CAPÍTULO XIV

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Alguien la tomó del codo y la empujó haciendo que cállese encima de su salvador y amortiguando el golpe su caída. Escuchó el quejido de dolor pero no abrió los ojos hasta que el susto pasó.

—¿Se encuentra bien, señorita?— observó estupefacta a Abraham que la veía desde abajo con el ceño fruncido y preocupado.

Se levantó apenas sus miradas coincidieron. La gente ya se había acumulado alrededor para ver si ambos estaban bien. El marqués de Aldrich más que todo, que había acompañado a Abraham y había presenciado todo en primera fila.

—Estoy bien— dijo limpiando la falda de su vestido—. Gracias, milord.

—¡Su señoría, fue usted muy valiente!— lo alabó una dama—. ¡Imagine que hubiese pasado si no estaba. Una tragedia!.

Agnes comenzaba a sentirse incómoda por la excesiva atención que estaban recibiendo. Abraham lo notó y le sonrió amable.

—¿No quiero ir a un doctor?— inquirió.

—Estoy bien, no se preocupe. Muchas gracias, estoy en deuda con usted.

—No debería ser tan descuidada— comentó al marqués de Aldrich.

Agnes asintió. Miró hacia todos lados para ver cómo escapar pero con lo único que se encontró fue con la mirada fulminante de Duncan al otro lado de la calle. Era el turno de Agnes de romper el contacto visual.

¿Qué hacía él todavía allí?.

—Dejó esto— el marqués le tendió el chal—. Mi esposa me pidió que se lo entregase ya que iba de camino. No me lo agradezca a mi, agradézcaselo a su chal— dijo sonriéndole.

Agnes lo observó con seriedad, sabía lo que trataba de hacer y no lo lograría. La sonrisa del marqués se borró al ver su gesto.

—Gracias— dijo tomando el chal y haciendo una reverencia para irse de allí lo más rápido posible.

—¿El marqués de Susex la salvó?— preguntó su madre incrédula.

Agnes asintió. Celestine Cepillaba su cabello con parsimonia y al oírla le dio un jalón que hizo que arrugara su rostro del dolor.  

—Me descuidé por un momento y no noté cuando los caballos venían.

—Es increíble.

—¿Qué me haya salvado?. No tenía idea de quien era, de ser así, el mismo me hubiese arrojado a los caballos— dijo mirándola por el espejo.

—No, lo que me parece increíble es que se haya descuidado. ¿Qué fue lo que la distrajo?.

Agnes oprimió sus labios al recordar la amena cita que Lady Ruford y Duncan habían tenido en el parque.

—Nada importante.

Celestine entrecerró sus ojos sin creer en sus palabras.

—Vio a Lord Hamilton— afirmó. El silencio de Agnes fue suficiente—. Reconozco esa mirada perdida. Es la mirada de una mujer con el corazón roto.

—¿Así lucías cada vez que veía a mi padre de la mano de Lady Eleanor?.

Celestine sonrió y negó— No. Así se perdía mi mirada cada vez que te veía en los brazos de Lady Eleanor— corrigió.

—Debió ser muy difícil para ti.

—Lo fue. Pero no me arrepiento. Lady Eleanor hizo un gran trabajo criándote, yo nunca podría hacerlo de la forma en que ella lo hizo.

Agnes la miró por el espejo, los ojos de su madre comenzaron a llenarse de lágrimas mientras la peinaba y la veía con adoración.

Lamentablemente Agnes no podía dejar de ver como su madre a Lady Eleanor. Ella la había criado con amor y devoción a pesar de ser el producto de la traición se su esposo. Jamás hubiese imaginado que Lady Eleanor no fuese su madre de no ser por el increíble parecido que tenía con Madame Celestine.

AGNES(SERIE:FEMME FATALE #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora