trece

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Gala toca la puerta, se siente tosca y seca bajo sus manos. Hay una pequeña mirilla. Unos segundos después, una chica pelirroja de no más de quince años abre. Con grandes ojos verdes les mira curiosa.

—Hola, me llamo Abigail Rocco, pero me dicen Abbi —se presenta y mueve la mano alegremente en un gesto de saludo—. ¿Cómo se llaman ustedes? —pregunta.

Lleva un pantalón de pijama morado y una camiseta dos veces más su talla de color blanco.

—Bueno, yo soy Zachary y ella es Gala McKenna. ¿Está Aria Rocco por aquí? —responde con una sonrisa amable y Gala lo mira algo celosa por su actitud.

Sacude su cabeza. «No, no debería estar pensando en eso», se dice.

El rostro de Abbi se vuelve completamente rojo —casi como el color de su cabello—-. Gala les observa en silencio, no le gusta hablar con personas “nuevas” y le incomoda el hecho de que aquella chica tiene que saber por qué están aquí, así que, se mantiene callada.

—¿Quieren hablar con una —respira profundo— médium? —indaga por lo bajo y los mira a ambos, ampliando sus ojos.

—Exacto —refunfuña Gala y patea el suelo.

Se avergüenza un poco de su actitud pero Abbi si le queda mirando fijo, como reconociendo, —por fin—, que ella está aquí.

—Adelante —dice y abre la puerta de par en par. Su tono es serio y ya no actúa como la chica de hace unos momentos.

Grita “madre, te quieren hablar. Es sobre el tema M” y acto seguido, se esfuma del lugar como una sombra que nunca hubiera estado. Gala y Zach se miran desconcertados sin saber de dónde vino tan repentino cambio de actitud.

Observan el interior de la casa, dos bonitos sillones vintage de color morado están colocados en torno a una mesa de centro hecha de roble que tiene encima artefactos, todos hechos de cristal. Hay tres ventanas que cubren las paredes y están cubiertas con unas cortinas de un color verde olivo y la escasez de luz solar le da un aspecto lúgubre a la estancia. Los pisos son de madera, lucen impecables y limpios.

Una mujer baja las escaleras, tiene un turbante celeste y unos pantalones de gitana azul oscuro que la dan cierto aire dramático. El cabello rojo cae despeinado hasta las caderas y es vivo ejemplo de su hija con más años encima. Se para frente a ellos y los observa intensamente, incomodándolos.

—¿Qué necesitáis de mí? —pregunta con un deje de bohemia y extravagancia no en solo en cada palabra que dice, en ella completa, como todo lo demás en el lugar.

—Queremos saber sobre un espíritu —responde Gala mientras se queda paralizada. No cree que esté —por segunda vez— hablando con una persona a la que llaman médium.

—Oh, queridos míos. No os inmiscuíais en asuntos que no son de vuestro interés.  Dejad que el mundo corra —les aconseja Aria y mueve su nariz respingona junto a su mano en forma de negación. Camina hacia las escaleras, dispuesta a comenzar su camino de regreso.

—¡Es que sí es de mi interés! ¡Me atormenta a mí! —grita desesperada en su intento de recobrar las esperanzas. Por su madre, porque se lo prometió a ella.

Aria se acerca rápidamente y la acuna entre sus brazos. Gala quiere mantenerse fuerte pero emite un pequeño sollozo y se abraza más a la mujer. Comienza a contar la historia de principio a fin y piensa que lo haría mil veces más con tal de encontrar la llave para volver a ser feliz.

Aria le toma la mano y mantiene la vista pérdida. El silencio se instala en el lugar y Zach comienza a inquietarse. Los ojos de la pelirroja se tornan rojos como en alguna rara película. Y de una manera repentina, vuelve en sí.

Horror NightsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora