Capítulo VII

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*Lord George Percy en multimedia

Cuando se separaron debido a la imperante necesidad de respirar. Dante solo atinó a acunar a Ana entre sus brazos.

-Ana... -Dante le estaba susurrando a Ana en el oído y esta sensación a Ana le pareció completamente placentera- me gustas mucho

-Y tú a mí -dijo Ana para luego hundir el rostro en el pecho de Dante y sonreír.

Le encantaba como olía Dante. Olía a una mezcla de hiervas comúnmente usadas para darle un buen aroma al jabón y a esto se unía un delicioso olor amaderado, seguramente provocado por estar tanto tiempo entre los órganos de roble.

Cuatro meses después...

Dante y Ana salían a diversos paseos furtivos (con la excusa de que Ana salía con su amiga Camile, quien ya sabía toda su historia con Dante y que a pesar de que en un principio no aceptaba su relación terminó cediendo cuando vió lo feliz que Dante hacía a Ana). Unos días iban a bosques a las afueras de Londres y otras veces visitaban la granja de los padres de Dante (quienes eran muy amables con Ana y la querían mucho).

Se comunicaban por cartas, el pequeño hijo de su doncella, Tony, era su mensajero. Y por una buena dotación de dulces y juguetes tenían comprado el silencio del niño. El pequeño a pesar de su corta edad era muy honorable, no había roto su promesa, aunque Ana sabía muy bien que no lo haría, no los delataría. El pequeño Tony adoraba a Ana y llegó a querer también mucho a Dante.

En el tiempo que habían pasado juntos Ana y Dante se habían llegado a conocer más profundamente a pesar de que, desde que se vieron por primera vez sus corazones habían conectado ineludiblemente. Eran innegable ahora, que eran almas gemelas.

Se amaban. Estaban completamente enamorados el uno del otro. Y si bien, Dante le aseguraba a Ana que tenía algo de dinero ahorrado que podría invertir para ganar una pequeña fortuna y poder casarse. Ana no atinaba a hacer otra cosa que sonreír al escuchar el plan de Dante. Pero en el fondo sabía la cruda realidad, sus padres no le permitirían casarse con Dante ni aunque fuera un burgués acaudalado porque había caballeros con título y una enorme fortuna que Dante no podría igualar ni en diez vidas. Eso, sin contar que sus padres la habían estado presionando estos meses para que aceptase el cortejo de Lord Percy. A Ana cada vez se le dificultaba más encontrar excusas para disuadir a sus padres. Hace dos días prácticamente la habían obligado a aceptar un paseo con Lord Percy, por supuesto, ella le dejó muy en claro a Lord Percy que no estaba aceptando su cortejo, le había dicho que solo había accedido a pasear con él como amigos. Aunque no sabía si Lord Percy lo había entendido o lo había tomado como si ella se estuviera haciendo la difícil.

Pero Ana confiaba en Dios y en el destino. Tenía el presentimiento de que iban a lograr estar juntos, había leído en un libro de antiguas leyendas japonesas que las personas unidas por el hilo rojo del destino, tarde o temprano, llegaban a estar juntos y ella estaba cien por ciento segura de que ella y Dante estaban unidos por ese hilo.

El día de hoy, Dante la había invitado a un paseo en bote, que iba a tener lugar en un río que se encontraba en un bosque muy poco frecuentado, a una hora de Londres.

Dante era un hombre muy detallista, Ana en una ocasión le había mencionado que daría todo por dar un paseo en bote con él como cualquier pareja de novios normal. Dadas sus circunstancias, Dante encontró una muy romántica salida, compró una barquita algo deteriorada en una chatarrería, la llevó al río y la reparó con unas tablas que había comprado.

Era un perfecto día de verano, el sol brillaba en todo su esplendor.

Ana se había colocado un conjunto sencillo de dos piezas para estar más ligera para el paseo por el campo.

Había tomado el carruaje de su familia hasta la casa Rockingham, dónde había estado hablando alrededor de una hora con Camile y luego, ésta última, la acompañó hasta un carruaje de alquiler

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Había tomado el carruaje de su familia hasta la casa Rockingham, dónde había estado hablando alrededor de una hora con Camile y luego, ésta última, la acompañó hasta un carruaje de alquiler.

Éste la había acercado al punto de encuentro con Dante y luego siguió su camino a Bath.

-¡Hola amor! -exclamó Ana en cuanto vio a Dante.

-Hola, Ana -dijo Dante, en tono indiferente sin dirigirle ni una sola mirada, mientras buscaba problemas inexistentes en la barca.

Dante nunca era frío con ella, así que Ana inmediatamente intuyó que algo iba mal.

-¿Estás molesto conmigo? -inquirió Ana bastante confundida.

-No, no tendría porqué estar molesto contigo, después de todo, supongo que ha sido mi culpa haber sido un tonto todo este tiempo

-Dante, no entiendo nada de lo que estás diciendo, podrías ser un poco menos críptico por favor -dijo Ana, ya visiblemente exasperada.

-Ana, por lo menos me hubiera gustado que me dejaras claras las cosas desde un principio. Si me considerabas un juego, me lo hubieras dicho. Y así no me hubiera enamorado como un tonto de ti -Dante mentía, aunque se lo hubiera dicho se hubiera enamorado de ella.

-En primer lugar yo no he estado jugando contigo, yo también estoy perdidamente enamorada de ti. Y en segundo lugar me gustaría que, al menos -dijo Ana imitando el tono que Dante había usado para decir estas mismas palabras- me digas por qué estás tan molesto conmigo

-Te ví paseando por Hyde Park con ese Lord imbécil y estirado con el que todo el mundo se empeña en emparejarte

-Lord Percy -explicó Ana sencillamente

-Con que ahora es Lord Percy -dijo Dante con una sonrisa sardónica en el rostro.

-Deja de hacerte cuentos en la cabeza, Dante -dijo Ana poniendo los ojos en blanco- sabes tan bien como yo, que he estado tratando de evitar a Percy durante meses pero mis padres me han obligado a que salga con él. No tuve otra opción, sin embargo, le dejé en claro que no aceptaba su cortejo y que solo salía con él como amigos. ¿Confías en mí o no?

El ceño de Dante se relajó visiblemente.

-Por su puesto que confío en ti

-Bueno, entonces deja de perder el tiempo y arruinarnos el paseo -Ana le dio un delicado beso a Dante en los labios y luego se subió en la barca- y empuja la barca.

Dante emitió una risa ronca mientras movía su cabeza de un lado a otro, amaba la forma en la que Ana terminaba las pocas discusiones que habían tenido.

-Como ordene su majestad

Ana hizo una exagerada reverencia y Dante logró hacer flotar la barca en el pequeño río, luego se subió.

Y estando allí, sellaron formalmente la paz con un beso profundo y  pasional.

Pero de repente escucharon unas ramas quebrándose en el bosque y unos pasos. Se notaba que alguien iba corriendo a la orilla desde donde hacía poco habían zarpado.

Enamorándome de un monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora