Casi en el mismo instante de pulsar el botón, los mutiladores se desactivaron por completo, los instrumentos se introdujeron en su carne fofa, sus luces se apagaron y sus mecanismos internos dejaron de funcionar. Gritos de júbilo resonaron en las paredes de aquél cilindro y Marta se llevó la mano al hombro, dolorida.
—Lo has hecho, Sara —sonrió. Marta se volvió hacia ella, la cogió de los dos brazos y la zarandeó—. ¡Lo hemos hecho!
Sara pegó un chillido de alegría y se abalanzó hacia su amiga para abrazarla. El hombro le ardió a Marta muchísimo y tuvo que morderse la lengua para no gritar de dolor.
—¿Entonces ya está? —preguntó la niña—. ¿Ya podemos salir de aquí?
Marta miró hacia el fondo del cilindro. Allí había una puerta que daba a fuera. A fuera del Laberinto. Era muy difícil de concebir, ¿qué habría después del Laberinto?
—No, Sara, tenemos que esperar a todas las demás —dijo Marta obligándose a sonreír—. Vamos.
Caminaron hacia el agujero y Marta se agachó rápidamente para ver si Isa estaba muerta. La otra chica era evidente que sí, le faltaba un brazo y no habría manera de que consiguiera tapar esa hemorragia. Se moriría desangrada y quizás se había dado un golpe en la cabeza. Ni siquiera sabía su nombre.
Se centró en su amiga. Le puso la mano debajo del cuello y su susto fue mortal cuando su amiga abrió los ojos.
—¿Qué zoño haces, carazuca? —preguntó, resollando—. ¿Ya me creías muerta? Qué poco me conoces, Marta...
Marta sonrió y la ayudó a levantarse. La corredora tuvo que pasarle un brazo por encima del hombro porque no podía sostenerse en pie, la cara y la cabeza le sangraban, la pierna también, y parecía que la habían arañado, herido o golpeado en el noventa por ciento de su cuerpo. Al levantarse se llevó la mano al pecho de dolor, y Marta también tuvo que reprimir otro grito cuando su amiga le tocó la herida del hombro.
—Estamos zodidas, eh —dijo Marta.
—Habla por ti, yo estoy perfectamente. ¡Zuco mutilador, ha volado por los aires! —exclamó sin previo aviso soltando una carcajada—. ¡BUM! Tengo carne de mutilador hasta en el culo, zoder. Me pregunto si en el "Exo-Laberinto" habrá duchas.
Marta no pudo evitar reír.
—¿Y las demás, Isa?
—Han caído diez o quince, o veinte, no sé, me duele la puñetera cabeza. Entre ellas, Briana, Esther y Carmen.
"¿Tantas?", pensó Marta.
—Y no han hendido a ninguna. Tío, es que han ido a matar esta vez. Ahora hay que esperar a que los demás grupos, los que servían de señuelos, vuelvan. Tardarán, y yo quiero salir fuera pero esto mide como tres metros y no soy tan alta.
Justo entonces alguien atravesó el agujero y se deslizó por la pared curva del cilindro. Era Rosalba, la cabeza de grupo que marchó junto con el grupo de Isa. Cuando se incorporó y miró hacia delante, pareció que sólo vio a su capitana, porque sin reparar en Sara ni en Marta, fue a abrazar a la corredora.
—¡Rosalba no me toques o te juro que te quedas sin nariz!
La muchacha rió alegremente y desobedeció. Era bajita, pero tenía una voluminosa cabellera preciosa de rizos castaños claros, unos ojos pequeños y de color miel y unos labios finos y rojos. También tenía muchas heridas en el cuerpo, sin embargo, no parecía importarle cuando abrazó a Isa y a Marta, que seguía sosteniendo a la capitana. Las dos corredoras gritaron de dolor y Rosalba se separó inmediatamente riendo.
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GRUPO B - El corredor del laberinto
FanfictionLa historia del Grupo B del Corredor del Laberinto que nunca fue contada. MEMORIZA. CORRE. SOBREVIVE. Bienvenida al Corazón. Cada mes, y esto quiere decir cada treinta días exactos, a la misma hora, llega otra chica como tú, siempre una chica. Como...