CAPÍTULO IX

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Ayayaiiii.

¡Maratón!

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Tenía puesta su barba y peluca pero eso no le tranquilizaba. Debía asegurarse de espantar a Duncan o estaría en grandes problemas.

Lanzó la peluca junto con sus prendas, quitó la malla que envolvía su cabello y comenzó a peinarlo hacia atrás.

—¡Bruno!— su voz se volvió más nítida.

Se dio la espalda y se abrazó a sí misma maldiciendo por lo que estaba a punto de hacer.

Duncan caminó hasta al final del arrollo que terminaba en un hermoso estanque. Kumala le había dicho que Bruno había ido a tomar un paseo y temía que se hubiese perdido.

Cuando llegó al estanque frunció el ceño al ver la espalda— la hermosa y blanca espalda— de una mujer. Se acerco embelesado pero se detuvo al oír un grito.

—¡Oh por dios! ¡Sí!— gimió la mujer. Retrocedió dos pasos al ver los brazos de un hombre acariciar su espalda y su cabello.

¿Era Bruno?.

—¡Oh, Sir Bruno!.

Si, definitivamente el hombre era bruno.

Sonrió orgulloso. ¡Ese era su muchacho!. Tanto tiempo a su lado y al fin se le había pegado algo bueno.
Pero, ¿quién era esa mujer?. Conocía a cada uno de sus trabajadores. Estaba seguro que esa mujer…

—¡Aaaahg!— ¿qué estaba haciendo ahora?. Estaba actuando como un pervertido.

Lo más razonable era irse y preguntarle después a Bruno. ¡Rayos!. Ese mocoso le debía una explicación de dónde había sacado semejante mujer.

—Es un egoísta— musitó mientras se iba.

Sonrió. Sin que pudiera impedirlo, la imagen de aquella cantante de ópera llegó a su mente. Bah. No podía engañarse. El rostro de esa mujer siempre se hallaba presente en su mente. Su sonrisa, su dulce voz, sus piernas envueltas en esas mallas y…

Sacudió su cabeza. Debía calmarse, cuando llegara a Londres lo primero que haría sería enviarle su respuesta. Volvió a sonreír divertido de sólo recordar su rostro estupefacto al ver que consideraba la idea de ser su amante.

Él no podía demostrarse interesado, era al contrario, ¡siempre era al contrario!. Así que la mejor táctica fue hacerse el duro.

Las cosas cambiarían cuando llegara a Londres. Haría que esa mujer se volviera loca por él como que se llamaba Lord Duncan Hamilton.

Cuando Agnes dejó de escuchar los gritos y observó que nadie se aproximaba respiró aliviada. Bajó los brazos. Si de por sí le dolían de tanto cargar cajas y cajas de Amapolas, ahora el dolor era insoportable de tanto tocarse la espalda.

Quería flotar en el agua para relajarse y pasar el susto pero no podía tentar a su suerte. Bufó. Salió del estanque y recogió su peluca para sacudirle la tierra, exprimió su cabello y comenzó a recoger su ropa para vestirse.

Se puso alerta al escuchar un ruido y se quedó de piedra al ver a Jahori con los ojos y la boca bien abiertos. La cesta de trigo se le había caído de las manos.
Abrió su boca intentando decir algo pero su garganta no emitía ningún sonido. Estaba ahí, completamente desnuda, con una peluca en la mano, y una barba en el rostro. ¿Cómo podía explicarle sin exponerse?. Era imposible.

—Señorita yo— la mujer de piel tostada alzó la mano para que no dijera ninguna palabra.

—No vi nada— se agachó para recoger la cesta—. Sólo pasaba por aquí y me encontré casualmente con Sir Bruno. Nada más, no vi naaada más— se fue alejando alzando la mano y despidiéndose mientras bamboleaba sus caderas.

AGNES(SERIE:FEMME FATALE #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora