Capítulo III

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*Lady Gisselle Manners en multimedia

-Disculpen no era mi intención interrumpir es solo que Madame la espera en la tienda, milady -dijo el señor Poole

-Yo... Este... Por su puesto, iré enseguida -Ana le dirigió una sonrisita a Dante y salió corriendo como alma que lleva el diablo.

De seguro si su madre se enteraba le daría una buena jalada de pelos y le diría que es una cualquiera.

-Dante pero a ti ¿qué demonios te pasa por la cabeza -dijo el señor Poole en tono reprobatorio y con mirada acusatoria.

-Na... Nada Señor Poole

‌-Dante, yo... No quiero ser grosero ni mi intención es herir tus sentimientos, eres un buen chico y te considero como un hijo. Y ,por eso mismo, en este momento voy a tener que ser duro contigo. Vi en tus ojos que realmente la chica te interesa y no te culpo es muy bonita, sin embargo, en la vida no siempre las cosas son como queremos, por tanto, para no errar la mayor parte del tiempo, debemos considerar nuestras posibilidades. Y tus posibilidades son nulas, primero debemos considerar que no eres ni un burgués acaudalado ni mucho menos tienes raíces nobles. Y segundo -el señor Poole hizo una larga pausa, después de la cual, suspiró profundamente- Dante creo que eres muy consciente de tu apariencia y en todo caso aunque la familia aceptara a un muchacho con pocos recursos, me parece imposible pensar que te aceptaran a ti. No me parecería extraño creer que la muchacha únicamente se está divirtiendo contigo. Es una jovencita que aún no ha sido presentada pero que ya tiene la edad para ello, por tanto tú eres una especie de juego previo antes de su presentación. Su "introducción al amor"

-Yo... Lo siento mucho señor Poole, mi intención no era perjudicarlo -Dante agachó la cabeza, sentía un extraño dolor en el pecho, sentía como si ella misma le hubiese rechazado. Y probablemente, si no fuera un muchacho fuerte debido a todos los insultos y rechazos que había sufrido desde su mismo nacimiento, se habría puesto a llorar.

-Dante, Dante, Dante -dijo el señor Poole con una sonrisa de compasión- no me has perjudicado en absoluto, solo te quería dar este consejo porque realmente te aprecio

-Gracias, Señor Poole -Dante forzó una sonrisa- tengo que ir a trabajar -Dante subió las escaleras prácticamente corriendo

Mansión de Ros

Ana nunca se había sentido así de contenta por ningún otro regalo en su vida entera. Ni si quiera se sintió así cuando recibió su primer conjunto de joyas o cuando sus padres le compraron un poni por su cumpleaños. 

Para ella, ahora ya no era difícil deducir por qué cuando pensaba en el creador de la pequeña obra de arte, el corazón le latía con fuerza y no podía evitar sonreír. ¡Era más que evidente!  Y a pesar de que ella jamás se había sentido así antes lo supo de inmediato.
Era agradecimiento, sí, genuino agradecimiento.

La diferencia entre los costosísimos regalos de sus padres y el precioso regalo de Dante era que: en el caso de los primeros habían sido entregados únicamente por una mera demostración de estatus, para mostrarle al resto de familias acaudaladas todo lo que podían permitirse los barones de Ros, no era en absoluto una demostración de amor paternal;  mientras que el regalo de Dante, fue hecho con cariño por sus propias manos, solo para y por ella.

Y agradecía a Dante de todo corazón, el haberle demostrado a ella qué se sentía importarle a alguien, ser la número uno en la mente de otra persona, aunque solo hubiera sido mientras duró la noche en la que Dante terminó la cajita.

Mientras estaba echándole sonrisitas tontas al techo y abrazando la pequeña caja a su pecho como si del mayor tesoro del mundo se tratase, entró a su habitación su hermana Gisselle.

Enamorándome de un monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora