El despertar de una leyenda - Parte 3.

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El filo de las espadas rechinaban una con otra, Abraham retrocedió alejándose de cualquier peligro y los dos quedaron haciendo fuerza espada contra espada, esto llamó la atención de la gente quienes se quedaron mirando mientras cuchicheaban.

Hatari: Tú no tienes por qué meterte en esto. ¡Respeta a tu general!

Enrique: ¡¿Estás loco?! Es un civil y no...-patea a Hatari y le lanza un espadazo el cual es detenido y respondido, así sucesivamente-. ¡Debes de hacer eso!

Ambos concluyeron de repetir los ataques y se alejaron a una distancia de 2 metros uno del otro.
Enrique iba a hacer lo posible para defender a Abraham, aunque sea solo un civil. Hatari estaba molesto sin sentido alguno, tal vez sea porque pensó que le robó algo.
Se sentía la tensión en el aire, los rostros fríos y concentrados de los dos, mirándose a los ojos fijamente, parecía que había algún tipo de pica posteriormente a todas estas actitudes. La gente se calló, Abraham se levantó y como si fuera instantáneo, Hatari atacó. Le lanzó un espadazo a Ezequiel, este lo esquivo con facilidad, aprovecho que Hatari había quedado desequilibrado por el ataque feroz que lanzó y fue ahí cuando le metió un rodillazo en el estómago y lo empujó al suelo, no cayó, pero quedó de espaldas a Enrique.

Enrique: Vaya, parece que has perdido el toque.-sonríe-. General.-dijo haciendo una pausa entre sus palabras-.

Hatari se enojó aún más y le tiró la espada a la cabeza, literalmente, se la arrojó encima, Enrique quien perdió tiempo esquivándola fue embestido luego por su agresor.
Lo tenía a su merced, la espada de Hatari habría quedado lejos de sus manos al recibir el golpe y estaba inutilizado ya que las rodillas de Hatari estaban apoyadas en sus brazos, dejándolo sin poder hacer nada.

Hatari: -le escupe la cara-. Sigues sin aprender mucho.-le da un golpe en el rostro, el cual lo noquea-. Ahora vendrás conmigo ladrón.

Se giró en busca de Abraham y retrocedió al sentir el frío del metal en su garganta, y era nada más que Abraham había tomado la espada de Enrique y apuntaba en dirección a la garganta de Hatari.
Hatari solo sonrió.

Hatari: Y dime, ¿Qué harás? ¿Mataras al hijo del escriba? La mano derecha del rey.-dice chocando su lengua con el paladar-.

Abraham: Ya me canse de que intentes capturarme, usare esta espada para defenderme en tal caso.-la pone a la altura de sus hombros preparado para pelear-.

A todo esto, llegaron más personas, pero vestidas con armaduras como los hombres que rescataron a Abraham tan solo hace unos momentos, Hatari les levantó la mano izquierda, como dándoles unas órdenes y estos quedaron quietos.

Hatari: Denme...-suspiró lento, con los ojos cerrados-. Una lanza.

Uno de los guardias se la lanzó a las manos, Hatari la tomó y empezó a darle vueltas sobre sus manos y espaldas, hacia malabares con la misma.
Abraham se cansó de esperar y se dirigió con gran velocidad a Hatari, intentó hacerle un tajo en la pierna, pero Hatari frenó el golpe con la lanza, luego la tiró hacia arriba y mientras caía le metió un duro golpe en las costillas, al caer su lanza de nuevo en sus manos, le pegó con el lado de la madera en el rostro. Abraham rodó por el suelo y se levantó con intenciones de seguir peleando.

Hatari: Eres resistente muchacho, pero no espero mucho de un ladrón.-le lanza una estocada al pecho-.

La estocada iba perfectamente dirigida a su pecho, pero logró esquivarla dando una vuelta, quedó frente a ella y la cortó a la mitad con un furioso ataque, Hatari soltó lo que quedaba de su arma y lo miró asombrado.

Enrique: Corre muchacho...

Hatari: ¡Atrápenlo!-gritó furioso e indignado-.

Abraham: -suelta el arma y le hizo caso a Enrique, salió corriendo-.

Los guardias empezaron a correrlo, la ventaja que tenía Abraham sobre ellos, era que no portaba armadura, esto le permitía ser más veloz y escurridizo que los otros.

Abraham: Vaya Lucas, tardaste bastante en llegar aquí arriba.

Lucas intentaba escalar el reloj de la iglesia, pero resvalaba con las enredaderas y tenía que hacer un esfuerzo extra para no caerse.

Lucas: Aún no he subido.-dijo colorado por la fuerza que hacia-. Me vendría bien una mano.-agitado-.

Abraham: -lo ayuda a subir-. Mira, que hermosa es nuestra ciudad.-señala desde arriba de la torre de reloj-.

Lucas: Si, es hermosa, aun que prefiero verla desde tierra.-ríe en conjunto con Abraham-. No volveré a subir más a lugares como estos, no soy como tu, no soy tan ágil.

"Y era verdad, Abraham escalaba a gran velocidad las paredes o cualquier tipo de muro, también era muy veloz en superficies planas y montañosas..."

Abraham seguía corriendo por todo el pueblo, esquivaba a las personas y las corría con las manos así no se interponían en su camino. Ya no se oía el chocar de la cota de malla con el acero de la armadura, eso hizo que Abraham baje un poco el ritmo y empiece a contemplar sus alrededores. Esa ciudad, o Reino, se parecía mucho a su pueblo natal, hasta tenía una torre del reloj, pero esta estaba siendo custodiada por dos arqueros.

Abraham: No sé en qué año estaré, pero parece la edad media.-se puso a pensar apoyado en una puerta-.

- ¿Esta no es tu casa, verdad muchacho?-dijo un hombre acercándose a él-.

Abraham: Oh no, yo sólo estaba apoyado y pensaba un poco.-le da lugar de paso creyendo que era el dueño de la casa-.

- Tranquilo muchacho, sé que estas siendo perseguido por la guardia, te vi en la entrada del pueblo.

Abraham: Puedo explicarlo, yo sólo me quería defender.-se pone un poco nervioso-.

- No te alteres muchacho.-oye los gritos de los guardias a lo lejos-. Soy Samuel y está es mi casa. Ven, pasa antes de que te atrapen los guardias.-abre la puerta y empuja de forma educada hacia adentro-.

Abraham: Muchas gracias Samuel, yo me llamo Abraham.

Samuel era un hombre de 35 años, medía aproximadamente 1.75 y era un poco flaco, su pelo ya estaba blanco por completo y tenía unos ojos verdes muy hermosos. Vestía unas pieles que resaltaban sus músculos y cargaba un conjunto de dagas en su cinturón.
Se puso a preparar el té y comenzó a hablarle.

Samuel: Tú no eres de por aquí, cuéntame qué haces aquí o porque lo estás.

Abraham: Sabes, es una historia muy larga.

Samuel: Tengo todo el tiempo del mundo.-le sirve el té y Abraham se lo agradece-.

Justo cuando iban a emplear la charla, un hombre sale de una de las habitaciones y los mira a ambos asombrados.

- Ey, ¿A quién has traído Samuel?-le extiende la mano a Abraham-.

Abraham: Soy Abraham un gusto.-se la estrecha-.

Samuel: Bueno, ya se te va a presentar él mismo.-sonríe-.

- Un gusto, soy Servil, a sus órdenes.

Abraham se levantó de la mesa de golpe, volcando el té y tartamudeo hasta poder hablar, ya lo había comprendido todo.

Abraham: ¿D-DijisteServil?

Legión de HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora