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Louis había ido al día siguiente al departamento de Harry, decidido a terminar con todo.

Pero le fue completamente imposible cuando Harry abrió la puerta y se lanzó a sus labios, borrando cada signo de molestia y reemplazándolo por ganas de quedarse.

Harry lo había dejado de besar cuando llegaron a la cocina, donde un silencio se promulgó entre ellos, para nada incómodo.

Louis estaba siendo abrazado por Harry, quien lloraba silenciosamente al saber y ser consciente de que después de esa noche Louis se alejaría de él.

Louis no estaba mejor, comenzaba a empapar la camisa de Harry por lo mucho que lo amaba, y por lo mucho que odiaba amarlo.

No quería dejar de sentir el calor que le proporcionaba Harry cada vez que pensaba en él.

No quería dejar de sentir que pertenecía a un lugar, que tenía un lugar seguro.

No quería dejar de pensar en Harry cada vez que peleaba.

No quería dejar de pensar en sus ojos antes de dormir.

No quería imaginarse con otra persona durante sus sueños más húmedos.

No quería cocinar la comida favorita de Harry y no pensar en él.

No quería escuchar los audios que guardaba secretamente de la voz de Harry y no sentir nada.

No quería ver sus tatuajes y pensar que fueron un error.

No quería...

No quería dejar de amar a Harry.

Y le cayó como agua fría darse cuenta.

Se abrazó más fuerte a Harry cuando una canción lenta comenzó a soñar en la radio, y ambos se movían lentamente con el ritmo.

Pero no era el ritmo de la canción, no.

Era el ritmo de sus corazones.

Las manos de Harry se posaron delicadamente sobre la cintura del chico que era unos centímetros más pequeño.

Ambos estaban hechos un lío, pero no les importó.

Louis sabía, muy dentro de sí, que su corazón –o lo que quedaba de él– se haría trizas el día de la boda.

Bailaron una, dos tres... y pronto fueron seis canciones.

Los besos no faltaron, y los roces cariñosos llegaron con el tiempo. Se estaban hiriendo mutuamente, pero eran adictos al dolor.

Harry sabía que no quería casarse, aún si se convencía a sí mismo de lo contrario.

Harry quería despertar todas las mañanas con un pequeño Louis a su lado, refunfuñando por tener que levantarse.

Harry quería encontrar zapatos tirados por la casa y enojarse por la adicción de Louis por estar descalzo.

Harry quería encontrar a Louis hurgando en la nevera para encontrar los chocolates.

Harry quería ver a Louis saltar para ponerse sus jeans.

Harry quería ver a Louis robando sus sudaderas durante las noche.

Harry quería...

Harry quería que Louis se quedara en su vida para siempre.

Pero Harry tenía el corazón roto.

Y Louis estaba incompleto.

Harry estaba rompiendo a Louis.

Louis estaba encajando con Harry.

Pero aún estaba esa pequeña astilla atorada entre ambos, que perforaba sus músculos cardiacos.

Esa astilla llamada miedo.

Miedo al qué dirán, de parte de Harry.

Miedo al qué pasará, de parte de Louis.

Entonces Louis cayó en cuenta de que tenía que irse, porque terminaría de romperse en cualquier momento.

Harry lo había llevado a su cuarto, y habían hecho el amor de muchas maneras.

Incluso se quedaron viendo en silencio durante varios minutos.

Y luego Louis se durmió con la idea de escapar durante la noche.

Y Harry lo abrazó con la idea de que se quedaría y que podrían tener un nuevo comienzo, sin una Samantha, o un público, o un miedo.

Pero soñar despierto puede ser muy peligroso.

Y la verdad de Harry, era que siempre fue un soñador.

Por eso se durmió pensando que todo iba a estar bien. Pero siempre hay un momento en el que tienes que despertar.



Perdón por lo que sigue ah. Los tqm, ds.

Océanos [l.s.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora