La llegada de un tercero

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En esta casa, si dos es mucho, tres son demasiado. A pesar de todo decidí no quejarme, había logrado acercarme a mi esposo el fin de semana. Le prepare una agradable sorpresa el sábado, le llamé a la secretaria y pedí que le dijera a mi esposo que pasara a una dirección de hotel.

Estaba nerviosa y mi cuerpo temblaba como gelatina. Era la primera vez que utilizaba un estilo de ropa cómo está. Una ropa interior bastante decorativa y bonita de un color negro. Mi cabello actualmente está en color marrón como natural, suelto en ondulados rizos.
Al momento que me estaba analizando la puerta se abre y me coloco en una pose sexy y mi marido entra. Cuando me ve acostada; tenía una mirada de asombro, a pesar de que no emitía ninguna reacción. - Key, no tengo tiempo para tus juegos- expresó soltando un suspiro cansino. Me vi obligada por la desesperación del momento a usar las técnicas que Andrómeda me dio para conservar su matrimonio de años.

- Oh no, Went, este día no saldrás de aquí, te has portado muy, muy mal conmigo y quiero, no... vas a complacer me- dije entre una voz suplicante, seductora y demandante. Saqué las esposas y se las mostré tintineando el metal.

- ¡Oh, Dios! - dijo y aquella expresión me dio luz verde para seguir.

Mientras ella recordaba ese momento que pasaba con su esposo, un taxi aparcó frente a la casa y del mismo se bajó aquel hombre, que demonios, sin duda no fue quién yo conocí. Mierda, tiene 46 años
¿Cómo es que el maldito se podía ver tan bien? Es como si los años le beneficiarán en vez de afectarle.

Mi esposo le saluda muy animado y toma parte de su equipaje, porque la otra parte la carga el mismo.

- Hola Dionisa - saludo al notarme y extendió sus brazos. [Y puedo jurar que escuche un avión estrellarse]
El mundo pararía y explotaría cada ves que su voz es escuchada. Definitivamente este hombre no había cambiado, se me olvidó mencionar que, a pesar de la poca relación de mi esposo y él, yo diría escasa, cada vez desde la boda este hombre no para de llamarme así.

- ¿No piensas saludarme? - preguntó, normalmente le ignoraría por engreído y él tendería la mano hasta que la tome.

- No le pidas mucho últimamente su cerebro no procesa nada- respondió mi esposo, dándole un codazo y susurrando aquello que yo claramente escuché. Mi sangre hirvió y como toda mujer enojada e impulsiva, actúe estúpida e ignorantemente.

- Hola- saludé extendiendo la palabra y le abracé, pasando mis brazos por su cuello y al ir separándonos, acaricie sus brazos sutilmente y le mire sonriendo. Obviamente mirando de reojo para ver a mi esposo.

Okay, chicas, este es el momento de nuestras existencias donde debemos llamarlo "Soy una gran idiota."

No, solo no llame la atención de mi esposo, si no que quién me hizo caso fue Aiden, quién no dudó en disimuladamente pasar una mano en mi trasero. Pensé que mi esposo, notando mi brusco gestó de separación diría algo, pero no se inmutó.

- Me alegra verte preciosa, no tienes idea de cuanto- dejo saber mientras entraba y observaba mi trasero, Went era quien iba al frente dirigiendo el camino. Subimos a la habitación del bebé (Wilberto), gracias a Dios estaba todo bien. - ¡Wao! Me siento en el paraíso, ¿Contrataste a alguien? - pregunto refiriéndose a la pintura de las paredes y techo.

- Yo lo hice- respondí y él parecía estudiar cada detalle, imagino que al ser esa parte de su profesión eso sucede.

- Es una idea muy hermosa, Went te contó que cuando niño yo pinté su habitación parecida, solo que el tema mío era más de noche- contó a modo explicativo soltando aquel equipaje al lado de la cama.

Escuche aquel comentario y me sorprendió. Mire a Went y este se encogió de hombros, restándole importancia. Como siempre lo hace con todo lo que parece ser de mi parte.

- Gracias, espero que disfrutes la habitación, lamento mucho que tenga que viajar a nuestro baño...eso solo será en lo que el de usted se le arregla- expliqué un poco apenada no había tenido tiempo para llamar al plomero y el fin de semana cuando lo hice comento que estaba ocupado.

- Tranquila tenerme será como tener un bebé, mucho más grande y que puede hablar. – dijo riendo, lamentablemente su chiste solo causó gracia en mi esposo. Yo permanecí seria, el tema del bebé todavía era algo delicado para nosotros o al menos para mí.

- Bueno, se le avisará tan pronto la cena esté lista- dije avisando, él asintió y yo me decidí marchar antes que mi esposo.

Bajé hasta la cocina y comencé a respirar pesadamente, últimamente mi respiración se volvía de esta manera. Después de un rato me calme, no quería que mi esposo supiera. Después de calmarme, abrí la nevera y comencé por las carnes, a mi esposo no le gustaba las carnes rojas, así que saqué una pechuga y costillas para Aiden, ya que Went me comentó que eran sus favoritas.

Cocinaría las pechugas con relleno de tocino de pavo y mayonesa. Las costillas las haré en salsa barbacoa. Con arroz blanco y una ensalada de frutas.

Puse la carne a descongelar, y manos a la obra. Trepé mi cabello en una rara coleta improvisada y empecé con la preparación. Quería agradar más a mi esposo que al invitado y esperaba que se complaciera en el menú. Además, que también esperaba que hoy fuera el último día de beber vino para mí.

El que tiene tienda que la atienda...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora