Capítulo XVII

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Dante abrió inmediatamente el sobre, y leyó el contenido:

"Dante... Perdón por la escena en el zoo, pero tú también me debes una disculpa"

Dante enarcó ambas cejas visiblemente sorprendido. Luego emitió una risita mientras meneaba la cabeza de un lado a otro.

Esta mujer es imposible -pensó.

Seis días después...

Ana no podía dormir, daba vueltas y vueltas en la cama ¡Mañana se casaría!
No se lo podía creer. Estaba muy feliz, aunque también algo angustiada. A pesar de que se decía a sí misma que con el tiempo, podría explicarle las cosas a Dante y todo se arreglaría y volvería a ser como antes. Tenía miedo de que esto no ocurriera. Tenía miedo de que Dante en verdad la odiara.

Hace días que le había mandado una carta y no se dignaba a responderle ni una sola palabra.

De repente escuchó que la puerta se abría y vio entrar a Giselle con su pijama.

Ana se sorprendió muchísimo.

-¿Y tú qué haces aquí?

-¡Vaya recibimiento! -dijo Elle bufando

-Lo siento, no es que no quiera que estés aquí, solo que me sorprendiste ¿No deberías estar en tu casa?

-Estás tan perdida en tus pensamientos que ni te percataste que me he quedado aquí a dormir -dijo Elle poniendo los ojos en blanco- pero bueno, aún así, es completamente necesario que sepas porque me quedé a dormir. Tengo que hablarte de ciertos temas

-¿Qué temas?

-Ya sabes... Lo que pasa en la noche de bodas

Ana ladeó la cabeza sin entender a qué se refería Giselle.

-¿Y qué pasa?

Giselle esperaba que Ana estuviera al menos mínimamente enterada de lo que sucedía, así la charla sería más fácil. ¿Acaso las jóvenes de hoy en día no leían toda clase de novelas escandalosas?.

-En serio, ¿No sabes nada de lo que sucede?

-Bueno, no lo sé, yo supongo que en la noche de bodas la pareja duerme junta

Giselle se rascó la cabeza y miró al suelo abochornarda.

-Eso... No es exactamente lo que pasa. Ana ¿Sabes cómo se hacen los bebés?

Ana realmente nunca le había puesto demasiada atención a una cuestión tan importante y estaba avergonzada por ello, ¿cómo podía no saberlo?. Ella suponía que se debía a que nunca tuvo un especial interés por la maternidad,  como las demás muchachas.

-En realidad, no -confesó apenada por su propia ignorancia.

Elle soltó un largo suspiro.

-¡Por todos los cielos! Ana, ¿es en serio?. ¿Ni si quiera te has fijado en los animales?

Ana negó con la cabeza. Ciertamente, era una muchacha observadora, pero la mayoría del tiempo, pasaba en las nubes.

-Ana, vamos, deja de burlarte de mí,  estás haciendo esto muy difícil -dijo Giselle con las mejillas furiosamente rojas- ¿Recuerdas cuando hace años estuvimos en un parque y te burlaste de un perro que "estaba jugando al sapito con otro"?

Ana asintió.

-Bueno, pues... En realidad el perro que estaba debajo no era un perro sino una perra y... ¡Demonios, esto es tan difícil! Creo que no pude poner peor ejemplo. Ana, tú y tu marido son diferentes respecto a su intimidad.

Enamorándome de un monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora