Capítulo XXVIII

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Era una aparición, un fantasma que lo había dejado clavado en el piso. ¿Era aquello posible? ¿Qué las almas volvieran de su descanso eterno?

—No es posible…— musitó, aún sin poder creer lo que sus ojos presenciaban. Palideció, con el corazón latiéndole en la boca—. Usted…usted…está muerta.

Agnes no se inmutó, no le dio ningún gesto más que el de la más gélida indiferencia.

—Ahora puede notar que no es así— le señaló la silla—. Tome asiento, usted y yo tenemos muchas conversaciones pendientes.

Cuando se recuperó de su conmoción, se irguió y la miró serio. ¿Era esa su dulce esposa Agnes?, ¿aquella jovencita que lo veía siempre con ojos deslumbrantes y enamorados, con una sonrisa radiante y que lo llenaba de atenciones?. No sabía que sentir, no sabía que dirección debían tomar sus sentimientos al verla más hermosa, como toda una mujer. Sonrió, sin sentarse, y se acercó a ella, inevitablemente atraído hacia esa aura fría que la rodeaba.

—¿Ha venido a vengarse de mí?.

—Al principio sí, pero ahora vengo a negociar. Mantenga la distancia, no hace falta decirle que no soy la joven ingenua de diecisiete años que intentó asesinar.

Debía estar loco, porque en vez de querer destruirla como lo había hecho sin pensar hace siete años, sólo deseaba poder tocarla y sabía que aquello era peligroso.

—Si usted no hubiese no se hubiese metido donde no la llamaban—
—¿Está justificando sus acciones?. No lo haga por favor, es deplorable. Sólo vayamos al grano. Quiero a mi hijo y esa es la única razón por la que no he acabado con su vida.

Abraham se carcajeó y la miró incrédulo—.¿Acabar con mi vida? Por favor, sabe muy bien que clase de persona soy, no se donde estuvo pero le aseguro que ni con todas sus ansias de querer vengarse de mí podría acabarme. No voy a darte a mi hijo. Si quieres estar con él, entonces vuelve a ser mía— dijo sin preámbulos muy cerca de su rostro.

Agnes sonrió alzando su mano y colocando la pistola que tenía oculta entre su capa debajo de la barbilla del hombre. El marqués de inmediato se tensó al sentir el frío metal.

—Creo que no me estoy explicando del todo bien. No te estoy pidiendo que me des a mi hijo, te estoy avisando, para que no me dificultes las cosas— manifestó. Abraham intentó quitarle el arma pero Agnes, con reflejos más rápido, le golpeó en la nariz con fuerza logrando que se echara hacia atrás. Le volvió a apuntar—. ¿Qué no podría acabarlo? ¿Sabe cuántas oportunidades tuve?. En el baile, como cleopatra, en la ópera e incluso aquí, en esta misma casa.

Abraham la observo anonadado—. Tú eres la mujer…

—Por el amor que le tengo a mi hijo, no estoy dispuesta a acabar con la vida de su padre, a menos claro, que no se haga de rogar. Así que no volveré a repetirlo; siéntese y conversemos como personas civilizadas.

Abraham sonrió—. Que ruda se ha puesto, me encanta— apretó sus dientes sin dejar de ver el cañón de la pistola.

Agnes abrió su boca para empezar a hablar pero fue interrumpida por los escándalos que se escuchaban afuera.

—¡¿DÓNDE ESTÁN?!.

No podía ser. ¡¿Cómo había llegado tan rápido?!.

—Milord, por favor, no puede entrar así.

El sonido estrepitoso de la puerta de madera pegando contra la pared hizo que Agnes cerrara sus ojos y maldijera.

Duncan parecía un volcán a punto de hacer erupción, su rostro estaba rojo de la ira, su pecho subía y bajaba violentamente y sus puños estaban apretados.

AGNES(SERIE:FEMME FATALE #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora