Capítulo 11

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Nadie se lo pudo creer. Todas permanecieron quietas mirándose entre ellas o al mutilador muerto y nadie hizo ni un solo sonido ni osó moverse. Por fin, Sara gritó:

—¡Viva! ¡Hemos sobrevivido!

Y todas las corazanas al unísono estallaron en gritos de júbilo y alegría, se abrazaron entre ellas y lloraron de alegría. Marta fue abrazada por un montón de chicas que no conocía con una sonrisa en los labios. Se dio cuenta de que tenía los hombros muy tensos y los relajó. El alivio la inundó y no pudo evitar soltar una carcajada.

Salió fuera para ver el Corazón y para respirar su aire. Vio que salía humo del bosque, que los árboles de este estaban rallados, cortados y algunos torcidos y rotos; vio la hierba ensangrentada y sucia y las piedras de alrededor del Ascensor cubiertas de barro, el huerto destrozado, el pozo roto, el mirador hecho añicos... Se dio media vuelta y vio el Refugio derruido y hecho pedazos y la Lona que cubría los camastros rota por la mitad, y un sentimiento de venganza afloró en su interior. Se sentía invadida y atacada, como si hubieran asaltado su casa. Había empezado a creer que ese sitio iba a ser su hogar durante mucho tiempo y ahora lo habían destrozado.

Al mirar hacia el Ascensor vio cómo las dos puertas metálicas del suelo se abrían de par en par y de allí salían varias corazanas. De diferentes sitios fueron saliendo más al oír los gritos de alegría de las del Refugio, y pronto casi todas estuvieron reunidas allí. Marta buscó a Isa, mas no la encontró. A quien sí vio fue a Álex, que corrió hacia ella y estuvo a punto de abrazarla, pero se sonrojó y dejó las manos quietas. Se limitó a sonreír y a decir:

—Me alegro de que estés bien, Martita.

—Yo también me alegro —sonrió la chica.

—Buf, estás feísima, tío —Álex se chupó el dedo y se lo restregó por la cara. Marta gritó y le apartó la mano riendo.

—Tú también lo estás y no te babeo, cara zuco. ¿Dónde has estado toda la noche?

Álex señaló el Ascensor.

—Ahí metido. Me duele muchísimo la espalda. ¿Y tú?

—Aquí en el Refugio. Lo he pasado tan mal... Creo que me voy a dormir un poco. Antes voy a buscar a mis amigas a ver si están bien.

Marta se dirigió a la casa y vio a todas las corazanas reunidas, parloteando. Algunas estaban en el suelo, la chica no supo si dormidas o inconscientes, otras estaban sentadas en la hierba y otras de pie. Oyó gritos y se hizo paso entre aquella multitud hasta que llegó a ver a Isa sentada, con Andrea al lado tumbada, Sara por allí brincando y algunas corazanas más alrededor. Mar estaba delante de la capitana de las corredoras de rodillas y le estaba tocando el brazo desnudo con un trapo mientras Isa vociferaba maldiciones e insultos lo más alto que podía.

—¡Zoder! Hostia zuca... ¡AY! ¡Hija de perra! Ññññññ, AARGGGH, ¡ME VOY A PUFAR EN LA CARA DE MIERDA DE LA ZUCA MADRE DE QUIEN INVENTÓ A ESOS BICHOS! Ññññ, mmfffff... ¡MAR! ¡TEN MÁS CUIDADO, ZOÑO!

—¡Te quieres callar ya! ¡Zodeer, qué quejica, macho!

Marta caminó hacia ella sin poder evitar sonreír, pero al ver el brazo de la capitana, abrió mucho los ojos y compuso una mueca de dolor. Estaba todo quemado, había partes sin piel de color marrón y trozos de piel rojos y negros colgando que parecían ropa vieja, y una capa de algún líquido amarillento hacía que el brazo le brillara.

—¿Probamos a quemarte el brazo a ver si te quejas? —preguntó Isa aparentemente más tranquila.

—No, gracias, tía, tengo suficiente con mi costillita rota, que duele mucho más que todo lo que te has hecho tú —dijo con un movimiento de cabeza.

GRUPO B - El corredor del laberintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora