de sus demonios en su antigua y espeluznante habitación secreta. Donde se había ocultado de la policía desde que había asesinado a Astrid Hofferson. Donde había planeado su escape hasta que sus padres lo descubrieron y lo confinaron a las polvorientas paredes por el resto de su vida, para hacerlo ver el amor y la interacción que estaba perdiéndose del mundo en un muñeco de porcelana.

Todo hubiera sido más fácil para él acudir al doctor, en vez de escuchar a su padre decirle que dejara de inventar esas "bobadas" e "ideas maliciosas". 

La última actualización del día, espero que con esto les logre resolver algunas dudas que tengan.

—Hannya.

Hιρσ: Eʅ Nιñσ II Donde viven las historias. Descúbrelo ahora