Capítulo 16

127 8 0
                                    

—Escuchad un momento antes de ir para allá, pingas —dijo Isa.

—¿Qué? —preguntó Raquel cruzándose de brazos.

—Seré breve. Podemos salir, ella lo ha confirmado y lo vamos a hacer. No nos hubiera confesado que ella hizo el Laberinto para luego matarnos a todas, pensadlo un momento, ¿vale? ¿Si tú hubieras hecho esto, qué reacción te esperarías de las demás si lo dices?

—Yo ahora tengo deseos de matar a Marta y hacerla pagar por lo que hizo —contestó la jefa.

—Exacto. Podríamos haberla desterrado y fin del asunto, y ella lo sabía, y aún así lo ha dicho. Nada más que decir. Nos vemos en el Salón de Planos.

Isa salió por la puerta y Marta la siguió dejando a Álex y a todas las capitanas atrás.

—Gracias, Isa.

—¿Gracias por qué? —preguntó ésta extrañada.

Salieron al Corazón y Marta pisó la hierba. Aunque no había sol, había pasado dos días inconsciente dentro de la casa y se sentía sucia, cansada y aquella bocanada de aire le sentó bien. Le pegó otro mordisco al bocadillo y se dio cuenta de lo hambrienta que estaba. Miró a su alrededor y vio a las demás chicas por todo el claro, haciendo cada una sus cosas. Se sintió bien, de repente.

—Así que sois hermanos, ¿eh? —Isa coló la pregunta justo después de mirar hacia atrás—. Sí que os parecéis un poco ahora que lo pienso.

—Sí —afirmó Marta pegando un pequeño saltito para estirar las piernas.

—¿Entonces me lo puedo pinchar?

Marta soltó una carcajada. No se lo esperaba, aunque era muy propio de Isa.

—Si quieres —contestó, encogiéndose de hombros. Isa cerró un puño y murmuró un "toma ya". En ese momento, Marta recordó—. Pero no te lo recomiendo —dijo soltando una risilla.

—¿Por qué?

—Tengo una cosa que decirte, la vi en mis sueños.

—¿El qué, el qué? ¿Soy estéril? Porque eso me facilita las cosas.

—¡No! —Marta le pegó en el brazo.

—¿O es que antes era lesbiana? Mierda. Pues sí que he cambiado.

—¡Que noo! Es que... Tú ya estabas en el Laberinto, y creo que hay otro Laberinto por ahí porque un un chico vino a verme y me pidió casi suplicando que pidiera que no le borraran la memoria. Yo en teoría le conocía, y le dije que no le había visto tan asustado nunca. Él me contestó que no estaba así por tener que ir al Laberinto. Estaba sudando, parecía desesperado, y a la vez furioso, así que le pregunté qué le pasaba. Creo que había una pantalla y te señaló. Y aunque le costó, dijo que no había tenido cojones de decirte que le gustabas mucho y que cuando te viera te intentara hacer recordar. Y que sólo me pedía eso.

Marta miró a Isa fijamente de forma traviesa para asistir a su reacción. La corredora echó la cabeza hacia atrás y se rió llevándose las manos al estómago.

—Eres la polla, criaja. Mira, te creo en lo del Barranco al cien por cien, te creo en lo de la central informática y en lo de la puerta, y te creería si dijeras que los fundadores son cerditos morados. Pero esto no me lo trago ni de coña, igual que no me trago que te guste la comida de Rubiales.

Marta soltó otra carcajada.

—¿Qué yo le gusto a un chico? Bah.

—¡Que sí!

—Claro, y yo echo de menos a Blanca, ¿no te zode? Tu sola, Marta —Isa hizo una larga pausa—. ¿Era guapo? —Marta sonrió y contestó:

—De eso ya no me acuerdo.

GRUPO B - El corredor del laberintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora