—Deberíamos buscar a otra médium. Esa no funciono para nada —dice Zachary. Gala le observa, tratando de identificar sí es una broma o no. Su amigo mira hacia el frente, obstinado y con ganas de encontrar una respuesta.
—¿Es en serio? —Pregunta con una ceja levantada. No puede creerlo. Todavía recuerda la mirada que la mujer le daba, con sus ojos grandes observándola atentamente y luego lo demás. La forma en la que se alteró, como sí Gala en sí fuera la maldición, lo malo. El motivo.
—Sí —contesta confundido él. Caminan a la casa de Gala, ambos con sus mochilas al hombro. A esta hora, el timbre del colegio debe haber anunciado el fin del período escolar por lo que se apresuran a la casa de ella y así, no tener que dar explicaciones de por qué salieron del colegio.
—¡No, Zach! ¡Basta! Estaba bien, trataba de adaptarme, me estaba acostumbrando, así que no me vengas con esto, joder. —Su rostro se torno rojo por el enojo que contiene dentro—. ¡Oh, sí, le haré caso a Zachary para que una maldita señora me gritara y prácticamente, me pateé fuera de su casa diciendo que moriré! —Exclama. Él retrocede unos pasos, sin creer del todo lo que Gala le ha dicho.
—¿Tratabas de adaptarte? ¿Qué dices? ¿Qué esperabas que esa cosa te hiciera esto porque te estabas “acostumbrando”? ¡Sí pensé que esa vieja estaba loca, tú lo estás más! —Vocifera irritado ante tales palabras y comienza a caminar hacia el lado opuesto.
—¿Qué haces, Zach? ¿Huirás como siempre? —Le reclama. Quiere tratar de bajar los humos, pero está tan encolerizada y cree que él se lo merece. Las palabras que le dijo él no eran nada agradables o eso piensa ella.
—Esta vez tengo un buen motivo, huyó de una demente —le dice distante y se aleja caminando rápidamente.
Gala trata de acompasar su respiración y actuar normal, a pesar de que muchos de los que estudian en el mismo colegio que ella —y otras personas que pasan por el lugar—, les miran, extrañados. Emite un bufido. Y cree que ya nada de lo que piensen los demás le importan, tienes problemas más grandes.
Mantiene la mirada baja, pateando una piedra todo el camino hasta su casa. La adrenalina ha dejado de correr por su cuerpo pero se siente igual de encolerizada que antes. Antes de entrar al terreno que cubre su casa, un espacio grande a decir verdad. Una gran casa de dos pisos se extiende por todo el lugar, rodeada de un patio el doble de grande. Suspira, cada vez que su hogar un escalofrío recorre su cuerpo porque, muy dentro de sí, sabe que es el culpable de todo.
Mira el reloj en su muñeca, falta media hora para que su madre llegue junto a sus hermanas y cuatro más para que su padre llegue. A pesar de todo, no quiere entrar, mira con recelo a los alrededores, pensando que alguien, algo o esa cosa, saldrán desde los arbustos para hacerla gritar despavorida. Se sienta en la acera, esperando a su madre.
Los minutos pasan y se comienza a aburrir, se lamente de vivir alejada porque de esa manera, no tiene nada con quien hablar. Además, no es como si tuviera muchas personas con quien charlar, solo Spencer y Zachary, lo que hace que solo quede Spen por su gran discusión con Zach.
Sabe que él tiene razón en parte. No debía haber dicho que se estaba acostumbrando porque no era cierto. Cada día, tardaba horas y horas en poder conciliar, por lo menos, dos horas de sueño. Incluso, una noche con tal desesperación, le robó las píldoras para dormir de su madre. Solo lo hizo una vez porque al día siguiente, su madre alarmada, comenzó a buscarlas y le dio una reprimenda terrible a sus hermanas menores —que no tuvieron la culpa— por tomar las cosas sin permiso.
Y no es lo único, había días en los que no comía, con la absurda idea de que moriría envenenada. La última cosa que adoptó, fue una manía de morderse las uñas hasta el punto de que comiencen a sangrar y solo cuando eso sucede, para. Días después, retoma el vicio nuevamente como un ciclo repetitivo.
Más de treinta minutos pasan y su madre no llega. Comienza a impacientarse y mueve sus pies una y otra vez rápido. ¿Qué habrá sucedido?, piensa. Su teléfono celular marca una llamada entrante por parte de su padre. Contesta rápidamente.
—Aló. ¿Qué sucede? —Pregunta. No es normal que su padre llamé y aún menos normal cuando está en el trabajo.
—Tu madre… —Emite un gorgoteo—. Tus hermanas… están en el hospital, Gala —dice, tristeza impregnando cada palabra que sale de su boca.
—¿Qué les pasó? —Interroga aún más preocupada que antes. Se escuchan algunos sollozos ahogados de su padre, son débiles y trata de disimularlos.
—Tuvieron un accidente automovilístico. Están graves en el hospital, Gala. Voy hacia allá —responde y cuelga inmediatamente. Las palabras caen como un balde de agua helada. Por eso no habían llegado, piensa. Se siente culpable por enojarse al no ver a su madre llegar.
Su respiración se acelera y comienza a hiperventilar. Todo sucede a cámara lenta para ella, mira hacia ambos lados. La calle está desierta, no hay nadie que la pueda ayudar. Se recuesta en la acera e intenta recordar como respirar. Sus ojos quieren cerrarse; su cuerpo, descansar. Parpadea rápidamente, forzando a sus manos o piernas a moverse pero parecen no hacerle caso. Se encuentra desesperada por una salida. Trata de encontrar su mochila, no llega a alcanzarla. Alguien se acerca a paso apresurado, pero ya es tarde, ella se desmayó.
Zachary comienza a correr cuando ve que Gala ha cerrado los ojos. Trata de despertarla, ventilando su rostro con un cuaderno de notas dentro de su mochila. Venía a disculparse por lo ocurrido, ella no tenía la culpa de nada. Y se encuentra con aquella escena. Lo que alcanzó a ver fue cuando terminó la llamada y ella se alteró.
Al ver que no funciona, la carga entre sus brazos y comienza a correr hacia la ciudad o con la esperanza de que pase algún taxi que los pueda llevar al hospital más cercano. Para su suerte, Bradley, un amigo de Zachary va pasando y se ofrece a llevarlo cuando esté último le explica la situación. La recuesta en el asiento trasero del coche y se coloca en el del pasajero. Quince minutos de viaje y ya se encuentran frente al edificio pintado completamente de blanco.
Zach coge una llamada en el celular de Gala, su padre —nuevamente—.
—Señor, soy Zachary, su hija se desmayó —dice y continuo, le da el nombre del hospital en el que se encuentran. Recuerda como el padre de ella desaprueba su amistad, pero no le interesa, hay cosas más importantes.
—¡¿Qué?! —dice alarmado pero con cierto aire de disgusto al saber quién es. Zachary camina por la recepción, cargando a Gala en sus brazos y con el teléfono entre su hombre y el oído, pidiendo una camilla, le atienden rápidamente al ver a la chica entre sus brazos.
Puede alcanzar a ver al padre de Gala, que sale del ascensor.
—Gracias —dice seco.
Anuncia que él es el padre de la joven desmayada y le dan unos papeles para que llene con los datos correspondientes. Zachary mira las últimas llamadas, la curiosidad dentro de él necesita saber quién fue la persona con la que habló por última vez porque no se explica cómo sucedió todo. Marca una ‘X’, al final de la hoja y se la da a Zachary que lee la pregunta.
“¿Cómo sucedió?” y él lo escribe tal y como fue. Sin entender todavía como una llamada de su padre pudo causar que ella se desmayase.
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Horror Nights
ParanormalCuando crees que todas las pesadillas están en tu mente, sabrás que no es así, por que ese algo llegará para demostrarte que estás noches de terror son verdaderas. Espéralo, viene a por ti. Cuídate, te quiere herir. Pero no le temas, lo puede sentir.