10 razones (II)

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Después de una larga ducha fría, Ron volvió de nuevo al cuarto que compartía con Harry. Se alegró de encontrar a su amigo dormido y en paz después del día tan extenuante que acababan de dejar atrás.


Apenas salía el sol cuando llegaron a El Refugio, con Hermione inconsciente en sus brazos y Dobby muerto en los de Harry. Después de enterrar al elfo, Bill desapareció y puso a salvo a la familia. Todos, incluida Ginny quien por suerte estaba de vacaciones, se trasladaron a casa del viejo murciélago de tía Muriel. Bill les dijo que tuvo una gran bronca con su hermana porque de ninguna manera quería quedarse encerrada mientras su hermano y sus amigos corrían peligro y "realmente" hacían algo por ayudar a la causa. Pero Molly fue totalmente inflexible en este punto.


Bill también les dijo que ellos mismos se trasladarían a casa de Muriel donde había más espacio, en cuanto Griphook y Ollivander estuviesen mejor. Pero Harry se negó, sorprendiendo a todos por la autoridad de su voz y alegando que los necesitaba a los dos. Después de pedirles a Ron y Hermione que le acompañasen, primero fueron a ver al duende. Por el camino, Harry le preguntó a Hermione cómo se encontraba y la felicitó por ser capaz de mentir en medio de la tortura. Ron, orgulloso, le pasó el brazo por los hombros y sintió mariposas en el estómago al ver que ella vivía ese acercamiento de forma relajada y natural, incluso delante de Harry. 


Harry pidió ayuda al duende para entrar en la cámara de Gringotts de la perra de Lestrange, ¡Cómo si eso fuera posible, maldita sea! Y luego hablaron con Ollivander respecto a la varita de saúco. Ollivander cantó como Cecilia Warbeck cuando recibió el primer cruciatus y así fue como Voldemort descubrió que la varita había pertenecido a Gridelwald. Poco le costó atar cabos y conocer su paradero actual, entre las manos del cadáver de Dumbledore. Ron y Hermione se mostraron horrorizados cuando Harry les explicó que acababa de ver cómo Voldemort accedía a la tumba y se hacía con ella.


El cuerpo de Ron se llenó de adrenalina, ¡había que recuperar la varita de saúco! Y hacerlo ya, ¿qué diablos estaban esperando? Pero Harry parecía imperturbable y demasiado sereno. Y firme. Dumbledore quería que se focalizase en los Horrocruxes, no en las reliquias, y eso era justo lo que (a pesar de las dudas) estaba dispuesto a hacer.


Pero, contra toda previsión, el día mejoró después de todo esto, pues antes de acabarse pasaron dos cosas que alegraron a Ron en gran medida.


La primera, la charla que tuvo con Harry antes de cenar. Cuando su amigo se acercó a él parecía incómodo, como sin saber como iniciar la conversación.


- ¿Y... entonces... Hermione cómo está? - A Ron le pareció extraña la pregunta, pues ya se la había respondido antes.


- Bien, mejor. Ella es fuerte, ya sabes... y Fleur ha hecho un trabajo fantástico. Debería hacerse sanadora, se le da muy bien.


- Ya. ¿Y tú cómo estás? - Ron le miró con una ceja alzada. Ellos no solían hablar de esas cosas. Mientras le hablaba, Harry miraba al techo y se veía avergonzado - Quiero decir, debiste pasarlo muy mal...


- Sí, claro. Como todos.


Lo que Harry no supo ver: el secreto de Ron y HermioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora