El despertar de una leyenda- Parte 2.

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Abraham sin palabras por la situación, se quedó mirando como la arquera esquivaba los ataques del monstruo verde con facilidad, titubeo si ir a ayudarla o a salir corriendo. La chica esquivaba los golpes devastadores del "orco" rodando por el suelo y buscando la oportunidad para poder sacar el arco y realizar un ataque, lamentablemente la bestia por más que era pesada y grotescamente muscula, en uno de las esquivadas que dio la arquera, desenvainó el arco y trató de dispararle, pero el orco le dio de lleno con el tronco podrido, esto hizo que la arquera se estrellara contra un árbol y el arco cayera en los pies de Abraham.
Había una distancia de 50 metros entre Abraham y el orco.

- V-Vamos muchacho, usa el arco de una maldita vez.

Todo pasaba lento para Abraham, se agachó y tomó el arco, apuntó, respiro hondo y freno la respiración, ya concentrado en lo que iba a hacer, cargo la flecha y se la lanzó. La flecha serpenteaba en dirección al orco, las plumas le hicieron un pequeño corte en la mejilla a Abraham, cuando el orco se giró a ver que era el ruido de resorte que provocaba el arco, la flecha impactó en el hombro del orco, quien cayó de espaldas como si fuese un tronco lo que lo golpeaba.

- Bien hecho.-la arquera sonrió y sacó su cuchillo de mano mientras se alejaba del orco-.

El orco se levantó como un viento y miró con ojos sedientos de sangre a Abraham quién empezó a correr.
El orco comenzó a gritar, parecía más un rugido lanzado por un oso que un grito, con esa voz gruesa y ronca que lo destacaba ferozmente.

- Tú humano...empezó a hablar en una lengua ininteligible-.

Abraham: Yo humano, salgo corriendo.-dijo desesperado mientras huía del orco-.

En unos pocos pasos que dio el orco, llegó enseguida a las espaldas de Abraham, lo tomó con sus manos deformes y lo voltio para que lo vea cara a cara, lo comenzó a oler como si fuera un platillo principal de su alimento, luego hecho una risa que asusto a Abraham, el cual empezó a patalear.

Abraham: Suéltame bestia inmunda, seas lo que seas, ¡N-no te tengo miedo! Espero qu...

El orco interrumpió sus palabras lanzándolo contra un árbol, el impacto hizo que una rama del árbol se clave en su brazo izquierdo, él grito del dolor y escupió sangre por el impactó. Luego de eso sintió como si ese golpe le quitara las pocas energías que le quedaba, aturdido por el golpe, colocó una mano sobre la rama intentando quebrarla.

- Tú... Serás mi cena.-resopló como si fuera un caballo-.

Un "Atach" se escuchó a lo lejos. Luego de eso cinco flechas a gran velocidad impactaron contra el pecho del orco, el cual cayó de rodillas mirando en dirección del ataque, miraba por atrás de Abraham. Se escuchaba el ruido de metales chocando con otros metales, como cuando se afilan los cuchillos. Cinco hombres saltaron enfrente del orco, llevaban unas armaduras de plata o acero, era imposible identificarlas, solo llevaban el color gris/platinados, en sus espaldas llevaban unos carcaj acompañados con sus arcos, en las manos de cada uno había una espada apuntando al cuello del orco, este soltó el tronco podrido y levantó los tres brazos como un ladrón atrapado por los policías.

Abraham: A-ayúdenme por favor.-dijo con la voz un poco quebrada-.

Uno de los tipos giró y se acercó a Abraham. Le dijo que se mantenga tranquilo, cortó la rama con su espada y sostuvo el brazo lastimado con cuidado. Enrique era su nombre, así se presentó, al igual que Abraham a él.

Enrique: Vaya muchacho, te tendré que llevar con un médico, esto se puede infectar.-le sonríe amable y luego lo ayuda a levantarse-. Eres fuerte al sobrevivir al ataque de ese monstruo.

Abraham: ¿Por qué lo llaman "Atach"? Si eso es un orco.-habla mientras caminan a la ciudad-.

Enrique: Es normal que se confundan, pero los orcos tienen dos brazo y no tres, aparte de que ya no atacan a los civiles, tenemos un acuerdo supuestamente de paz.

Abraham: Vaya, entiendo. Oye, como que el brazo ya no me duele tanto, y creo que puedo caminar solo.

Enrique: No, no. No es posible.-mira su brazo-.

La herida que tenía el brazo de Abraham, se estaba cerrando por sí sola y empezaba a cicatrizar. Enrique miraba la escena asombrado, sus ojos se dirigieron hacía los de Abraham quien también estaba perplejo e impresionado por lo que estaba pasando.

Enrique: T-Tengo que...-traga saliva-. Llevarte con el rey Mozet, eres de quien él hablaba. Vamos corre conmigo si ya te recompusiste.-salió a trote en dirección a la ciudad-.

Abraham empezó a alejarse de su ignorancia y comenzó a razonar, una bestia verde y musculosa llamada "Atach", orcos, chicas y hombres con armas, despertarse en un lugar distinto a donde había dormido, sentir dolor, etc. Se dio cuenta que no era un sueño, de alguna forma extraña viajó en el futuro o se fue a otra dimensión paralela a la que yacía antes. Miles de preguntas pasaron por su cabeza, la sacudió y siguió confundido a Enrique.

Abraham: Oye, quién es Mozet?

Enrique: Es el rey de estas tierras y nosotros somos sus soldados, ¿Tú de dónde vienes?

Abraham: Yo soy... De Potes.-susurró las últimas palabras que dijo-.

Enrique: ¿De dónde? No te oigo mientras corres.

Abraham: De un pueblo olvidado, a unos kilómetros de aquí, vine a conseguir trabajo.

Enrique: Ohhh, créeme que ya lo conseguiste.-acelera el paso-.

Abraham: ¡Espera un momento!-dice agitado-. "Ya se lo que sentía Lucas cuando corría detrás de mí".

El camino por el cual iban él y Enrique era una colina, no había tanta densidad de árboles cuando se iban acercando, esto se debía a los taladores.
Llegaron a la entrada del reino o ciudad, él no sabía lo que era. Unas murallas de 15 metros lo rodeaban, la puerta de una madera muy oscura estaba frente a ellos, había un par de guardias custodiando la misma puerta y a los laterales había unas torres con arqueros arriba del todo.

- Vaya. Tu eres la famosa leyenda.-dijo un hombre que estaba en el suelo, sentado y con los ojos blancos-.

Abraham: ¿Cómo? Yo no soy ninguna leyenda, a lo sumo Will Smith lo será.

Enrique: Ignóralo, es un vagabundo loco, dale unas monedas y se callara.

Abraham buscó entre sus ropas y encontró la moneda de plata marcada con una "x" en medio, se la colocó en la mano y se la cerró sonriendo.

- Tú muchacho, recuerda esto: "Nadie de aquí te dirá la verdad".-se rió como un viejo-.

Enrique: Bueno, vámonos hombre, te tengo que llevar con el soberano.

Abraham lo siguió y al voltearse al ver logró escuchar como el ciego decía su nombre y sonreía mientras las puertas de la ciudad se cerraban.

Abraham: ¿Cómo rayos supo mi nombre?

Enrique: Y yo cómo diablos voy a saber, tal vez te conoce de tu pueblo.-ríe-.

Abraham: Sí, seguramente sea un cuento para otro día, ¿no? Ja, ja.

Un hombre embistió a Abraham e intentó atacarlo con la espada que portaba, pero Enrique fue más veloz y puso su espada en medio, la cual frenó el golpe.

Abraham: H-Hatari...
Enrique: ¡Hatari!

Legión de HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora