CAPÍTULO XX

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—Es suficiente por hoy—Saut se interpuso en su camino hacia los sacos y le sonrió—. Es hora de almorzar.

El resto de los hombres se acercó al oír la palabra almorzar. Estaban empapados de sudor y agotados.

—¡Vaya, Sir Bruno! ¡Hasta parece que se hubiese criado con nosotros en las canteras de Portugal!— bromeó uno de los hombres, enseñándole su larga fila de dientes blancos rodeada de sus labios gruesos y oscuros.

—Ustej jes blanco, pero tiene jalma de negro— afirmó otro haciéndola reír.

Si había algo que había aprendido de sus tragedias. Era que la maldad no tenía color alguno.

Los libros y las enseñanzas de su Sensei también le había enseñado que vivían en un mundo de opresión y prejuicios empujado por el miedo.

El miedo de ser derrocados.

Por eso la mujer de cualquier sociedad, el hombre negro y el pobre. Siempre serían oprimidos, humillados y les negaría los libros llenos de conocimiento. Porque tenían la fuerza suficiente para derrotarlos pero se encargaban de cegarlos de ignorancia.

—Sólo he estado practicando para los juegos anuales. Kumala me dijo que hicieron apuestas y que la mayoría apostó contra mí por tener brazos muy flacos— todos desviaron la mirada y comenzaron a silbar fingiendo demencia—. Pues el que apostó por mí, ya sabe que tendrá mucho dinero.

—¡Así se habla!— comenzaron a gritar y aplaudir emocionados mientras caminaban para ir a almorzar.

Agnes sonrió y miró hacia el lugar donde Duncan la estaba observando hace unos minutos. Pero ya no estaba.

Al llegar al castillo se fue por el camino que conducía al jardín donde todos almorzaban justos. Saut la detuvo. Agnes lo observó confundida.

—El suegro y la prometida del patrón almorzaran aquí hoy, el patrón nos pidió que almorzáramos en la cocina.

—¿Cómo pudo permitir eso?— cuestionó enojada.

—No todos los blancos son tan comprensibles y abiertos como usted y el patrón, Sir Bruno— expuso Saut—. Comamos, sólo será en esta ocasión.

Agnes sabía que mentía. Si Duncan se casaba con la Señorita Brooke, las ocasiones se repetirían hasta volverse una rutina. Suspiró molesta.

Ese no era su problema. No le incumbía nada de eso pero aún así no dejaba de sentirse enojada con Duncan.

Almorzó y se preparó para el segundo turno de trabajo. Sus brazos estaban acalambrados y le dolían cada vez que los movía. A pesar de aquello, si los hombres que estaban a su lado podían hacer eso todos los días, ella también lo haría.

Cuando estuvieron listos para seguir, Kumala entró a la cocina y les avisó a todos que el trabajado había terminado y podían tomarse el resto del día. Los hombres celebraron y se fueron a sus cabañas o a sus pequeñas casas a compartir con su familia. Agnes se dirigió a la habitación que le habían asignado y pidió que le prepararan el baño.

Luego de asearse por sí sola, cayó en la cama como una estatua. No se levantó hasta al día siguiente en el momento que un chorro de agua templada empapó su cara.

—¡¿Pero qué…?!— miró enojada a Duncan quien le sonreía con malicia—¡¿Estás loco?!.

—Es hora que te levantes y vayas a ayudar a cavar el pozo que estamos construyendo en la parte este— castañeó sus dientes viéndolo enojada—. ¿No te gusta vestirte de hombre?— inquirió con gravedad—.  Entonces actúa como uno.

AGNES(SERIE:FEMME FATALE #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora