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Cuatro meses habían pasado desde el incidente de Hans y el "abandono" de Tadashi, cuatro meses llenos de intriga, dolor y sorpresas, donde se entendía el presente, se descubría el pasado y se imaginaba el futuro

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Cuatro meses habían pasado desde el incidente de Hans y el "abandono" de Tadashi, cuatro meses llenos de intriga, dolor y sorpresas, donde se entendía el presente, se descubría el pasado y se imaginaba el futuro.

Creyó que había un poco más de libertad en esa extraña relación, por lo que la rubia salió de la mansión y se dispuso a limpiar el patio.

Estar encerrada y lejos de la sociedad le obligaron a ver más allá de una pantalla o de lo superficial, dejándola así solamente con el paisaje que estaba a su alrededor: sombrío, seco y gris. Uno de los colores que menos le gustaba. Decidiendo así que quería un bonito jardín de flores y verduras, donde pudiera sembrar girasoles, tomates, chiles, de todo un poco.

Pero antes habría que consultarlo con el dueño de la casa. Estaba un cien por ciento segura de que le diría que sí, pero por si las dudas le preguntaría después.

Por ahora sólo cortaría la hierba alta y despejar la entrada, que ya se estaba viendo afectada por la vegetación.

Se puso unos bonitos guantes de jardinería, pantalones apretados, blusa de manga larga, se hizo una desordenada cebolla con su cabello y estrenó las botas de casquillo que sólo adornaban en el desván junto a las herramientas para cortar el pasto. Con suerte lograría terminar en dos días (sólo trabajando en la tarde, ni loca saldría a mediodía con el sol en su punto más alto). Se roció media botella de repelente para mosquito y puso manos a la obra.

Un cuarto del solar ya estaba despejado, pero sus brazos no daban para más. Sudaba a ríos y el olor del pasto la hacía estornudar.

-Ay mierda -susurró, limpiándose la frente-. Pero los girasoles lo valen -se dijo para animarse.

-¿Qué estás haciendo? -preguntaron a sus espaldas. Ésta se giró apenada.

-Limpiando... -murmuró, preparándose mentalmente para los gritos y el mal carácter del castaño.

-¿Tú sola? -estaba cruzado de brazos, sin la máscara puesta y con una ceja alzada.

-Creí que podría, pero me está cargando la c...-antes de que pudiera decir algo más, Hipo empezó a reír.

-Dame eso. Yo te ayudo -le sonrió.

Elsa lo vio más tranquila, y le pasó el azadón. Seguramente ese enorme y fornido hombre iba a abarcar más terreno que ella y sus 50 kilogramos.

En menos de dos horas ya habían acabado, los dos estaban tirados en el suelo de la mansión con una jarra grande de limonada y ventiladores apuntando a ellos.

-Qué friega nos metimos -jadeó Elsa, estando boca abajo-. Ni siquiera siento mis pechos -balbuceó.

-Quizás si te volteas, regresa la sensibilidad -comentó Hiccup, viendo al techo.

-¿Ah sí, verdad? -se giró, quedando igual que él.

-Tengo mucho calor -lloriqueó el ojiverde, extendiendo sus extremidades en todo su esplendor.

-Cuando los girasoles y los árboles de durazno retoñen, ese dolor será mental -se rió Elsa, imaginando tener el sabor del fruto en la boca.

-Si es que funciona -atacó el castaño con su negatividad.

-¡Claro que va a funcionar! -la niñera se sentó en el suelo-. Soy muy buena plantando cosas, ya lo verás -y lo apuntó con su dedo índice.

El joven levantó las manos en son de rendición: -Está bien, como tú digas -cuando terminó, las dejó caer a su abdomen.

Se quedaron unos minutos en silencio, una pensando si la manguera que había en el cuarto de lavado servía y el otro buscando una forma de hacerle la pregunta sin que sonara tan feo.

-¿Pasa algo? -susurró ella, sin dirigirle la mirada.

-¿Por qué dices? -se puso de pie.

-Tu frente está arrugada -bromeó la muchacha.

Levantó los brazos, abriendo y cerrando los puños, indicando que le ayudara a pararse.

-Graciosita -gruñó él, y le tendió la mano. En un pestañear ya estaba apoyada sobre sus talones.

-¿Te intriga el por qué quiero hacer esto. Verdad? -el ojiverde asintió, no sorprendiéndole lo fácil que fue leerlo. A veces se le olvidaba que ya no estaba tras una pared, y que podían ver sus facciones, saber lo que pensaba-. Quiero darte el hogar que mereces, la vida que mereces. Hace noches no he podido dormir por pensar en todas las cosas que podría mejorar y bueno, aquí me tienes -celebró, señalándose a sí misma-. Lista para remodelar este lugar emocional y físicamente -alzó los pulgares de sus dos manos, con una enorme sonrisa.

Hipo negó con la cabeza, desaprobando su positivismo pero al final rió.

-Bueno, pero yo haré las actividades pesadas, ¿okay? -Elsa chilló de alegría.

Hιρσ: Eʅ Nιñσ II Donde viven las historias. Descúbrelo ahora