Cuando Samantha se vio a sí misma en un vestido tan blanco, incluso se asustó.
Ella ya había firmado el civíl, que había sido a las cuatro de la tarde, todos los bienes eran separados y solamente fueron ellos dos y los testigos.
Su precioso vestido hacía que su figura se viera espectacular, y se acentuaba perfecto a su cintura.
Había comenzado a nevar de forma tenue desde en la mañana, era apenas un granizo que no le haría daño a nadie.
Se subió al auto negro adornado con flores blancas junto a su tío, que la llevaría por el altar.
Todo iba perfecto, incluso si su tío sabía que ella no se quería casar. No era quién para cuestionar sus decisiones. Pero algunas veces, en malas jugadas del destino, todo ocurre por sí solo.
El auto quedó parado en medio del puente más odiado de la ciudad, pero eran buenos recuerdos de ese lugar para ella. Admiró unos segundos la noche estrellada y se dio cuenta de que no llegaría a tiempo.
Pero, maldita sea, ella era Samantha Waldorf.
Bajó del auto, sin importar los gritos de su tío y los pitidos de los otros carros atorados, unos cuantos conductores impactamos por su vestido de novia.
Corrió lo más rápido que pudo m, por todo el camino, que esperaba haber grabado completamente en su memoria. Los bordes de su vestido se oscurecían un poco por el roce con el suelo sucio, haciéndola parecer una novia loca.
Y diablos que lo era.
Tardó alrededor de veinte minutos en llegar a la gran iglesia en donde Harry y una gran multitud la esperaban, dándose cuenta de que aún no llegaba.
Entonces abrió las dos puertas de la iglesia y vio hasta arriba una gran cruz. Se arrodilló respetuosamente. No eran sus creencias, pero sí las de su madre y las que quería enseñarle a sus hijos.
En cambio, Harry se aferraba a la iglesia y a Dios como una forma de consuelo.
¿Dónde estaba Dios cuando más lo necesitaba y no se presentó?
Dentro, para Harry, siempre estuvo dentro, intentando darle esa paz que estaba buscando.
Cuando volvió a levantarse, todos los ojos se posaron en ella. Algunos curiosos, otros asombrados, y los de su padre como los de una víbora.
Caminó hasta Harry lentamente, sonriendo en el proceso.
Y luego depositó un suave beso sobre su cachete.
—Dios no quiere a los mentirosos, peor te ama a ti. —Las lágrimas amenazaban con salir de los ojos de la chica, que sostenía un papel con una dirección en sus manos. Una dirección que Harry bien conocía. —Así que demuestra cuánto vales y corre lo más rápido que puedas, porque hay un chico allá afuera que está buscando a su otra mitad. Y su otra mitad está aquí dentro como todo un cobarde.
Harry lloraba abiertamente mientras seguía susurrando con Samantha.
— ¿Por qué haces esto?— Le preguntó a ella, volteando el tema. — ¿Por qué haces que me sea imposible odiarte? No puedo amarte y no puedo odiarte. Eso es genial. —Se mofó de sí mismo, robándole una risa de la hermosa castaña en frente suyo. — No sé si estoy a tiempo, no sé nada en este momento.
Ella lo abrazó fuertemente y le entregó el pequeño papel, segura de qué Harry podía llegar a ese lugar lo más rápido que pudiese.
Harry podía amar a alguien que lo amara.
Samantha podía aceptar que estaba bien con ella misma.
Zayn podía perdonar sus propios errores.
Susana podía lamer sus heridas.
Y Louis podía unirse con su otra mitad.
¡Mentiras!, ¡puras mentiras!
Porque cuando Harry llegó con el corazón agitado a dónde Louis, y este logró verlo. Sus corazones se detuvieron por un momento.
El mundo se paralizó.
Louis había perdido las esperanzas y había comenzado a caminar para irse a casa, empacar, y huir de Londes. Harry había sido un cobarde, otra vez.
Pero pareció que todo iba bien cuando escuchó un grito desde la acera. Era Harry.
Harry lo estaba llamando. Y volteó instintivamente.
Caminó nuevamente hacia la calle, sin importarle nada más que Harry Styles.
Fue entonces que sintió su corazón frenar, literalmente, cuando la lluvia dejaba de ser suave y se volvía más brusca.
Un gemido ahogado salió de los labios de Louis y cayó al piso, estrellando su cabeza y haciéndola sangrar.
Lo que fuera que había pasado, robó absolutamente todo el brillo de los ojos azules de Louis.
Harry cayó de rodillas al piso y rompió en llanto. Gritando una última vez su nombre.
— ¡LOUIS!— Pero el chico no contestó.
Corrió hasta su cuerpo inerte en el piso de la calle, en un pequeño charco de sangre, pero no pudo tomarlo, pues la ambulancia que hacía guardia a esa ahora llegó hasta ahí y lo apartó.
Samantha llegó a su lado y lo sostuvo. Ella había conseguido un auto y pasaría por esa dirección y luego iría a cenar. Él se acurrucaba en su cuello y ella miraba la escena en un estado de shook.
Todo fue demasiado rápido.
El corazón de Louis dejó de latir.
Y el de Harry intentó detenerse también.
Pero, en esta ocasión, dos almas gemelas terminaron separadas.
Una en un lugar desconocido.
Y otra en un lugar feo, horrible y despiadado: el mundo real.
Harry escuchó todo.
— Hora de muerte: 21:36 horas. Y cierren sus ojos, me está matando verlo de esa manera. —Fueron las palabras pronunciadas por la enfermera que intentaba revivir el corazón de Louis Tomlinson, el alma gemela de Harry Styles.
Entonces, el mundo se detuvo y Harry se rompió. Justo al mismo tiempo que se apagaban esos océanos.
FIN.
Wolaa, gracias por leer hasta aquí, realmente lo agradezco. Quiero que sepan que siempre tuve este final contemplado, porque realmente adoro la forma en la que sucedió todo. Fue algo espontáneo, que no tenia forma de ser evitado. En fin, los leo en el epílogo y en los comentarios, si gustan dejar algo.
All the love, ds.
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Océanos [l.s.]
أدب الهواةLouis ha huido de Londres desde que rompió su relación con Harry, en una forma bastante cobarde, cabe aclarar. Pero cuando amas algo con todas tus fuerzas, vuelves. Aún si sabes que te hará daño. Una gran sorpresa lo recibe cuando baja del avión de...