En la piel de Bellatrix

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Desde que Ron se había ido de la habitación, Hermione no había podido pegar ojo. A pesar de que sentía mariposas en el estómago cada vez que pensaba en las palabras de Ron sobre su futuro, estaba muerta de miedo. Tenía que convertirse en esa perra que había matado a Sirius para presumir de ello a continuación. Y meterse en su piel hasta las entrañas de uno de los sitios más bien custodiados del mundo mágico. Iban a robar un banco, por Merlín. Un banco lleno de rompemaldiciones, duendes y hasta dragones. ¿Qué qué podía salir mal? ¡Todo! ¡Todo podía salir horriblemente mal! Pero debían intentarlo igualmente.

Hermione, con resignación y asco, cogió el largo cabello de dentro del pote de cristal y lo metió en la poción multijugos, que empezó a burbujear y humear. Se aguantó las náuseas mientras bebía el brebaje y al momento sintió como su cuerpo se estiraba y su piel se volvía más acartonada. Se miró en el espejo y Bellatrix le devolvió la mirada de odio y desdén que ella le lanzaba.


Cogió el bolsito de cuentas y echó una última mirada a la habitación, deseando volver allí algún día porque eso significaría que, de nuevo, sobrevivirían a una misión suicida. Como siempre le recordaba Harry, las historias heroicas era mejor escucharlas que protagonizarlas.


En las escaleras se encontró con Griphook. Le deseo buenos días a pesar de estar segura de que el duende la estaba espiando para unírsele tan pronto como ella dejase su cuarto. Últimamente no les dejaba ni un momento a solas. Estuvieran donde estuvieran veían aparecer aquellos dedos largos a través del marco de la puerta. Hasta Ron reconoció su talento de espía al comentar que "podría dar clases a Molly", lo cual era decir mucho.


Al salir de la casita, Hermione vio a Ron y Harry esperándola cerca de la tumba de Doby. Ambos se veían agitados.


Los pasos que debían seguir a continuación, eran muy claros. Primero, cambiar la apariencia de Ron. Rápidamente él le recordó, por quinta vez, que no le gustaban las barbas demasiado largas. Ella, por un momento, pensó hacerlo a imagen y semejanza de Draco Malfoy para darle motivos reales de queja, pero decidió que no era el momento ideal para chincharle. Así que cedió y le volvió a diseñar la nariz que tanto le había gustado. Le hizo el pelo castaño, largo y ondulado y barba y bigote. Ella reconocería a Ron a quilómetros, pero confiaba en poder engañar a aquellos que ni siquiera eran capaces de distinguirlo de sus hermanos. 


Griphook trepó sobre Harry y Hermione les puso la capa por encima. Luego se agachó para comprobar que no se le veían los pies. De momento, todo iba según lo previsto. 


Los cuatro se desplazaron hasta pasar la pequeña verja y llegar a la zona no protegida por el encantamiento Fidelio, desde donde ya podían desaparecerse.


- ¿Harry? ¿Aún estás aquí, colega? - Al no recibir respuesta, Ron se encogió de hombros.


- Debemos ir nosotros también- Dijo Hermione.


- Espera. No te voy a besar para desearte suerte, porque luego me sentiría obligado a hacer gárgaras con lejía. Hasta beber pis de dragón debe ser mejor que probar los labios de esa perra loca. - Hermione rodó los ojos - Pero voy a estar a tu lado, todo el rato. No me pienso mover de aquí, ¿Me oyes? Vas a estar bien. Vamos a estar bien. Y si algo pasa, desapareceté y ven al Refugio. Aquí nos reencontraremos, ¿Vale? Todo va a salir bien. No hemos llegado hasta aquí para dejarnos ganar por unos duendes banqueros. Vamos a ir a Australia y voy a pasar el peor momento de mi vida pidiéndoles permiso a tus padres para salir con su hija, ¿Vale? - Hermione le miraba con los ojos vidriosos -  Y ahora, a la de tres nos vamos. Una, dos y tres.

Lo que Harry no supo ver: el secreto de Ron y HermioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora