Prólogo.

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"¿Estás bien?" —me preguntó.

Lo miré y cuando quise responder mi garganta se encontraba seca. No pude decirle nada, estaba ausente.

Me fui y lo dejé allí, no me importó lo que pensara ni tampoco lo que pudiera hacer, estaba harta de todo, de mi vida, de la muerte, de la realidad...solo había algo que podía tranquilizarme y era mi cama.

Cuando llegué a ella no hice más que acostarme y quedarme. Por más que intentara aparentar estar bien, si me hacían esa pregunta mis barreras caían sin mucho esfuerzo. Era una pregunta detonante.

Tampoco es como si estuviera mal, la verdad es que de hecho estaba bien; el problema consistía en que tenía a una enemiga mortal llamada mente y si pensaba mucho, las cosas podían dar un giro de 180 grados.

Bueno...puede que no estaba tan bien como quería creer.

—Joder...

No sabía ni siquiera en que pensar, así de jodida estaba mi mente.

Tenía un enrollo de cosas en la cabeza y trataba de decirme: "¡Está bien! cualquiera en su santo juicio tiene problemas, cálmate, supéralo, avanza"... ¿por qué no me hacía caso?

Mi vida es bastante común, todos tienen problemas y todos por alguna razón siempre están tristes o felices. Tener problemas es normal pero, ¿por qué lo es?

No entiendo cuál es el motivo para estar en un sube y baja constante, que nunca se detiene y que está presente en cada uno de los pasos que damos. ¿Por qué diablos debemos estar bien y responder que estamos bien? O peor aún ¿por qué debemos estar mal y responder que estamos bien?

Pero el colmo de los colmos... ¿Qué es estar bien?

Solo llego a la conclusión de que no me parece raro escuchar a las personas decir que "me falta esto para ser feliz" o "si pudiera lograr esto, mi vida sería mucho mejor" siempre lo escucho.

Me encantaría decir que tengo la respuesta a esa pregunta, de hecho si la tuviera entonces probablemente no estuviera lamentándome ahora, es más, creo que sería millonaria porque por alguna inexplicable razón, todos necesitamos la respuesta a como ser felices.

Pero no la tengo... maldición.

Sonó mi teléfono indicándome que me había llegado un mensaje, así que lo busqué en la cama con mi mano y cuando lo agarré prendí la pantalla y leí lo que decía.

"¿Estás bien?"

Lo leí como seis veces o hasta que me cansé, pero se grabó en mi mente como si se tratara de un tatuaje. Me hizo recordar.

Antes fui víctima de bullying.

Burlas, chantajes, todo a lo que pueden llamarle acoso o discriminación. Fue una etapa dura en mi vida y sobretodo porque no entendía lo que significaba amarse así mismo. La verdad es que no es algo que te enseñan específicamente cuando te dicen como debes comportarte ante el mundo, que te vistas de tal manera o que debas enamorarte del chico que tenga la sonrisa más linda. Pueda que hasta todo lo que te hayan enseñado tus padres sea una completa mentira sin que te dieras cuenta.

Pero en fin, valga la redundancia a todo eso, lo que quiero decir es que no sabía amarme, ni siquiera tenía la mínima idea de que era el amor hacia mí. Me da risa entender que tenía tantas mentiras en la cabeza del supuesto amor que me tenía y de la supuesta valoración que tenía por mi persona y no pude entenderlo hasta que sufrí molienda en carne viva. Ya saben, miles de insultos, mentiras, críticas "constructivas" y un sinfín de parloteo de personas que estaban peor que yo.

No soy perfecta a la vista de la sociedad, pero puedo serlo ante mí y es un sentimiento que al menos todos deberían tener en algún punto de su vida.

El teléfono volvió a sonar y lo prendí nuevamente entre mis manos.

"¿Me vas a responder o te harás la tonta?"

"¿Estás bien?"

Lo volví a ignorar.

No sé si creo en Dios, en los ángeles o los santos, pero antes sentí como una aparición en mi cuerpo.

Mis piernas temblaban y sentía que podía caerme, mi corazón latía a milla y dentro de mí había un cosquilleo intenso que no dejaba de parar. Ni pensaba. Le busqué miles de significados y a su vez investigaba como científico las razones de su aparición, hasta incluso fui a la iglesia en busca de respuestas y del Internet para encontrar más experiencias como la mía.

No tenía como descifrarlo ni cómo explicarlo, de hecho nadie pudo darme una respuesta de la que estuviese completamente satisfecha, pero allí estaba, en mí, sin haberlo decido y no tenía nada más que aceptarlo.

Lo diagnostiqué como el amor.

Al principio no me gustaba, me hacía sentir diferente, real, como si de verdad mereciera todo lo que había vivido para llegar a esto. No puedo explicar de manera concreta por qué sentía lo que sentía, pero puedo afirmar que mi manera de ver el mundo cambiaba poco a poco.

De cierta forma fui aceptando mi pequeña realidad, quien era, quien soy, quien seré...no por culpa de un hombre, ni de una mujer, ni de nadie. Era mi culpa, yo me estaba amando.

Poco después conseguí un novio, me sentí aún más feliz y ciertamente tenía un balance emocional que tanto había implorado.

Era feliz porque yo me amaba y amaba a los demás.

Estudiaba, disfrutaba mi vida al máximo con 20 años con alguien que me quería, con mi familia al lado y todas aquellas personas en las que confiaba.

Vivía.

Escuché la última notificación de mi teléfono y revisé el mensaje.

"No lo volveré a preguntar, Ariana"

Luego, como una vieja amiga que vendría a visitar, me encontraba en la misma posición en la que siempre odié estar.

Mi novio había desaparecido.

"No" Le respondí.

Tratando De Encontrarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora