ঔৣ 01 ঔৣ

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Eddie Kaspbark se encontraba en la mesa con sus padres en cada lado de la mesa.

El pequeño juraba sentir una gran tensión en la mesa, joder, ¿cómo no? Todo lo que a pasado ha sido un problema tras problema, ¿por culpa de quién? Según Frank Kaspbrak, del pobre Eddie.

¿Y cómo te fue en tu primer día de escuela, Eddie Bear? —Sonia fue la primera en romper ese gran silencio, la palabra amorosa y linda se quedaba corta con ella.

—Muy bien, mami —dejó su vista en el plato que contenía nopales para darle una gran sonrisa a su madre, con una mirada que decía ¿mami, por qué?.

—Espero no dejes salir tus estúpidas mariconadas que acostumbras hacer, me escuchaste Edward —habló Frank con una voz potente que para el castaño le dio miedo y un gran pesar en su corazón, así con su tenedor empezó a jugar con los nopales.

Por Dios, a Eddie Kaspbrak odiaba los nopales, así como odiaba la actitud de su padre, no, los nopales no tenían que recibir tal humillación, pero ¿por qué tenía que ser así?

—Vamos Eddie, come un poco —sonrió a medias la señora Kaspbrak y su hijo negó haciendo una mueca.

—Ya comí, mami —mintió.

—¿Seguro? —preguntó mirando al pequeño.

—Claro mami —volvió a mentir y de inmediato se levantó de la mesa rejuntando su plato y vaso.

Los depositó en el lavabo y finalmente los lavó.

Empezó a pensar, o así lo decía a la gran imaginación que tenía al verse con faldas color rosados claros... ¡Un rosado algodón! Por supuesto tenía ganas de usarlas.

Su mami prometió darle una falda, tal como el pequeño pidió. Esa prenda con brillitos y esponjosa, que era suave al tacto, realmente quería una. Así como de pequeño quería una muñeca, así fue, la obtuvo aunque ahora quizás se encuentra hecha pedazos en el basurero, todo por la cortesía de Frank.

Todo estaba bien, o eso pensaba Eddie, pero desde que le empezaron a interesar las muñecas, ropa femenina y por supuesto los peinados como trenzas o coletas, igualmente empezó su padre con el maltratado que le era proporcionado siendo demasiado y para el pequeño era un completo infierno.

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♪ ♬ Otra madrugada en que Manuel no va a dormir.

Ya se ve la Aurora un día más sin percibir.

Que hay personas crueles que celebran su sufrir.

De otro ser humano si ese morbo lo hace reír. ♪ ♬

Aquellas discusiones siempre sonaban en las casas, especialmente provenientes de la habitación de sus padres, los gritos no lo dejaban dormir.

En ese misma noche supo que tampoco podría dormir en paz.

Así que cerró la puerta de su recámara y finalmente se acostó con la vista hacia arriba.

El pequeño sonreía al recordar aquellos ojos que deslumbró su vida.

Richie Tozier.

Richie Tozier.

Richie Tozier.

Era bonito, tenía que confesarlo ¿por qué negarlo?

Abrazó a su osito de color morado, se puso encima su cobija y empezó a hablarle.

—Hoy conocí a alguien... ¡Hubieras visto a Richie Tozier! Es muy bonito y... g-guapo —susurró con un sonrojo en su rostro.

Se calló y rodó los ojos con diversión.

—¡Sus labios son rosados! ¡Me gustan mucho sus labios!, no me mires así, él también me gusta. —volvió a susurrar desviando la mirada.

Él no sabía nada de su homosexualidad, su mami nunca le habló sobre aquellos temas, para nada, mucho menos en frente de Frank o si no todo explotaría.

Aunque su primera maestra de su antigua escuela era una excelente mujer, adoraba al pequeño ¿por qué? Pues sencillamente porque el menor era un niño tan lindo e inocente y porque tenía una gran imaginación rondando en su mente.

Eddie extrañaba a esa maestra, era como su segunda mamá, la quería, mentiría si no.

Gracias a ella empezó a interesarle las faldas.

¡Maestra! Eso se le ve bonito habló el menor con un brillo en sus ojos, señalando la prenda.

Se llaman faldas, cariño contestó la señorita Jaramillo.

¡Quiero uno! Rosado y muy suave hizo un puchero.

Lo tendrás pronto, y si lo pides con mucho amor, dulzura acarició las mejillas del pequeño.

Ese día, Eddie corrió ansioso con su madre. Tanto que casi tropezaba con las rocas de las calles.

Entró a su antigua casa y ahí se encontraba Sonia sentada en un sofa tejiendo un gorrito.

¡Mami! dejó la mochila en el sofá y le dio un beso en la mejilla de Sonia.

Eddie Bear rió y le enseña lo que sostiene en sus manos.

¿Qué es eso, mami? frunció el ceño e inclinó su cabeza de lado

Es un gorrito para ti, pequeñito le sonrió sin mostrar sus dientes.

¡Es rosado! ¡me gusta! habló sentándose a su lado. Oye mami... Quiero algo en mi cumpleaños....

Pídemelo y eso será.

Estaba realmente nervioso, aún sin saber cuáles serían las consecuencias, lo soltó.

Q-quiero una faldita rosada dijo con las mejillas rojas.

Sonia lo miró y finalmente volvió a sonreír.

¿Eso quieres? Bien pero cuando tengas 16, ahorita estás muy pequeño para esas cosas, amorcito.

Eddie se levantó y empezó a dar saltitos chillando de la emoción. Pues en ese tiempo tenía 12, esperar cuatro años más no era complicado.

Y así fue, Sonia tenía el regalo escondido en su closet, tarde o temprano se lo iba a dar.

Después de recorrer en los recuerdos más lindos, empezó a quedarse a dormido sin escuchar las discusiones de Frank y Sonia.

Abrazó a su osito y se acomodó en su posición favorita de dormir.

—Buenas noches, Teddy que sueñes con los angelitos —dijo cerrando sus ojos y con una gran sonrisa en su rostro.

No tiene la culpa ;; ReddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora