Presente.
2 de agosto del 2018.
90 días desde su desaparición.
La muerte es verídica.
No tiene mucha explicación y es uno de los grandes misterios de la vida.
Aun así, es el final que está escrito en la última página de nuestro libro.
Lo gracioso es que después de haber pasado tantos años aun nadie entiende el fin, el porqué de morir o de que un día haces todo lo que amas y al otro acabas en un ataúd sin nada. Lo único de lo que estoy al tanto es que es dolorosa y que es irrefutable.
No tengo una respuesta del porqué y no sé si alguien la tenga, aunque nuevamente los religiosos hacen acto de presencia y me dicen que Dios nos tiene preparado algo realmente hermoso y encantador, que nuestra alma irá al cielo y seremos eternamente felices. No lo sé, puede que no lo crea mucho, pero tengo la esperanza.
Supongo que lo que me gusta de la muerte es que no puedo entenderla. No puedo encontrar palabras precisas que sean totalmente acordes a lo que se siente, ni siquiera sé qué pasa con nuestra alma, si es cierto de que reencarnamos o de que nos vamos al cielo por nuestras buenas acciones. Nadie en su santo juicio puede decirme o hacerme creer que sabe cómo es, porque si no entonces pensaría que estoy hablando con un fantasma o que me he vuelto absoluta y completamente loca.
Por otra parte, existe la situación en donde alguien que conocemos muere.
Si fue alguien cercano, un amigo o conocido, duele. Si fue un artista o famoso al que idolatramos, duele. Si fue un familiar, mamá, papá o hermano, duele muchísimo y la única conclusión que poseo es que dolerá de cualquier manera aun si tratamos de evitarla o no.
Por eso, en mi corta experiencia nunca me han gustado los funerales.
No soy el tipo de persona que sabe dar apoyo emocional a quien lo necesita y con mi historial depresivo, sentirme mal no es una buena opción al momento de decidir si ir a un funeral o no, por eso la mayoría de las veces lo evito y me quedo en casa con la excusa de: "me siento muy mal como para ir allá" o "tengo exámenes pronto, la próxima vez te acompaño" Mis padres no protestan mucho así que es fácil salirme con la mía, sin embargo, el sentimiento abrumador que se produce cuando esa persona ya no está, sigue allí y me es difícil quitarlo.
La mayoría de las veces es un vacío intenso en mi estómago y no es raro que mi mente me haga malas jugadas cuando ocurre. Me coloco a pensar que ya no veré más a esa persona, que no podré hablar con ella, reír, divertirme, vivir la vida que por alguna razón se le había arrebatado y que yo seguía viviendo. Me pregunto por qué yo sigo viviendo o ¿cuál se supone es la razón de mantenerme con vida sin aún saber mi propósito?
También me da miedo saber que puedo morir en cualquier momento y no sentirme plena por todo lo que he hecho. Hasta en cierta parte me cuestiono si todo lo que he hecho ha sido mi propia decisión y no la manipulación de los demás o simplemente presión social de la que me sofoca constantemente. Son muchas dudas de doble filo y cuando las pienso de manera recurrente eran fugaces en hacerme sentir mal. Pasó cuando murió Peter y pasa constantemente cuando pienso en qué diablos fue lo que pasó con Lucas.
Tristemente, hoy era uno de esos días en los que pensaba demasiado.
Me llegué a levantar casi a las once de la mañana. Estaba con Mía porque quiso quedarse conmigo mientras mi madre se fue con mis abuelos y Andrea a comprar unas cosas al centro comercial. Mi padre se fue a su trabajo como era la costumbre.
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Tratando De Encontrarte.
Teen Fiction¿Qué harías si el amor de tu vida desaparece? Foto: @albamarina Silva.