Capítulo 14

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—Qué emoción —dijo una temblorosa voz infantil detrás de Marta.

Las chicas que estaban sujetando los palos para sostener a Zoe se volvieron con sorpresa para ver quién había hablado. Era Sara, había salido del Corazón por primera vez y estaba observando pasmada los altos muros. Las corredoras que iban delante y las que cargaban el puente se giraron también al ver que las demás no las seguían y extrañadas se acercaron.

—Sara, ¿qué puñetas estás haciendo aquí? —preguntó Marta, que era quien estaba más cerca de ella, molesta.

—Ayudaros —contestó la niña.

Se oyó retumbar por todo el Laberinto la carcajada de Isa, quien volvió a dar media vuelta para seguir andando hacia delante.

—De eso nada, vuelve dentro ahora mismo, vamos —le ordenó Marta frunciendo el ceño.

—¡No! ¡Quiero ayudar!

—Sara, zoder, es muy peligroso, vete de una zuca vez. No podrás seguir nuestro ritmo y los mutiladores...

—Los mutiladores sólo salen de noche —la interrumpió Sara.

Marta se estaba poniendo cada vez más nerviosa. Tenía que estar pendiente de aguantar el palo bien recto para que Zoe, que por ahora estaba tranquila, no tuviera oportunidad alguna de atacara a nadie, y, a demás, las otras cuatro chicas que sostenían los palos estaban clavando la vista en ella.

—Sara. Vuelve dentro. Ahora.

—Pero Marta...

—¡Que te vayas, estás entorpeciéndonos! —Marta intentó decirlo con un tono amigable pero por culpa de la presión de estar ralentizando a las demás lo dijo bruscamente.

Sara frunció el ceño, se giró bruscamente y atravesó las Puertas de vuelta, llorando.

—Bien, por fin mamá Marta consigue deshacerse de la inútil de su bebé —dijo Yolanda poniendo los ojos en blanco.

—Tú te callas, pedazo de puf —respondió Raquel.

Marta no se lo podía creer. ¿La había defendido?

—¡Moved esos enormes culos, mariconas, os estamos esperando! —gritó Isa desde el final del pasillo.

Las cinco chicas, con los palos bien rectos, caminaron con Zoe en el centro balbuceando cosas como en sueños. Yolanda y Raquel siguieron discutiendo un buen rato acerca de que la segunda ya no era la jefa y ya no podía dar órdenes y hablarle así a la primera, pero Marta se abstrajo pensando en Sara. Por su culpa, ahora la pobre niña se sentiría fatal y creería que no servía para nada.

Al cabo de varias horas se había olvidado de ello y se aburría. Habían estado hablando todas, mas la conversación se había ido esfumando poco a poco mientras se adentraban cada vez más en el Laberinto. Muchas de las chicas jamás habían estado allí y se sentían tan intimidadas y estaban tan nerviosas que no podían decir una palabra, así que Marta se aburría.

¿Álex?

La chica probó de llamarle para hablar con él, a ver si se distraía un poco, pero no contestaba nadie.

¿Hola? ¿Estás ahí o estoy hablándome a mí misma como si estuviera loca?

Nada. Marta suspiró y miró a Zoe. Estaba como desconectada. Su piel era cada vez más húmeda y su pelo, menos denso. Los ojos, de vez en cuando, se le tornaban del todo negros y a la vez le daban arcadas. Era un espectáculo muy desagradable de ver, de manera que Marta prefirió mirar hacia arriba, hacia el fin de los muros. ¿Qué se vería desde lo alto? "Maldita sea", maldijo. Ojalá estuviera Isa a su lado diciendo alguna imbecilidad de las suyas. Al menos no se aburriría.

GRUPO B - El corredor del laberintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora