dos.

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El resto del día escolar paso sin nada importante para mencionar, hablo con Spencer y Zachary (sus dos mejores amigos).

Llega a su casa y ve una carta, la toma. Esta completamente blanca y común, sin destinatario ni remitente, vacía. Y entonces, la abre, una hoja A4 perfectamente doblada en tres pedazos normal, la desdobla. Ahoga un grito al ver una mancha de sangre, seca, oscura y esparcida a lo largo de la parte inferior.

Mira a los alrededores, buscando al culpable de aquella horripilante cosa, no alcanza a ver a nadie. Miedo recorre su cuerpo.

—¿Quién anda ahí? —pregunta temerosa. Escucha un ruido proveniente del patio trasero.

Toma la hojas y la pone en su bolsillo trasero, camina hasta la parte de atrás, todo está en orden, un gran árbol destaca entre todo lo demás y algunos otros rodeando el terreno, vallas cercándolo, pasto cortado y algunas sillas.

—¿Samantha, Jessica? —pregunta, esperando que sean sus dos hermanas pequeñas haciendo travesuras. Abre la puerta de la casa, entrando en la misma. Escucha un último ruido, pero esta vez no mira atras.

Jessica y Samantha se encuentran en la sala de estar, coloreando.

—Hola, chicas. ¿Qué hacen? —dice con una gran sonrisa de alivio, al menos, sus hermanas están bien

—¡Hola, Gala! —gritan las dos al unísono. Causando la risa de su hermana mayor.

—Estamos coloreando unos dibujos —dice Sam.

Samantha y Jessica son gemelas. Ambas de cabello castaño largo y ojos marrones. Parecen princesas, siempre enterneciendo a su hermana y sus padres con sus comentarios y formas de actuar.

—Bueno, eso es asombroso —contesta. —¿Y dónde está mamá? —agrega. A su mente, llega el pensamiento de que su madre, tal vez, fue la que causo los sonidos en el patio trasero. Pero ¿y la carta?

—Mamá está en la cocina —responde Jess con una sonrisa bocacha.

Se dirige a la cocina, su madre esta cocinando. Nada fuera de lo común.

—Hey, mamá. ¿Qué has hecho hoy? —pregunta, tratando de disimular el hecho de que sigue inquieta por la carta y los sonidos en el patio trasero. La hoja pesa en su bolsillo, molesta, quiere partirla en pedazos. Acabar con toda este gran misterio. La noche anterior y ahora, esta carta. ¿Qué sigue?

—Ah, hola, Gala —dice su madre. —No he hecho casi nada hoy. Fui al trabajo, pase a recoger a tus hermanas y estoy cocinando la cena. ¿Por qué lo preguntas? —responde su madre. Una sonrisa fácil se desliza en el rostro de la chica. Probablemente, su madre no sabe de la carta o de lámpara rota en su cuarto. Esto último la hace salir corriendo escaleras arriba a su habitación.

Revisa su habitación. Los vidrios siguen rotos en el piso. Una sensación de tranquilidad se esparce por su cuerpo. También, la inquietud. Nada de esto fue un sueño, recuerda. No puedo creerlo. Tenía la esperanza que todo hubiera desaparecido. Se siente a punto de llorar. Su vida era normal, más no ahora.

Limpia los rastros cuidadosamente. Preguntándose a sí misma como pudo ser tan tonta dejando todo esto aquí a merced que su madre lo viera. Un golpe en la puerta. Abre nerviosa.

—Cariño, voy a ir trabajar. Cuida a tus hermanas. La comida está lista, solo tienes que calentarla.

Mira a su madre, con la esperanza que no se de cuenta de los pequeños pedazos que todavía están sin recoger en el piso.

—Vale, mamá. Adiós —dice, tratando de zafarse de la situación lo antes posible. No quiere que su madre sepa. No quiere que nadie lo haga. Eso sería involucrarlos. Y probablemente, hacer que ellos también sufran o sean parte de esta locura.

Cierra las puertas a su espalda. Da un pequeño brinco. Creyó haber visto una sombra en las paredes celestes de la habitación. Todo tan tenebroso. El corazón se le acelera. Fueron mis nervios e imaginación, piensa.

Recoge todo. El teléfono celular de ella suena. Contesta apresuradamente.

"Zach".

—Aló. Habla Gala —responde.

—Hola Gala. Eh... Spen y yo vamos a ir a tomar algo después del colegio mañana. ¿Vienes? —pregunta su amigo.

—Claro —dice. —Mira, tengo que cuidar a mis hermanas. Hablamos mañana ¿vale? -agrega.

—Oh, entiendo. Adiós —cuelga, sin darle oportunidad a decirle lo mismo.

Revisa la habitación, tratando de encontrar alguna otra cosa diferente. Y sale del lugar.

—Todas estas cosas son desafortunadas y desagradables coincidencias —susurra para sí misma. Respira profundamente y baja las escaleras.

Olvidar todo sería lo correcto. Pero no podrás, dice una vocecita en su cabeza.

Horror NightsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora