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«Ocasionalmente, las almas gemelas pueden sentirse entre el dolor, la oscuridad y el silencio.»

Harry no podía seguir adelante, ya no más.

Habían pasado doce meses desde la última vez que lo vio.

Desde la última vez que pudo admirar esos océanos.

—Señor, la chica ya está aquí— Avisó la mujer que limpiaba, un tanto miedosa.

Harry tomó el trago amargo de vodka y dejó el vaso sobre la barra, decidido.

—Hágale pasar, por favor— La mujer obedeció sin querer hacerlo, era una decisión que no debería importarle.

Los poderosos tacones de la chica resonaron es el corredor, ella era hermosa, sí, pero era también bastante peligrosa.

Una figura alta y esbelta se hizo presente en la habitación, con los labios pintados de rojo y el cabello lacio peinado en una coleta alta.

—Samanta Botch— Pronunció él, ella era una chica que había crecido en una familia tan poderosa, que aterraba. Claro que Harry tenía más poder en el dedo anular del pie derecho del que ella podría conseguir en toda su vida.

Amenos que se casara con él.

—Harry Styles— Contestó ella, en el mismo tono de voz.

Él caminaba por la habitación sin dejar de verla, de ver sus ojos azules.

—Es curioso, podemos conocernos desde hace poco tiempo, pero tenemos una enemistad en común. — Comenzó a hablar él, caminando nuevamente hacia la barra y sirviendo esta vez dos vasos de vodka— Tu padre.

Samanta comenzaba a entender el punto de Harry, pero quería escucharlo decirlo.

—Quiero que te cases conmigo, Samanta— Y ese fue el primer comentario que la hizo levantar la cabeza.

Ella tomó el vaso que Harry le ofrecía y brindó amargamente.

Él no la amaba, pero para ella era imposible no amarlo a él.

Esa fue la primera noche en la que Harry intentó que su alma se conectara con la de Louis y él se diera cuenta de que realmente estaba en problemas.

Que necesitaba de él.

Mientras tanto, en una clínica privada daban respiración a Louis, que se había metido en otra pelea.

Marggaret, su enfermera, comenzaba a hartarse de salvarlo cada fin de semana.

—Una de dos, ancianita— Dijo Louis con humor—, o me muero por fumar o no logran salvarme de una pelea.

—Ni lo digas, Louis— Dijo ella—. Si te vas a morir es porque te voy a apuntar con mi rifle el día que me harte de ti. 

Louis rió, desde que su madre murió, él comenzó a decaer. 

Se había mudado Los Ángeles, tenía una casa hermosa, vivía él solo con un gato y muchas ganas de volver a ver a la persona que un día le había regalado una flor y otro día un "te amo". 

"—Te traje esta flor. 

— ¿Por qué una flor?

—Ya sabes lo que dicen, una flor para otra flor. 

— ¿Sólo por eso? 

—Sí, por eso y porque no pude conseguir una estrella."

Su recuerdo le hizo sonreír, una sonrisa triste que no alcanzó sus ojos. 

Y el pensamiento al mismo tiempo lo abrumó. 

Ese chico le había dicho que lo amaba y luego había huido. 

Era un cobarde, y un mentiroso y tal vez, sólo tal vez, Louis se había enamorado de él. 

Pero también se había convencido a sí mismo que a la única persona que Harry Styles podría amar alguna vez, era a él mismo. 

Había llorado mucho, sí. 

Y es probable que también se había deprimido, sí. 

Pero ya estaba bien, ya lo había superado. 

—Maggie. — Llamó Louis con cariño, ella emitió un sonido asegurandole que le prestaba atención. —Quiero regresar a Londres. 

Y entonces ella volteó a verlo sonriendo, rogando que eso no fuera una broma. 

—Ya habrías comprado tu boleto— Le dijo ella. 

Él sonrió y salió de la habitación. 

Tal vez no lo había superado por completo. 

Océanos [l.s.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora