Irrumpiendo en el Ministerio II

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o primero que hizo Ron al abandonar el cuarto de baño fue buscar a Hermione. Últimamente, perderla de vista le provocaba pánico. Rápidamente la encontró y, por su expresión, supo que algo no iba bien. Ella miraba con una mezcla de miedo y asco la estatua situada en el rellano del Ministerio. En su parte superior estaban representados los magos, chafando y asfixiando a todos los otros miembros de la Comunidad Mágica entre los que se encontraban, cómo no, los nacidos Muggles.

Al poco llegó Harry y antes de tener tiempo a plantearse nada más, la voz de Yaxley rugió. Fue horrible descubir que la verdadera razón por la que Reg Cattermole se resistía tanto a marchar era porque ese día su esposa iba a ser juzgada. Y las palabras de Yaxley fueron claras: Ron tenía que conseguir que dejase de llover en ese despacho sí o sí. Se lo debía a la familia Cattermole, a la cual habían metido en medio de sus planes sin darles ninguna opción. 

Agradeció a Harry el detalle de querer permanecer juntos, pero sabía que el éxito de la misión era más importante que su propia seguridad, así que alegando que no tenían tiempo asumió enfrentarse sólo a aquel despacho inundado. Escuchó a Hermione recomendarle una serie de hechizos, pero sentía que su cerebro le traicionaba y no era capaz de retener nada... y aún fue peor cuando, al salir de ascensor, se cruzó con Umbridge. Apenas vio cómo la cara sapo dirigía unas palabras a Hermione antes de que las puertas se cerrasen. Y en aquel momento se arrepintió de haber dicho a Harry que seguirían caminos separadas. ¡Mierda! ¡Cómo habían sido tan idiotas! ¿Y si Hermione le necesitaba mientras el jugaba con los hechizos atmosféricos?

Se obligó a sí mismo a calmarse y a intentar frenar la lluvia del despacho antes de salir corriendo en busca de sus amigos. Encontró fácilmente el despacho de Yaxley, gracias a la placa que anunciaba su nombre en la puerta. Dentro todo era caos. Había un palmo de agua en el suelo, la cual le llegaba hasta más arriba de los tobillos. Y no paraba de llover. Probó con Finite Encantatem y nada sucedió. Así que siguió las instrucciones de Hermione e impermeabilizó rápidamente todo lo que podía ser importante. Y decidió que ya no podía aguantar más la incertidumble, así que se marchó rápidamente en busca de los ascensores para poder encontrar a sus amigos.

El hombre que estaba en el ascensor cuando se abrieron las puertas le era familiar, aunque tardó unos segundos en reconocer el cuerpo en el cual se había transformado su mejor amigo. Y entonces Arthur entró en el ascensor y le dirigió unas cálidas palabras de ánimo hacia su "esposa" y le recomendó probar con "Meteoloembrujo Recanto". En ese momento, Ron se sintió muy orgulloso de su padre y de tenerle cómo ejemplo. Se sintió a la vez muy culpable al no poder devolverle las palabras de ánimo.

La conversación con su padre le había recordado que no podía dejar a la familia Cattermole a su merced, así que decidió volver al despacho de Yaxley. Al salir del ascensor, se cruzó con Percy. Cómo siempre, parecía tener cara de estar oliendo un pedo permanente. Ron esperó que Harry le siguiera, pero no fue así. Algo retuvo a su amigo en el ascensor y volvían a estar separados de nuevo.  Ron suspiró, estresado, necesitaba acabar con esto y, de una vez por todas, encontrar a Hermione para largarse juntos de allí. Se permitió dedicar unos segundos a pensar en la última conversación que había tenido con ella. Le había pedido una cita. Él nunca había sido un romántico, pero esta vez lo iba a hacer bien, por ella. Esperaría que Harry se durmiese y quizás le pediría ayuda a Kreacher para conseguir unas velas. Y, sí, se declararía. Ron lo había decidido. La vida era demasiado corta como para seguir jugando. No es que Ron no le hubiese dicho a Hermione nunca lo que sentía por ella, pues en los últimos días habían avanzado muchísimo en aquel sentido. Pero nunca le había dicho "te quiero" ni nada similar... Sí, Ron se sintió un poco capullo. Se habían acostado juntos pero nunca le había dicho que estaba enamorado de ella. Se habían acostado juntos y no eran novios. A ojos del mundo seguían siendo "amigos". Sólo "amigos". Pero aquella noche eso cambiaría. Ron se iba a declarar y le iba a pedir a Hermione hacer pública su situación. No quería seguir escondiéndose. Estaba decidido, hablaría con Harry y se lo contaría todo. Estaba seguro que él lo entendería... y, si no, pasarían unos días de mal humor antes de hacer las paces. Peor que la pelea cuando su nombre salió del cáliz del torneo de los tres magos no podía ser, ¿no? Además, Ron acabó aceptando el noviazgo de Harry con su hermana, así que Harry se lo debía. Esta vez, le tocaba ser al elegido el que callase y aceptase la situación.

Lo que Harry no supo ver: el secreto de Ron y HermioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora