░2░

904 83 20
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Pasó la noche en vela. Sin pegar el ojo, sus ojeras eran oscuras y su piel más blanquecino de lo habitual.

Viendo que no podría conciliar el sueño, se levantó para iniciar "bien" el día.

Tomó una muda de ropa limpia de los cajones, y a pasos sigilosos, tomó camino al baño.

Su respiración era rápida, pensar en un posible encuentro con aquel sujeto de ojos verdes y máscara de porcelana le ponía los pelos de punta.

Lástima que el baño quedaba enfrente de su habitación.

-¿Elsa? -oyó que la llamaron. Ella se detuvo en seco.

amable. Sé amable. amable.

¿Sí, Hipo? —tragó duro, sin voltear a verlo.

—¿A dónde vas?

—T-tomaré una ducha.

—Tengo hambre —gruñó, manteniendo su voz infantil.

—En unos minutos haré el desayuno, tranquilo —abrió la puerta lo más rápido posible y se adentro a la habitación.

Se quitó su blusa con rapidez, al igual que su pijama y la ropa interior. Sabiendo que había sido espiada todo ese tiempo, le daba asco imaginarse que ahora mismo podría estar viendo por detrás de la madera.

Ni siquiera disfrutó su baño.

Al acabar de vestirse, tomó rumbo directo a la cocina. No quería provocar alguna catástrofe. Viendo lo que fue capaz de hacerle a un hombre de 1.80 no quería retarlo ni nada por el estilo.

La silla alado de ella rechinó un poco, alertándola del intruso.

Respiró profundo, y preguntó: —¿Qué te gustaría comer hoy, Hipo? —para cuando se dio cuenta, ya lo tenía a sus espaldas.

Desprendía un fuerte aroma a humedad y sangre. Que las duchas no lograban sacar (y eso que le costaba demasiado meterlo a bañar). Le revolvía el estómago de tan sólo olerlo. Y tenerlo atrás no ayudaba en nada.

Sin pensárselo dos veces, salió de ese pequeño espacio entre la estufa y ese sujeto.

—Espera en la mesa, p-por favor —dijo, evitando a toda costa toparse con su mirada.

—No —contestó el otro.

—Hipo, obedece —pidió.

Amenazó con acercarse de nuevo. Él era tan grande, más alto que ella y claramente más fuerte, tenía ventaja sobre su frágil cuerpo. Luchar sería en vano.

-Por favor haz lo que te pido -susurró apenas en un hilo de voz.

Se plantó frente a la rubia, bajó un poco su cabeza, y acortó distancia entre su nariz y la cabellera platinada (recién lavada) de la joven. Aspiró con lentitud. Era poco lo que podía respirar con su máscara puesta, pero por nada del mundo iba a quitársela. Era su única armadura, su talón de Aquiles.
Cuando obtuvo lo que quería, le dio su espacio a la ojiazul, que contenía el aire en sus pulmones por los nervios.

Salió de la cocina, perdiéndose entre las paredes.

El estómago de la muchacha rugió, pidiéndole así comenzar a cocinar.

Hιρσ: Eʅ Nιñσ II Donde viven las historias. Descúbrelo ahora