diecisiete.

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Suspira por lo bajo y observa atentamente la casa en frente de ella, a fin de observar alguna anomalía o cambio que hayan sucedido durante los días en los que no pasó por el lugar. Zachary le mira preocupado y tenso, sus labios una fina línea que indican que está en desacuerdo con lo que ella va a hacer.

No tiene un plan fijo, solo tratará de estar ahí, como si no le importara. Si eso no funciona, entonces tratará de provocar a Kalei o Quinae, no importa cuál. Lo único que le importa es dejar de huir y enfrentarse a lo que sea que se avecina, para bien o para mal, quiere respuestas y tranquilidad para su familia. Ya ha dejado de ser solo sustos a convertirse en un asunto personal, Quinae se está entrometiendo con su madre, con ella y posiblemente incluso con su hermana Sam.

—No creo que debería dejarte sola, Gala —dice Zachary, escéptico y mantiene las manos de ambos juntas. Luce ojeras debajo de sus ojos que le dan un aspecto cansado, justo como Gala.

—Sí necesito algo te llamaré, lo prometo, Zach —responde ella y le brinda una sonrisa para tranquilizarlo.

—Sí estás en problemas, lo que menos se te ocurrirá será llamarme, créeme, Gala —bromea con una risita—. Pero está vez tienes que hacerlo, en serio —agrega, esta vez más solemne, le mira implorante, esperando que le diga que sí y que si algo sucede, cumplirá.

—Lo prometo, Zachary Dean Becker Bruni —asegura Gala.

Zach la toma por la cintura y le da un beso en los labios. Se separan lentamente. Él la mira directamente a los ojos y ella se sonroja. Trata de evitar su mirada pero Zachary la toma por el mentón y se queda ahí, observándola fijo.

—Cuídate —musita y le da un último beso en la frente. Se aleja caminando de forma lenta, con el ceño fruncido. Y cuando ya está lejos de la vista de Gala, esta camina hasta la casa y abre la puerta. Para su sorpresa, la puerta está desbloqueada.

Sube las escaleras hasta su habitación y nota como todo está desordenado. Los gabinetes tienen toda la ropa tirada y están abiertos de par en par, lo mismo con el clóset. Respira agitadamente, está nerviosa, todo fue antes de lo que ella pensaba, sucedió muy rápido. Sí, claro que pensaba que de algún momento a otro, iba a encontrar a Kalei o Quinae, pero no mucho antes de que siquiera ella estuviera lista.

Reciba las otras habitaciones, están igual de desordenadas que la suya. Las piezas de oro que su madre guarda en un pequeño joyero de terciopelo sobre el tocador del cuarto de sus padres, han desaparecido. A Gala le parece extraño.

Baja las escaleras y escucha un ruido a la cocina. Inhala y exhala lento. El momento ha llegado, Quinae o Kalei, quien sea que fuere de las dos, está lista para darle la cara. Pero cuando se asoma lo que ve son dos tipos armados, metiendo cosas apresurados en dos mochilas negras.

Grita asustada por lo que capta la atención de los hombros. Sale corriendo escaleras arriba. Pese a que se dice a si misma que no mire atrás, lo hace y logra ver como uno de ellos cae desde la parte del medio de las escaleras. Por sobre la baranda, lo cual es imposible, al menos que se haya tirado a propósito o lo hubiese tirado a propósito...

Aparta esos pensamientos de su mente y abre la puerta de su habitación rápidamente. Se apoya contra ella y la bloquea, mientras escucha como el tipo trata de derribarla. Saca su celular del bolsillo de manera apresurada y marca un número.

Lo siento, Zachary, pero creo que esto es lo que debo hacer.

—¿Aló? —chilla nerviosa—. Hay dos hombres armados en mi casa, necesito ayuda, estoy sola —agrega sin importarle que la persona al otro lado haya contestado o no. Les da su dirección y cuando ha colgado, suelta un sollozo, está perdida.

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