seis.

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Regresa a su casa, ya tarde en la noche. Nueve y cuarenta marca el reloj de la cocina cuando entra a su casa. La tranquilidad reina en la sala de estar. Abre la puerta sin hacer sonido absoluto. Su madre y su padre ven televisión. Recuerda que ellos suelen dormir a las diez.

—Hola —pronuncia, esperando que no haya algún sermón. Inclusive, cuando su toque de queda es a las diez, sus padres siempre le regañan cuando llega tarde.

Por lo menos, están despiertos. Si todos estuvieran dormidos, nada sería bueno en este momento.

Las voces en su cabeza han vuelto. Aunque trata de no hacerle caso, sabe que tiene razón. Sus demonios la torturarán cuando tengan la oportunidad, siempre lo harán. Aun así, odia la voz en su mente, esa que la hace creer que está loca. Aquella que le dice cosas extrañas que ella no había pensado, la voz le habla sobre eso. Pero a la vez, de manera retorcida, la ayuda.

No sabe si aquella voz o voces, son buenas o malas, pero han acertado y nunca le han hecho nada ¿no? ¿Pero y sí todo es una trampa?

—¿Dónde estabas? —pregunta su padre, molesto.

—Fui a tomar unos batidos con Spencer y nos quedamos en su casa —responde. No es del todo mentira, si fue con Spen, solo omitió el hecho de que también con Zach y que no fueron a la casa de su amiga, si no, la de él. ¿Por qué? Simple. A ningún padre le gusta que su hija tenga un amigo hombre.

—Eso espero. Ve a dormir, mañana hay instituto —dice. Cree su historia porque nunca le he dado motivos para no creerle, pero también duda, siempre lo hace.

—Gala, mañana me ayudas a limpiar el sótano ¿sí? Tengo el día libre y quiero poner un estudio de pintura allá arriba —propone su madre. Ella es enfermera, pero su pasatiempo es la pintura, y se le da de manera excelente.

—Vale, mamá —responde, antes de subir las escaleras que ya no le inspiran confianza alguna. El pasillo está parcialmente iluminado por una luz ubicada en el final de mismo.

Se dirige a su habitación para sacar un pijama e ir a bañarse. El celular en su bolsillo vibra y da un respingo. Calma, Gala, es solo el móvil, se dice a sí misma. Pero es que no puede evitarlo, todo ha sido tan terrorífico.

Zachary: "¿Todo bien?"

Gala: "¿Uh?"

Zachary: "¿Llegaste bien a tu casa?"

Gala: "Sí ¿y tu?"

Zachary: "¡Gala, estábamos en mi casa! Mejor olvídalo, despistada. Adiós, nos vemos mañana"

Gala: "Ok".

Por un momento creyó que era su asesino mandándole algún tipo de mensaje, real o solo haciendo que su teléfono vibrase. La idea le parece absurda y emite una risa, una tanto salida y maniática. Inmediatamente, tapa su boca con ambas manos.

—¿De dónde ha salido eso? —se pregunta a sí misma.

¡Disculpa! No puedo controlarme. ¡Ayúdame! ¡Sálvame!

Esa voz. No podría confundirla ni aunque quisiera. Pero lo hizo. Pensando que eran los delirios de su imaginación. Pero esas últimas palabras, son aquellas mismas que dijo en el sueño. Es la misma voz. Inconfundible. No es su subconsciente

¡Ayúdame! ¡Por favor! ¡Tú puedes!

—Detente, no sé quién eres, ni porque estás en mi mente y pesadillas —suplica.

¡Ayúdame! ¡Te necesito!

—¡No! —grita mientras presiona las manos en ambos lados de su cabeza. —¿Porqué me haces esto? —chilla al sentir un dolor agudo en la sien.

Lo siento...

Es lo último que escucha antes de desmayarse en el piso del dormitorio. 

El sueño que tiene es normal pero tan diferente a lo que solía soñar antes de que todos eventos terroríficos sucedieran. Solo es oscuridad completa pero inexplicable y escalofriante. Unos ojos que la observan desde lo más alejado del lugar, mirándola fija y atentamente, a su mente llega el sueño de aquella macabra sonrisa como si estuviera armando algún tipo de rompecabezas con partes de cuerpo humano. La idea hace que se estremezca.

Entonces, entiende algo que en sueños –o más bien, pesadillas- nunca había pasado antes. Está consciente de todo a su alrededor, no se siente atada, tampoco siente que obligan a su cuerpo a moverse o lo hace, inconscientemente.

Hace un primer intento y camina, anda normalmente y examina el lugar. Pero todo es completamente oscuro, aún así, no tropieza ni choca con nada, como si estuviera vacío, sólo ella. Ella y un extenso infinito que se expande más allá de los límites.

Aquellos ojos que la miran, desaparecen. No entiende porque está en aquel lugar. Un dolor punzante se instala en sus costillas, como si fuera algún tipo de cuchillo u objeto filoso lo que le provoca aquel malestar. Mira el área donde siente el dolor y de ella brota un líquido espeso negro y viscoso. Aúlla por el martirio que aquello le causa. El fluido que brota de ella disminuye la intensidad con la que mana, el color del mismo se aclara, tornándose un rojo sangre, hasta que se detiene.

Y no es solo eso, ahora vuelve a sentir los ojos que se posan con mayor ímpetu, acelerándole la respiración. Comienza a hiperventilar. La emoción no se parece a nada de lo que le haya sucedido. Incluso aunque no sea tan terrorífico como algo de lo que sucedió antes de eso, no puede evitar sentirse paralizada. Es como si estuviera viendo a Satanás en persona, pero sin realmente verlo, solo percibir su presencia.

Una pregunta surca por su mente. ¿Sí se desmayó como está más consciente que nunca de todo lo que ocurre? La sombra de la duda sitúa en ella. El instinto le indica que trate de buscar una salida, pero la comprensión, sabe que no hay ninguna.

Un estremecimiento corre en el lugar exacto donde la sangre antes circulaba. Nota como sacuden su cuerpo, primero, de manera casi imperceptible y luego, más fuerte y consistente. Real. Se levanta lentamente, recobrando el movimiento en sus extremidades completamente adormecidas. Tapa sus ojos con las manos debido a la luz –aunque solo sea el bombillo, su mirada se había acostumbrado a la oscuridad-.

Ahoga un grito al sentir un dolor fuerte y auténtico Hay un corte –uno verdadero- en el costado izquierdo. 

Horror NightsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora